29 abril 2010

PIRATAS, CORSARIOS Y POLLITOS

Queridísimo pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Con este encabezamiento tan singular seguro que no esperas que mis recuerdos hayan tornado en el día de hoy sobre los medios comunicantes de tus parroquianos entre barrios, pueblos y mercaderías. Pues sí, eso es, ya que en estos tiempos que corren en el que más y el que menos dispone de ocho, diez y hasta doce ruedas, no piensa ni por asomo recurrir a otros medios de transporte que aquel que está a su nombre o al del banco. Menos recordarán esos tiempos, no tan lejanos, en el que te apuntabas en el taxi "pirata", coche de siete plazas apretaditas, normalmente Seat 1500 familiar, en el que desde el Bar Deportivo, como última recogida, partía hacia las lejanas tierras de la capital para depositarte en el Bar Turrones donde, aparte de servir de abrevadero de unas magnificas cervezas, también hacía de estación improvisada de los que tenían media mañana para arreglar un papelito, ir al médico o visitar a una prima lejana trabajadora en el oficio más antiguo del mundo.

Para los que disponían de menos hallares, más tiempo y estaban acostumbrados a largos recorridos, nada mejor como la empresa “SARMIGE” (antiguo coche de línea de nuestros mayores). Ese autobús de cortinitas de tela, asientos de madera y ceniceros llenos de colillas y chicles más que masticados durante las casi dos horas de recorrido entre la salida de El Langostillo, las paradas campestres y cortijeras, el paso por el cruce de Monte Palacios, la entrada en Arahal y Alcalá y las paraditas sevillanas de Los Pajaritos, la Calle Oriente, Ramón y Cajal y la llegada tarde y cansada al Prado de San Sebastián.

Qué decir de “er pollito”, animalito de lata, motor y ruedas que tomó el nombre del color con que lo estrenaron y que tantos pasitos, que no tiempo, ahorró a quien necesitaba arrimarse a La Alameda por una recetilla de pastillas "pa" los nervios o a comprar alhucema, ajos o algún trapo al "cortinglé" de albero ensolado.

Pero el que más recuerdo me trae a la memoria. no por su quehacer sino por su nombre, es el del Corsario Domínguez, que con su patente, no se por quién promulgada, hacía las funciones de barco indiano o colonial trayendo y llevando piezas de motores, recambios de bicicletas o los amorosos paquetes preparados por madres y familiares que, con destino a Barcelona o sus alrededores y compuestos por chacinas del lugar, aceite de primera prensa y alguna libra de tocino bellotero, hacían las delicias de aquellos moroneros colonizantes de tierras catalanas.

En fin, a todos ellos debo el recuerdo de hoy, donde Sevilla esta más cerca en tiempo y espacio, al Pantano se baja en coche, los taxis están de adorno, y la novelesca palabra de corsario ha sido sustituida por la no menos pinturera de mensajero.

Atentamente;

El niño Gilena

20 abril 2010

DOÑA MARIA

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Hoy, cuando me he levantado, temprano como siempre y sin nada en particular que hacer, me he echado a andar sin rumbo ni concierto, pensando en mis cosas. Al poco tiempo me sorprendí pues mis pasos se dirigían, sin mandarlos por nadie o, eso creo yo, al puesto de calentitos de la Alameda. En ese momento me paré y, tragando una bocanada de aire, me di cuenta de que hace tiempo que ya no espera con ansiedad esos tejeringos mañaneros por los que daba gracias una y otra vez mientras peinaba la espesa cabellera que lució hasta su marcha.

Eso hizo que todos mis recuerdos afloraran de golpe y que todas esas anécdotas, contadas una y otra vez, hicieran que viniera a mí una sonrisa alegre al pensar cuántas cosas buenas nos dejó y cuántas de ellas estará repartiendo allá donde esté.

Por eso espero que donde se encuentre no falte el melón bajo la cama para matar el gusanillo antes de dormir, claro que con pan, como no podía ser de otra manera. Espero que no se le haga la verea muy larga mientras desayuna la tostá con aceite, mientras piensa cómo quitarles hambre a los gañanes cuando haga un potaje. Espero que siga despachando leche sin bautizar y bien despachada de cazo a la abuela del que te habla. Espero que nunca aprenda más que la T con la O, la M con la A, o la T con la E, pues el conocimiento que necesitaba ya estaba, lo lleva en su corazón. Espero que siempre esté calentita en la cama y ya no se escuche ese tiriri-tiriri en ningún rincón de su morada. Espero que no le falten castañas asadas en invierno ni un heladito de corte en verano, pero sobre todo espero que siga derramando allá donde esté esa alegría de ojos pequeños con la que nos bendijo, ese dar sin esperar nada a cambio con el que nos aleccionó, esa paz y tranquilidad, que no resignación, ante los problemas, y esa capacidad para saber tenernos juntos sin que las fisuras de la vida hagan mella en nosotros.

En fin, ya sabe usted que no soy pródigo en visitas a lugares sórdidos ni de natural aburrido, por lo que prefiero utilizar el ojo de la mente y la palabra del subconsciente para saber de usted y expresar de manera callada de cuánto se la echa de menos y el recuerdo que todos de usted guardamos, con lo que me dispuse a sentarme tranquilamente en un banco de Los Palomitos y entre trinos de gorriones, olores de azahares y la paz que da la tempranera mañana, empezó a dibujarse en mi mente la estampa buscada.

Quiero recordarla como siempre, con su moño horquillado, su batita de lunares, sus medias enligadas a media pierna y del brazo de alguna amiga camino del cautivo o viniendo de Jesús, parándose con conocidos y extraños, derramando un “con Dios” o un “malegro”. Prefiero recordarla cual faro de alegría en esa ventana de la cocina, buscando esa distracción tan sana de saludar al que pasa o ayudar al que lo necesita. Prefiero recordarla como es y no como fue, pues las personas como usted siempre están con nosotros.


EN UNA CASITA BLANCA
DEL BARRIO DE LA ALEGRIA
ASOMADA A SU VENTANA
BENDICE LOS BUENOS DIAS.


Doña. MARÍA GARCIA REAL.

Siempre con nosotros.

Atentamente;

El nino Gilena

14 abril 2010

DIAS DE "ARRADIO"

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Hoy quiero confesar contigo de porqué esa afición mía a la “arradio”. Sí y digo “arradio” pues creo que por tus lindes, en mis tiempos de mocedad, el vocablo pronunciado era más de esa forma que de la correcta. Pues como te decía, desde que tengo uso de razón, ese aparatejo, hijo natural de Don Guillermo Marconi, ha estado rondándome por una u otra razón.

De lo primero que recuerdo de ella fue una voluminosa Radiola de madera, de esas en las que venían marcados los diales de radio Londres, París o Helsinki, en las que cual estampa costumbrista, a la taurina hora de las cinco de la tarde, mi madre, mi abuela y alguna vecina hacían corro con sus agujas de croché y su madeja de hilo para escuchar la interminable y melosa historia de Lucecita. No puedo olvidar, pues son inseparables, las melodías que servían de eco en la zapatería remendona de "Arroyito" que, después de encender la luz de la asesoría, lo primero era poner la radio, eso sí ,sin cambiar de dial y en un tono que se sabía que estaba encendida pero sin poder comprender o entender lo dicho, como si fuera una voz cerebral de las que cantuñean: haz o no hagas esto. Y qué decir de la cotorrera radio reloj siempre sintonizada en la barbería de Polito, recordando cada minuto el paso del tiempo cual si fuera clepsidra de agua. No se me podían olvidar las dedicatorias radiofónicas que se cruzaban entre familiares y vecinas los días señalados en Radio Morón, dedicando canciones del maestro Valderrama el día de la comunión, del Dúo Dinámico para el cumpleaños o de Jeannette para el Día del Santo.

Lo bueno llegó un día en el que, por mi primera comunión, un tío "agüelo" mío, natural de Morón pero afincado en Vigo y con el noble quehacer de vivir de una meiga 20 años más antigua que él, me regaló mi primer transistor Philip. Qué gran día para mí, pues ahí empezó una amistad intensa, una gran compañía para ratos de soledad, una inmejorable maestra y un sentimiento de ya no estar solo pues con el solo movimiento de la ruedecita, canciones ,noticias, relatos e historias eran dictados para mí en cualquier hora o lugar.

En fin, de aquellos años y sobre todo de aquellos programas, tengo gratos recuerdos que siempre van ligados a un momento de mi vida o a un tiempo de la misma, teniéndole gran deuda a La Saga de los Porretas, Pedro Perico y Periquín, Diego Valor, etc., que hicieron más llevadero el tiempo que permanecí en la cama aquejado del tan consumido mal de una caída de bicicleta que casi me deja una hermosa cojera, o de las tardes de domingo que, por imitación de los mayores, pasaba el día que no iba al cine agarrado al carrusel deportivo con sus goles, "uis" o penaltis. Eso sí, ya por entonces colocaba el primer periférico del cacharro: una gomita del pelo para sujetar bien las pilas.

También pase ratillos de miedo con el programa Historias, que hacía de las noches de los sábados y del cuarto que compartía con mi hermano de improvisado castillo de Carpacia o de la más lúgubres de las catacumbas de París.

Con la pubertad llegaron mis amigos: los cuarenta principales y los cascos para ir todo el día y por todos lados tarareando canciones de Alaska, Mecano y los hombres G, y sobre todo mi afición a los programas de misterios, fantasmas y sustos en general. Y así caminando, caminando, llegamos a nuestros días en los que mi antigua amiga o, quizás amante, es imprescindible en el transcurso de sus 24 horas como si fuera marcapasos de mi caracol, yunque y martillo.

Por eso mis más agradecidos pensamientos van en el día de hoy a Don Guillermo Marconi, por haber creado con su inteligencia una amiga noble y leal que siempre está ahí para informarnos, hacernos soñar con sus melodías o simplemente apaciguar nuestra soledad siempre que la necesitemos.

Atentamente;

El niño Gilena

12 abril 2010

DOMINGUEROS

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

En el día de hoy, natural domingo, me he dado cuenta de cuánto hemos cambiado. Pues si actualmente se utiliza como mecedora de resacas, preludio de arduas labores o final de festividad sin sal, en mi mocedad era el que daba nombre a una especie especial que hacían de ese día su bandera e insignia de la jovialidad, expresada con el gentilicio de "Dominguero".
El dominguero solía ser un exprimidor experto del día, pues en solo media mañana y una tarde o viceversa, realizaba gran cantidad de eventos dentro de la escueta industria del divertimento.

Los había aficionados a comidas campestres en lindes semiboscosas y de sombra encinera, de sardinas "asás", arroz en paella o caldoso y choricillos al infierno, espetados en una retama de olivo. En torno a él giraba toda una retahíla de niños, titos y titas, los primeros atusándolos para que colgaran una cuerda del chaparro más próximo con el que realizar un improvisado columpio, los segundos, esperándolos para que se sentaran un ratito a echar una manita de parchís en la mesa plegable, cosa que declinaban en pos de coger a modo de competición una manita de espárragos o un guiso de caracoles.

Los había playeros y de natural madrugador, pues a las 6 de la madrugada (para algunos de la mañana) ya estaba cargando en la vaca del 850 las 4 sillitas, la mesa, la sombrilla, la cámara de tractor a modo de balsa y las dos neveras de propaganda, una con refrescos y tinto, y la otra llena de tarteras con filetes empanados y tortilla a falta del último ingrediente: la arena.

También los había de natural viajero, de los que aprovechaban cualquier convocatoria de hermandad, peña o asociación, para conocer las lindes de Andalucía e, inclusive, aventurarse en tierras extremeñas con las que conocer las 7 maravillas domingueras: La Mezquita de Córdoba, la Alhambra de Granada (con la tumba de Fray Leopoldo, claro está), los Reales Alcázares de Sevilla, la ciudad romana de Merida, el monasterio de la Rábida, el casco antiguo de Cáceres y la sempiterna playa de Chipiona.

En fin, tiempos en los que los domingos daban para mucho gastando poco, aprendiendo a consumir tiempo con alegría, compartir momentos en familia o descubrir rinconcillos con curiosidad y entusiasmo.

Atentamente;

El niño Gilena

07 abril 2010

JUGAMOS ?

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Hoy quiero hacer memoria de cuando realizaba esta pregunta a alguno de mis amigos cotidianamente. Claro que lo importante no era la respuesta sino la pregunta que te hacían de a continuación –¿A QUE?

Eh ahí el dilema. Pues aunque la variedad casi siempre estaba en pos de nuestra imaginación, también había ciertos protocolos que había que cumplimentar. Me explico:

El anuario de nuestros juegos de niñez no estaba regido por ningún tipo de almanaque juliano ni gregoriano, sino por las modas de juego que se realizaran en ese periodo, es decir, que empezaba el tiempo de las bolas, pues a jugar al meco, al seco, al mate y cuarta o al “joyo”. Que alguien empezaba a traer un trompo? pues ya estabas pintando una hoya en el suelo y a partir púas si tenias la suficiente habilidad. Sin saber cómo ni porque, llegaban las estampitas de “FURBO” y aparte de coleccionarlas lo que más gustaba era ganarlas apostando a los montones con lo que prevalecía más el taco que llevaras en el bolsillo que las que tuvieras pegadas en el álbum.

Empezaba el calor, y con ella venían las noches de cacerías lagartijeras con escopetas fabricadas de tablas, gomas y alfileres. Siguiendo con el tema armamentístico, se podían ver gran cantidad de calibres y fabricación, desde el sempiterno tirabeque de higuera o el arco con flechas de puntas de tapaderas de refresco, hasta el cuello de botella con un globito especial para dianas culeras. Pero si lo que preferías eran las de distancias cortas, nada mejor que una funda de boli bic con pólvora de pulmón y bala arrocera.

Para los que tenían afición a la construcción y arquitectura, una de sus mejores distracciones era la de la construcción de cabañas, con lo que era fundamental no solo la realización en sí, sino la búsqueda de material para poder terminar el susodicho cobijo.

Para los aficionados a artes mecánicas estaban los carros cojinetes, por supuesto de tantos diseños y tamaños como te permitiera tu imaginación.

Para los adoradores de Marconi, con dos yogures vacíos y un trozo de hilo ya tenían un teléfono económico, o bien una pila de petaca y una bombillita de linterna hacían de improvisado Morse.

Para los aficionados a la aeronáutica, nada como los panderos y cometas con colas de polos flas, medias cañas del río "Guaira" y papel de seda de doble capa.

En esos tiempos a los deportes todavía se le llamaban juegos, así que los mas atléticos no se cansaban de jugar al fútbol con sus variantes (el perrito) o al baloncesto con su igual variante (la campana o los 21).

Si faltaban utensilios con los que jugar tirábamos de tradición y porfiábamos si empezábamos por el salto el moro, churrequetevi, las tres cuartas, policías y ladrones, al coger o a botella rota.

Si ya eras un poquito más grandecito y, el antes enemigo y ahora deseado género femenino estaba presente, nada como el juego del conejo o el más atrevido de los médicos.

En fin, como te decía, para distraerse siempre era un problema que te preguntaran ¿A QUE? Ya que había que empezar a pensar en qué tiempo estábamos, qué chismes teníamos, si era invierno o verano y si había mujeres o no, eso sí, nunca faltaba imaginación para distraer esas tardes de niñez.

Atentamente;


El niño Gilena

De mi pequeño homenaje.


La cena está lista, en casa siempre cenamos un poco tarde, aunque yo sigo de aquí para allá, aún jugando con mis madelman o descarrilando mi tren de juguete. Varias veces me han llamado para sentarme a la mesa, pero haciéndome el remolón, continúo sin hacer caso. Mi madre está en la cocina y quizás todavía puedo aguantar un poco sin acudir. Mi padre sentado ya a la mesa, ve la televisión. De repente, como accionado por extraño resorte, voy corriendo a sentarme a la mesa. Es como si algo en mi interior, más poderoso que cualquier otra cosa, me hace dejarlo todo. Es una sintonia que sale del televisor y que llega a mis oídos, llamándome cual flauta de Hamelin. Ya está, está empezando, la música de timbales me hipnotiza, como un son primitivo y salvaje. Es la hora de “El Hombre y la Tierra”.
En mi casa, como en la mayoría de hogares, nos situábamos frente al televisor, de forma casi ritual, como si nos colocáramos junto a una hoguera, para oír y ver al gran contador de historias.
Efectivamente, allí estaba el gran e inigualable Félix Rodríguez de la Fuente, qué no sólo nos hablaba sobre nuestra riqueza faunística, sino que nos contaba las historias de los animales, de nuestros campos, montes y ríos. Siempre he pensado, que además de los que decía, era como lo decía, despertando en todos un sentimiento ancestral que nos reunía en la noche, como miembros de una tribu.
Al igual que en muchos, Félix despertó en mí el amor por el campo, la naturaleza y sus habitantes. A sentirme rico, por la gran variedad natural de mi tierra e incluso quisimos al lobo, qué ya no era aquel enemigo terrible, sino otro más de nuestros montes.
Ahora, tras treinta años, recuerdo con una sonrisa dibujada en mi cara, aquellas escapadas a los campos próximos a Morón, con mis viejos prismáticos, para intentar ver pájaros o cualquier otro animal que se cruzara en mi camino. También mis excursiones al Peñón de Zaframaragón, a ver buitres y saltar de peña en peña, emulando al gran aventurero de la naturaleza.
Sí, ya hace treinta años que Félix Rodríguez de la Fuente nos dejó y con su partida, todos perdimos un poco de la niñez, aunque sigo sintiendo un escalofrío interno, salvaje y ancestral, cada vez que oigo la sintonía de “El Hombre y la Tierra”.