25 agosto 2010

LA HERENCIA

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Quiero hacerte partícipe en el día de hoy de un encargo que dos moroneros de pro me han realizado. Y para que sirvas de testigo, te pongo presente el documento de heredad con el que están dispuestos de regalar a las dos nuevas luces que alumbran el camino de sus vidas.


LA HERENCIA


Quiero servir de notario
y contaros con vehemencia
lo que por parte de “pare”
os ha tocao por herencia.

Una tierra vieja y sabia
de fenicios y romanos,
de tartesos y de omeyas,
sefardíes y castellanos.

Una tierra de balcones,
de zaguanes y azoteas,
de búcaros lebrijanos
y viejas sillas de enea.

Pueblos de blancas perlas
entre verdes escondios,
que sirven de escapulario
a la Virgen del Rocío.

Campanarios con cigüeñas,
cortijos entre olivares,
dos fanegas de pipitas
y un celemín de cantares.

El olor suave a romero,
el color de los rosales,
el verdor de una pilistra
y del jilguero, sus cantares.

Seis bureles astifinos,
dueños de la dehesa,
que galopan tras la luna
entre alfombras de alhucemas.

Una jaca cartujana
de crines negras de brea,
que trota por bulerías
al pasar por la verea.

De Murillo, inmaculadas ,
de Velázquez, un retablo,
la gubia de Montañés
y los pinceles de Pablo.

Cuatro conciertos de Falla,
una falseta de Diego,
dos cuplecitos en La Viña
y un sainete de Quintero.

Tonás, deblas, fandangos,
el baile de cuerpo entero,
unas palmas, una guitarra,
pellizco, duende, jaleo.

El andar del Gran Poder,
mecías de La Macarena,
el alumbre de algún cirio,
saetas ondas de pena.

Yo te dejo, niña mía,
los versos de Villalón,
poemas de Federico,
el cante de los Pavón.

Un traje de piconera,
un vestío de faralaes,
una manta alpujarreña,
y un delantal con encajes.

El palilleo de los seises,
el Corpus chico en Granada,
romerías, jubileos y una
Feria sevillana.

De tu pare, niña mia,
también podrás heredar
cerros, montes, ríos, mares,
espumas blancas de sal.

Morón, Marchena y El Puerto,
Estepa y Puente Genil,
Baeza, Ubeda, Lora,
Martos, Ronda y Guadix.

Una Giralda, una Mezquita,
Alhambras, parques, lugares
y el rincón de una placita
con limones y azahares.

Málaga, Córdoba, Jaén,
Huelva, Granada, Almería,
Cádiz, tacita de plata,
Sevilla, con su alegría.

Y, ante todo lo mentado,
yo os doy fe, niñas mías,
que por la parte de pare
heredáis Andalucía.


DOY FE,

El niño Gilena.

LA ENFERMA

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Durante esta mañana, cuando el día era todavía muy niño, me he dispuesto a realizar la buena obra del día y he pensado que qué mejor que realizar una visita a un enfermo o, en este caso, a una enferma. Dirigí mis pasos calle Juan de Palma abajo con las ganas de confortar y dar compaña a una de mis más entrañables amigas, más al llegar a los umbrales de su puerta y entrar sin pedir permiso como he hecho siempre, pues nunca se me ha negado, se me cayeron los palos del sombrajo, como se dice por aquí, al encontremela más vieja, pobre y triste que nunca. Invitome con su voz cansada a sentarme en sus desvencijados asientos y excusose de no poder ofrecerme, como en otros tiempos, fresca sombra que apaciguara los rigores del mes de Augusto.
Mientras nuestra charla lidiaba con el poco ánimo que presentaba mi amiga derivado de su enfermedad y de la pena presente en mí por ver la desmejoría de su aspecto, no pude dejar de fijarme en sus venas de parterres secos y faltos de sangre terrera. Tampoco pasé por alto que la falta de alegría y que el mucho llorar de pena habían secado los sacáis de sus fuentes, ninguna flor adornaba sus verdes cabelleras ralas y con marañas de matojos, su macilenta cara estaba surcada de churretes de colores que afeaban en suma su anterior guapo rostro. Estando en estas observaciones, mi amiga me preguntó con voz cansada:

Niño, ¿en qué me he equivocado? ¿Por qué ya no me quieren? ¿Por qué ya no sirvo de refugio de enamorados? ¿Por qué me ensucian, me pintan, me rompen y me ultrajan? ¿Acaso dejaron de gustar los trinos de mis pájaros? ¿Ya no gustan los colores de mis flores? ¿Tan mal os he servido?.

Ante estas preguntas y sin poder responder ni consolar los pensamientos de mi adorable amiga, me prometí a mí mismo encontrar la medicina para que volviera a lucir el esplendor de antaño, cuando era punto de encuentro de abuelos, niños y enamorados, para que los rojos pacíficos lucieran en su verdosos pelos, para que al pasar el Señor de La Cañada se sintiera orgulloso de verla allí, con su peina de palmeras esperando su llegada, para que los murguistas y chirigoteros cantaran coplillas y la hicieran reír de gozo ante la algarabía y el tronar de sus pitos y fanfarrias.

Me despedí de ella con una sonrisa por confortarla y una lágrima en el corazón, pero con la firme promesa de lo antes mentado.

A MI AMIGA DEL ALMA: EL JARDIN DE LA CARRERA.

Atentamente;

El niño Gilena.

09 agosto 2010

DE LOS PATIOS DE VECINAS.

Como bien podéis recordar, amigos míos, gran parte de la vida que en mi querido pueblo pasé, fue viviendo en la Alameda, en Ronda de la Trinidad, en los pisos que eran conocidos como los de Fajardo, en la misma acera del Pub Thamesis, la frutería de “la Malagueña” y el supermercado de Pepe, que luego sería el PRECA. Frente a las cocheras Reunidas y el bar STOP, sitios todos estos muy conocidos por todos.
Bueno, a lo que íbamos. Pues resulta, que cada uno de aquellos bloques, albergaba gran número de vecinos, de cuyos pisos tenían ventanas al interior de un holgado patio de luces, que solía ser, sobre todo por las mañanas, punto de encuentro y mentidero de las vecinas, que cada una desde su ventana, salía a airear chismorreos y chascarrillos de moda en el vecindario, al tiempo que tendían la ropa o vigilaban el puchero del almuerzo.
Era de lo más normal, a media mañana, entre olores de cocidos, potajes y pimiento frito, oír a alguna vecina, que desde el piso cuarto llamaba a la del primero, para contarle algún cotilleo, comenzando con la común frase de “niña ta entarao de lo que la pasao a….” y continuar con los típicos diálogos de vecindad, pues a lo primero, lo normal era contestar “ohi, ohi, ohi, no me diga y ezo como a cio”. Luego, entre mira esto y aquello, solían salir, una tras otra, las vecinas, uniéndose de esta forma todas a esta peculiar rueda de debate informativo, habiendo siempre alguna, que aumentaba la información con un “po yo ma enterao que…”.
Luego, tras aclarar historias y cuentos, con el pretesto de mover la comida o apartar el puchero, lentamente iban volviendo a sus rediles y su que hacer cotidiano.
Es curioso que, de este patio o corral gallinero, según se mire, recuerdo el nombre de casi todas las vecinas o al menos, de cómo se les conocía.
Así pues empezaré por mi santa madre, que era conocida por “Isabelita la de Anchoa”, para distinguirla así de “Isabelita la del tercero”. Y siguiendo la lista estaban, “Antonia la de Hocé”, “Antoñita la del Enrique”, “Antoñita la de los ocho hijos”, también conocida por “Antonia la de Fajardo”, “Amparo la de Cubero”, “Merche la de Rafa”, “Concha la del primero” y así una larga lista de Antonias e Isabelas.
Ahora recuerdo esto con añoranza, pues creo que lo de las vecinas eran relaciones que tienden a desaparecer y si bien en algunos momentos el patio de vecinas te puede llegar a aburrir o agobiar, en ocasiones de necesidad siempre había alguna que echara una mano, siendo a veces como de la familia

06 agosto 2010

DE LOS DIAS DE PISCINA


Ahora, amigo mío, cuando el calor nos atenaza y agobia, como es de natural en verano, veo a la gente huir hacia tierras más frescas, organizar viajes a lugares lejanos o el que menos, pegarse unos buenos días de solaz en el correspondiente chalercito con rica piscina privada. Entonces me viene a la memoria aquellos tiempos en los que apagábamos el tedio del verano con remedios caseros y a lo más que aspirábamos, era ir a los ríos y charcos a darnos un chapuzón. Algunos afortunados podían ir a las playas de Matalascañas o Cádiz, pero en aquella época de los 70 y 80, eso significaba un gran trabajo de logística.
Pero las más de las veces, las salidas de remojón eran a la piscina pública, que Morón, desde que tengo uso de razón, era una de las mejores de la zona, por no decir la única.
Ir a pasar el día a la piscina, era cuando menos una odisea que comenzaba el día anterior, pues de víspera se preparaba todo lo que se iba a necesitar. Por aquel entonces, raro era la familia que comía en el bar, por lo que todo el condumio era llevado desde casa. Por eso entre los pertrechos piscineros no podía faltar la nevera, repleta hasta arriba con el vino Savin, la casera y los botellines de Estrella del Sur, también la media sandia y el melón. No faltaban las fiambreras y tarteras (que no tapperware) llenas a rebosar de filetitos empanados, tortilla de “papas”, pimientos fritos y huevos duros, las “papas aliñás”, “el picaillo” y como no, alguna latilla de mejillones y berberechos, para picar con una cervecilla.
Por supuesto, para soportar semejante avituallamiento, a la piscina se llevaba una mesa de camping, o dos, acompañadas de sus correspondientes sillas plegables, para mayor comodidad del padre, la madre y la abuela. Todo esto, junto con las toallas, los flotadores de los niños y la radio, la “Supercampera 60” con pilas nuevas, era cargado el maletero del “Cuatro latas”, el “2 Caballos” o el “850” y curiosamente cabía todo.
Para la hora de abrir, ya estábamos en la cola de las taquillas y así todos cargados íbamos desfilando toda la familia por aquella rastrojera que osaban llamar césped, buscando un buen sitio de sombra de cañizo, donde poder instalar el campamento de la ONU.
Luego, felizmente y con gran algarabía saltábamos al agua. Los más pequeños a la “chica” y como mucho a la “mediana” y a la “grande” los más intrépidos adolescentes.
Y así pasábamos el día de piscina, entre chapuzón, juegos y comida dominguera.
Ya a última hora de la tarde, volvíamos a casa, cansados y chamuscados como chicharrones, pero felices y contentos de haber pasado toda la familia, un día de piscina.

POR UN PUÑADO DE EUROS

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.

Hoy quisiera comentar contigo tres adjetivos calificativos moronenses, los cuales son emblema y blasón de personas cercanas y conocidas. Y para que no haya ningún tipo de equívoco en su utilización, paso a explicar con el propósito de que no se cometan fallos en la gramática y lingüística moronera.

AGONIA: Dícese de toda persona que, habiendo amasado el suficiente dineropara estar lo que económicamente se dice bien, se obstina en seguir poniéndole numeritos sumatorios a la cartilla del banco a fuerza de trabajo, so pena de no disfrutar de tiempo parar realizar distracciones que, al común de los mortales, le resultan placenteras.

ROÑA: Dícese de aquellas personas que pertenecen a la “hermandad del puño”, la cual se precia de no pagar jamás convite, tapa o comida, a no ser que sea realizada a escote e intentando redondear la división del mismo a su favor.

FATIGA: Dícese del personal al que suele ser raro ver por fiesta o jolgorio, a menos que vaya “de pescuezo”. Normalmente siempre tiene algo que hacer ante la tentativa de tener que gastar dineros en algo que no sea la reproducción del mismo.

PENITA: Esta especie se congratula de ser mala consigo mismo, privándose de casi todos los placeres de la vida, aunque por ello tenga que pasar más de una calamidad en el comer y vestir o tener distracciones varias.


A todos los arriba mentados, pueblo mio, quisiera aclararles un par de cosas:

1º Que es necesario antes de morirse saber de color son los langostinos.

2º Que en la vida nadie se queda para simiente.

3º Que el jamón de bellota está mejor que el chopped.

4º Que no merece la pena ser el más rico del cementerio.


Nota: Ah, se me olvidaba, me he enterado que van a poner que el dinero sea como los ajos, que no sirva de un año “pa” otro.


Atentamente;

El niño Gilena

02 agosto 2010

SOPA FRIA DE TOMATES Y VERDURAS

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente, te encuentres bien. Yo, no del todo.

Esta mañana al levantarme, mi estomago estaba algo revuelto. Y digo “algo” porque solo el postre de lo cenado hizo de bálsamo a los insulsos entrantes y primeros platos con los que intentó deleitarnos la cuadragésima cuarta edición de Gazpacho moronés, que servido de malas maneras, con más invitados que sitios, y muchos de los citados con menos vergüenza que el cochino de un circo, hicieron que la ansiada reunión pareciese más un rancho cuartelario que las bodas cananitas a las que estábamos acostumbrados. En fin, como yo me critico a mí mismo cada día, ejerceré desde mi humildad en el día de hoy de crítico flamencófilo, que no flamencólogo, de la minuta presentada con nocturnidad y alevosía por aquellos que, casi sin esfuerzo, están relegando este antes áureo festival a una charlotá digna de plazas portátiles.

ENTRANTES
Ensalada guitarrera con semi acordes moronenses.
CHEF: Don FRANCISCO ANTONIO GOMEZ
Opinión: Falta de aliño, de sentimiento, corta de sal y alegría, justita de compás.
1º PLATO
Sopa de papas aliñas, habas fritas y espurgabuelles en escabeche.
CHEF: Don ALFONSO LUNA.
Opinión: Incomible, salobre, ácida, dura, ronca, torpe……
2º PLATO
Pescaito frito con guarnición.
CHEFS: Don PEPITO TORRES y su cuadro flamenco.
Opinión: Comible, transitable, populista, quepa destacar que la guarnición estuvo bastante buena, nos calentó el cuerpo.
POSTRE
Sublime de babarois con trufas blancas y hojuelas de almendra.
CHEF: Don MIGUEL POVEDA.
Opinión: Inconmensurable, fresca al paladar, en su justa medida de azucares y almíbares, fantástica y recomendable para quitar regustos insalubres de platos anteriores.

Quiero añadir desde mi corto parecer unas nimias recomendaciones a esos asistentes que malgastan sus dineros y nos hacen malgastar los nuestros, por no poder hacer a lo que se viene a un festival de estas características: a escuchar, y no a pasar una velada verbenera entre tintorros y cubaterías. Reseñarles que en la liturgia del cante, el silencio es el mejor compañero y solo le cabe un Olé!, bien templao a compás, y de corazón, cuando los bellos se templan porque lo manda el corazón.

Menos mal que, según me han contado amigos que tengo en la gloria, a Don Luis Torres Cádiz le fue imposible llegar antes de las 12.30 horas por no sé qué juerga que en los cielos había, con lo que ha dejao dicho que degustó con buen pellizco la juerga dada por su descendiente, Pepito, y sobre todo por ese Gaudí del cante de Miguelito Poveda, que hizo que se rompiera la camisilla que le quedaba, después de templar una solea empatando en la misma a esos dos fenómenos del cante de tan distinto sabor: Don Antonio Mairena y Don José Marchena.

En fin, espero que las mentes pensantes de este pueblo mío recapaciten y hagan que ese plato con cuerpo alegre y nutritivo que llevamos los andaluces por bandera, siga llamándose Gazpacho y no lo transformen en una sopa fría de tomate insulsa y de poco gusto.

Atentamente;

El Niño Gilena