28 febrero 2011

Del 28 de febrero


Andaluces levantaos, no pidáis tierra ni libertad, pues no se pide lo que te pertenece,
simplemente se coge.
Coge lo que es tuyo y trátalo con mimo y cariño. Decídete de una vez a dar el paso hacia tu futuro, creando la Andalucía que un día soñaste.
Aquel sueño maravilloso de una Andalucía libre, dueña de su destino, de su forma de vida, de sus pasiones y proyectos.
Dueña de conseguir aquello que tanto se nos ha negado siempre, en pos del beneficio de unos pocos, qué siempre han controlado nuestras vidas.
Andaluz, coge aquello que tanto necesitas, la tierra y los sistemas de producción, para aprovechar así las riquezas y recursos que te pertenecen y trátalos de forma razonable, responsable y equitativo, para que nunca te falte el trabajo ni a ti ni a ninguno de los tuyos.
No oigas los cantos de sirena que vienen de más arriba de Despeñaperros y que sólo buscan el beneficio de un puñado de privilegiados que no sienten nada por Andalucía y sólo quieren usarla como solar de diversión y sus paseos a caballo, lugar donde presumir y enseñorearse de las riquezas que nos han quitado durante siglos.
Andaluz, enorgullécete de tu pueblo y exáltalo sin menospreciar lo de los demás, pues para cada persona su pueblo y su tierra debe ser valorada y respetada por todos.
Rompe de una vez con ese servilismo al que tienen sometida a Andalucía, para que sea siempre siervo a los mandatos de los poderosos.
Despierta y abre los ojos a una Andalucía nueva, una Andalucía prospera y rica, una Andalucía de pleno empleo, respetuosa con sus tierras, sus ríos y mares, donde el trabajo duro que somos capaces de hacer sea para nuestro propio beneficio.

Que sea por una Andalucía libre, por nuestros pueblos y por la humanidad.

18 febrero 2011

EL RECICLAJE DE ANTES

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

En la tarde de ayer, mientras me merendaba el último libro de Javier Sierra, vi a mi queridísima cÓmo se disponía a salir de casa cargadita de bolsas como si viniese de las rebajas del Corte Ingles sevillano. Al preguntarle donde se dirigía de esa guisa, respondiome que a los contenedores de reciclaje, a vaciar las mil y una latitas, papeles, botes y demás mierdeces que juntamos durante la semana. Mientras la veía partir cargada como una bestia, vino a mi memoria cuando en mi mocedad tenía yo el diario trabajo de bajar la basura antes de que el tiznado camión pasase por la calle Espíritu Santo, lo que me hizo recordar que jamás baje tantas bolsas y que algunos de los días mi madre me llegó a decir: "niño, déjalo pa mañana que la bolsa está casi bacía". Esto me dio que pensar en cómo lo hacía mi madre para no juntar tanta basura, a lo que al ratillo de tener los ojos encogidos vi clara la respuesta:
“Jamás se ha reciclado tanto como lo hacían nuestras madres”. Me explico:
En mi casa, como supongo en las de los demás, se tenía una talega para ir por el pan, una chivata para la plaza o un carrito para la tienda, con lo que de bolsitas de plástico "nanai".

El agua de fregar los platos, pa que todos nos entendamos “el ojito”, era después pa bajar los sobrantes del retrete. El aseo total se realizaba semanalmente, aprovechando el agua del labao de mi padre para mí y el mío para mi hermano y el sobrante otra vez pal wáter. Mu limpio no era pero agua no se desperdiciaba.

La ropa se heredaba de grandes a chicos hasta que el grande se pudiese poner la del padre, que normalmente era una chaquetita azul que se le había quedado pequeña. Si el pantalón tenía agujeros, se le ponía un parche y en paz, si el chaleco roces, coderas y más de lo mismo y si los calcetines tomates, se zurcen y nuevos, y si todo lo demás falla se hacen tiras y trapos pal polvo o pa lavar el coche.

Los periódicos se utilizaban como improvisado papel higiénico, como base pa pintar las macetas o yesca pa encender la copa.

Los botes de Cola-cao eran tuppers perfectos pa guardar las aceitunas o en su caso pa guardar las canicas (en morón: bolas de mármol o cristal), el bombo de Colón estupendo cofre para guardar vaqueritos, clibs de Famobil y hasta algún Geiperman de añaduría. Las cajas de zapatos pa guardar botones restos de tela o pa tener un corralito de gusanos de seda.

De la comida ni te hablo, de la pringa del puchero se hacían croquetas, de los garbanzos ropa vieja, el pan duro pa los pájaros del Caslanco y las cáscaras de la fruta pa los cochinos de Raspaura, el aceite pa hacer jabón y hasta la zurrapa del café era buena pa las pelistras , o eso decía mi abuela.

Plan prever no hacía falta pues a mi padre le duro el R12 mas de 20 años, pilas solo se tiraban las de un transistor de AM, que después de meterlas más de 15 veces en el congelador para recargarlas ya no servían para nada.

Electrodomésticos se tiraban pocos porque menos había, yo creo que en 20 años no se compró en mi casa más de dos televisores, un radio, un ventilador y una minipimer pal gazpacho.
Coño, pa decirte que hasta el gato que se había comido el canario de mi padre se lo comió el perro del vecino, con lo que reciclar reciclar antes si que eran unos artistas, ya que seguían la máxima de: NO ES MAS LIMPIO EL QUE MAS LIMPIA SINO EL QUE MENOS ENMIERDECE.

Atentamente;

El niño Gilena

17 febrero 2011

De tierra y agua


Delicados pero firmes, así envuelven tus dedos la fina arcilla, qué gira en interminable movimiento sin ir a ningún lado.
Al son callado del torno, levemente golpeado por tu pie sereno,
vas dando forma a la tierra y el agua con geometrías de exuberante redondez,
que recuerdan las curvas de una hermosa mujer, pues mujer es la tierra y su sangre el agua.
Luego le darás fuego, entregándole la fuerza y la dureza para completar así, el ciclo infinito que no cesa, siendo creador y hacedor como la naturaleza.
Muchas veces ví, en mi niñez, cómo tus manos nervudas se deslizaban arriba y abajo,
conformando, como un gran milagro, aquellas cerámicas, fruto del saber ancestral y popular de nuestra tierra.
Tus manos dieron de beber al jornalero y sujetaron firmes los tesoros de la tierra, que dieron de comer a sus familias.
Sus cóncavas palmas albergaron nuestro aceite, nuestro vino y el agua fresca en la alacena.
Tus manos se pusieron sobre el fuego de las humildes cocinas,
para dar sabor de gran mesa a los guisos del obrero.

Fueron tus manos, alfarero, las que cobijaron el sencillo vivir de mi pueblo.


Dedicado a mi tío Pichichi, el último alfarero y a todos aquellos que modelaron y cuidaron las costumbres de mi tierra

08 febrero 2011

EL CABRERO

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Hoy lo he vuelto a ver, como en un cuadro costumbrista, apoyado en su pedestal de madera, su zurrón verde botella y su gorrilla desteñida por el marcar del viento. Como casi siempre, percibe más que mira, se adapta al lento pasar del tiempo con su quietud apacible. De sus labios, un críptico silbido hace entender al turco que preste atención al desvarío de las nuevas chivillas, mira al horizonte y el cielo le dice que pasara frío, que la tarde vendrá mojada por Zaframagón. Sigue mascando el cinojo que hace de cigarillo mientras echa las cuentas de las mañanas y la tardes que quedan hasta la próxima paría. El ruido de una cencerrada lo despierta del letargo y con un casqueteo de dientes y un gutural soniquete avisa al macho murciano que hoy no es día de saltos ni coqueteos. Mira al sol alto sobre la sierra y le avisa que “la hambre” manda. De la alacena de su zurrón ataja un pedazo de queso, un puñado de aceitunas prietas y un bollo de blanca miga que, entre trago y trago de Vallejo basto y diez puñaladas de albaceteña, darán paso al dulzor de la naranja pelada a puño. Mientras come, conversa con su silencio, mirando de rato en rato el trasiego del rebaño sentado en su silla de arenisca y sombreado por una chaparra vieja, ennoviada hace dos lustros con un rayo que no le trajo otro querer que la pérdida de dos ramas y un tatuaje negro de pura quemazón. La tarde se echa pronto y el camino es largo, sin pensárselo dos veces ni ser tiempo de sesteos templa un nuevo silbido y la reata de perros alerta al cabrerío de que se acabó el hierbeo y la vuelta es presta. La verea lo espera, la sombras se alargan, chispea en el carril, el cielo no miente y, mientras la venilla de tierra discurre junto a la carretera, un pitido mecánico inunda sus oídos y como siempre, pues su herencia se lo manda, saluda primero y mira después sin saber si es amigo o conocido quien con su estampa se cruza, como manda el protocolo del campo, de la honradez y del saber, que el saludo no se le niega a nadie. Dice “condios” al coto, mañana será otro día, caliente, templo o frío, el cabrero volverá a la comunión con las dehesas, los riscos, los olivares y las vereas.


Atentamente;

El niño Gilena

07 febrero 2011

De amigos y lealtades.


Como bien sabes, amigo mío, siempre fui gran amante de esos leales compañeros que son los perros. Desde que era muy pequeño, mi gran ilusión era tener un can a mi cuidado y mis sueños infantiles estaban las más de las veces protagonizados por uno de ellos. Era por eso, que siempre que en el barrio aparecía un perro callejero, en seguida lo hacía mi amigo y disfrutaba dándoles de comer y llevándolos con migo, pues sentía que me unía a ellos un lazo ancestral, qué nace en algunos de nosotros como un profundo instinto y sentir personal.No hace falta que te diga, cuanto he disfrutado con su compañía y como he intentado siempre devolverles toda la amistad que me han dado siendo incapaz de hacerles daño bajo ningún concepto. Por esta razón, cuando he perdido a alguno, mi corazón se ha sentido verdaderamente afligido y he sentido su perdida como la de un verdadero compañero.
Pero hay situaciones, en las que debemos tomar decisiones drásticas, aunque esto nos rompa el alma. En ocasiones, debemos elegir lo que sea mejor para el perro y para nuestra familia y tenemos que saber ser responsables y actuar en consecuencia.
Hace unos días, cuando mi pequeño amigo, seguramente llevado por los celos y su miedo por perder nuestro cariño y su posición en el grupo, mordió levemente a mi pequeña Daia, me di cuenta de que sólo había un camino para él y aunque eso me rompiera el corazón, tendría que hacerlo sin vacilar.
Hoy mi corazón sigue acongojado por lo que tuve que hacer y quiero ahora traerlo a este rincón para que nunca se me olvide y para que quede en mi recuerdo y en el de aquellos que lo conocieron y que incluso tuvieron que aguantar sus ladridos o sus reclamaciones de caricias y juegos.