19 noviembre 2012

EL TIO DE LAS CASTAÑAS


Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

En resultando que la otra noche dispusimos mi compadre Curro Tagua y las respectivas marcarnos un garbeito de charloteo, parada y tapa por los pagos de La Alameda, traspusimos la bocamanga de la calle Utrera para dirigirnos al susodicho pago, y en estando de distraída conversación sobre si se terminaría o no la obra de La Carrera a tiempo de no devolver los cuartos regalados para la necesaria restauración, no nos dimos cuenta, hasta que la teníamos encima, de una espesa neblina con olor de ciscada que hacía la vista impenetrable y tapaba la mitad de la calle. Las mujeres, seres estos de susto fácil, empezaron a vislumbrar la posibilidad de un fuego o incendio vecinal que formara la inmensa humareda. Nosotros, de mente más recatada, seguimos dándole a la manivela de la sesera para aventar de dónde provenía aquella manta de humos que convertía la entrada de La Alameda en una calle londinense. Los viandantes con los que nos cruzábamos iban comentado, de igual forma, lo extraño del acontecimiento, unos decían que era la quema de rastrojos, otros que olía a barbacoa feriada y los más se miraban con extrañeza ante la sabana blancuzca que lo envolvía todo.
  
Bueno, como te decía, en eso andábamos hasta que en llegando donde estaba el antiguo kiosquito de polos de La Playa, nos encontramos un tenderete propio de feria medieval colmado de castañas crudas, paquetitos de papel de estraza y un manojo de espárragos como la espalda de un tonto de pueblo. Y de comodoro de este bajel y alimentando las calderas del infierno en las que se cocían, asaban o quemaban estos redondos manjares hijas de los castaños de Parauta el buscavidas del castañero azuzaba el fogón con no se qué utensilio semi eléctrico que hacía que la olla agujereada pareciese la chimenea del Titanic y La Alameda más blanca que la pista de la Dessire un día de la fiesta de la espuma.
En fin, que mi compadre y yo nos dirigimos una mirada y repetimos una sola palabra: ALEMANIA.
 
Atentamente;
El niño Gilena



 

07 noviembre 2012

De la historia que se repite.





Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo lo acompaña;
Viene a morir a España,
Y es en Génova enterrado.

Mientras veía un reportaje en televisión, me vinieron al pensamiento estos versos del Ilustre Don Francisco, qué aunque fueron escritos hayá por el siglo XVII, pareciome inventados para este nuestro tiempo.
El reportaje en cuestión trataba el tema del camino que toma el oro del que los españolitos nos desprendemos. Me refiero a ese poco oro que podían tener las familias, esa mísera cantidad que cualquiera tendría en casa. Ese oro comprado en los tiempos de bonanza, el reloj que era del abuelo o los pendientes de coralito de la abuela. La Cruz de Caravaca que fue de la madre o la medalla de Nuestro Padre Jesús de la Cañada. Todos esos auríferos recuerdos que ahora, con los malos tiempos que corren y que han de correr, han de ir junto con los recuerdos de lo que fueron derechitos al "compro oro" más cercano y así esperando unos pocos dineros nos desprendemos de todo eso para poder llegar a fin de mes, pagar un poco más de hipoteca y que no nos echen a la calle o simplemente poder aguantar hasta que sea posible.
Y como en los versos de Quevedo, todo este oro del que se desprende el personal se va de extranjis y sin pagar un céntimo de arancel o impuesto, dormidito y tranquilito en la bodega de algún avión para Milán y de aquí, en camiones blindados hacia la rica ciudad suiza de Lugano.
No, ya se no se va para Génova, pero casi. Ahora va a Suiza, al país donde están los mayores avaros y usureros. Allí donde funden todo aquello que vendimos y lo hacen lingotes, para o maravilla, venderlos otra vez a España, donde tres o cuatro que siguen haciendo fortuna con nuestro infortunio lo compran. Sí lo compran para invertir en bienes seguros, no vaya a ser que la cosa se ponga demasiado fea y los euros o los dolares no valgan ni un cagarro. Ojala se tengan que comer los lingotes para poder sobrevivir.
Y de esta forma y otras tantas, los españolitos nos vamos haciendo más pobres, los suizos que funden el oro más ricos y los cuatro pendones que compran los lingotes, más ruines y miserables.

Ven ahora paisanos míos, como la historia siempre se repite.