27 octubre 2012

UNA VUELTA POR SEVILLA


Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

En estos días en que la otoñada calma las temperaturas de la canícula y las tardes empiezan a robarle claridad al día, gusto, siempre que puedo, desplazar mis paseos a la capital, y rememorar aquellos viajes antiguos de mi niñez, descubriendo junto a mis amigos rincones y callejuelas, percibiendo sonidos y colores de antaño y alejarme de esas nuevas y horteras sustituciones de plazas de abastos del vestir y gastar sin necesidad, que son los centros comerciales. Pues eso, andando yo por una de esas callejuelas que seguro conocerás,  empecé a escribir en el atril de mi cabeza esta prosa sin rima que seguro te trae algunos recuerdos:



"La guitarra riega el callejón con sus melancólicas notas mientras la fuente en la esquina le hace compás de agua y la siempre callada dama de noche le regala un aplauso de olores dulzones. La alfombra empedrada de la callejuela recoge el paso sin prisa del que mira sin mirar y enriquece sus sentidos mientras los espejos blancos de cal con zarcillos de malvas rojas rezan un piropo callado lento y añejo. El tiempo se vacía despacio, sin ganas de matar la otra hora, anclado por sol y sombra, anclado por sombra y sol, y en la corta lejanía la señora  siempre erguida me envuelve en un soniquete de campaniles dándome la bienvenida. El acompasado traqueteo de un coche de caballos parte el silencio en dos mientras el trino de los gorriones forcejea por abrirse paso en este coro melancólico de bucólicas imágenes.

A lo lejos, una voz sin nombre eleva al viento una copla añeja sin esperar ser escuchada, sin esperar ser regalada con palmas ni oles, solo es una pincelada mas de ese lienzo insuperable de Sevilla."



PD. Dedicada a aquellas visitas a Sevilla de nuestra niñez donde detrás de cada rincón nos esperaba una sorpresa y una emoción.

Atentamente;

El niño Gilena

13 octubre 2012

LAS MAQUINITAS

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Esta mañana, al ir a realizar mi paseo vespertino por los pagos de La Alameda, quedé fijándome en un mozalbete sentado en un banco, supongo que a la espera del coche de línea que lo traspusiera hacia la capital.
Al pasar a su lado lancé el siempre compuesto “güenos días” al cual el mentado contestó sin quitar los ojos de una maquinita o teléfono de estos modernos donde inviertes, gastas o malgastas tiempos de aburrimientos o momentos sin distracción. Pensando en esto vinieron a mi memoria aquellos tiempos donde los de mi quinta empezamos a dejar de lado trompos, canicas y balones de reglamento, y fue creándose un nuevo divertimento con el que distraernos en horas de asueto.

Y es que nuestra generación ha sido la primera que dio el salto de los juegos, llamemosles mecánicos, a los también llamemosles electrónicos. Quién no recuerda aquellas primeras máquinas alojadas en bares y tabernas donde, por el módico precio (visto desde ahora) de un duro, dos líneas y un palito enfrentaban a los mejores amigos a un desafió de tenis con mucha imaginación. Y cuántas alcancías se comieron aquellos marcianitos de la playa, mientras te hacías un hueco en los mas diestros de la palanquita y el botón. Cuántos cates y horas lectivas se llevaron las maquinitas de Los Cuatro Caminos y el Tetris de La Carreta. Pero el sumun y coliseo de los electrónicos engendros siempre fue el salón recreativo, unas veces alojado en la calle Utrera y otra, y esta la más duradera, en el Pozo Nuevo, a imagen de los antiguos salones del más añejo Far West. Lo más granado de la sociedad juvenil hallábase siempre de guardia o como mero espectador ante la embrujadora pantallita, perdiendo las moneditas de cinco duros o ideando la fórmula de que la partida fuese más barata, ya fuese con arandelas del 0,5 rodeando un durillo de los de Franco o apagando la alimentación de la máquina y quejándose al encargado de una falta de fluido ocasional.

La verdad es que allí se crearon grandes adalides, seguidos y reverenciados por los miradores sin recursos, observando cómo por el precio de una partida estaban casi una hora matando muertos del Gost and Goblins, o apretujando fantasmitas con bolas de nieve.

En fin, te comento esto pues cuando ahora decimos “hay que ve los niños de ahora con los móviles y las maquinitas” debemos recordar los niños de antes, cuando pasábamos las tardes muertas entre echar una partida al comando o jugarnos la cara virtual al Estret Figter. Cosas de viejos, como le digo a mi compadre Paco.

Atentamente;
El niño Gilena