28 diciembre 2015

Cavilaciones en mi azotea.



Pues resulta, amigo mío, que estamos en navidades y ya sé que ahora tocaría hablar de que fiestas tan entrañables y que bonitas eran aquellas de nuestra infancia o de cuando éramos jóvenes y montábamos la fiesta en la calle Victoria, con el Yumi y demás, ¿te acuerdas?.
Pero se me vienen a la azotea otros pensamientos, no menos interesantes y que he observado desde hace tiempo.
Ocurrió uno de estos días, que la parienta mandome a hacer recado a Pamplona. Como estaba de fiesta y voy en moto, para ir al centro lo tengo chupado y hago todo en un “voleo”. Así que como era temprano y hacía fresco, dejé la moto alejada del objetivo pretendido y aproveché el tercio para darme un paseo por el viejo Pamplona. Como bien sabes, soy de caminar lento en estos casos y disfruto como niño observando el trasiego diario de la ciudad que despierta, de escaparates de comercios que levantan sus persianas y encienden sus luces y como no, entretenerme con esas tiendas de toda la vida. Pero hete aquí, amigo mío, donde viene la cosa y hasta se me mudó el semblante al comprobar que a cada paso que daba, la vieja Pamplona estaba cambiando y cada vez veía más establecimientos cerrados. Comercios de los de siempre, que han sucumbido ante el cambio de estilo de vida y lo único que muestran en su escaparate es el cartel de “SE VENDE”. Sólo alguno resiste el expolio comercial, alguna ferretería allí, una droguería aquí o una vieja tienda de ropa, de esas donde puedes comprar desde un calzoncillo “güevero” a una boina para cubrir la testera.
Fue entonces cuando me vino al recuerdo todos aquellos comercios moronenses desaparecidos. Aquellos que cada vez que voy por Morón, ya falta alguno y el que resiste, a duras penas se les ve manteniéndose a flote.
Amigo, nos han quitado algo de nosotros mismos y no nos hemos dado cuenta. Nos han robado la vida de nuestros pueblos y ciudades en pos de un modelo de vida deshumanizado, cargado de prisas y consumo compulsivo, donde lo que importa es la última adquisición de moda. Darse una vuelta por el centro de una ciudad es como darse una vuelta por una inmobiliaria o en el mejor de los casos por un barrio chino o un bazar turco.
Tantos comercios desaparecieron ya y otros tantos cambiaron y se convirtieron en horribles tiendas de moda, de esas que hay expandidas por centros comerciales y que hacen que nuestros jóvenes no sean más que calcos unos de otros.
Hasta nuestra librería favorita desapareció y no sabes que desilusión me llevé hace un par de semanas, cuando paseando con mis hijos por las calles moroneras, me encontré con un local vacío, de escaparate solitario y desolado, donde ya sólo quedan imágenes neblinosas de un pueblo perdido.

26 noviembre 2015

LA ALACENA DE OTOÑO



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Si algo hay que me guste de la estación en la que se caen las hojas es el cambio que se produce en el fondo de alacena, me explico:

Nada mas meternos en la primera luna del otoño ya tenemos unas aceitunas moronas aliñadas por mi padre, a las que siguen unas gordales moras zajadas y con aliños de ajo.

El zumo de las perlas del olivo nos regala licor nuevo, de verdor intenso y gusto entre picón y afrutado, inmejorable para mojar un buen bollo calentito.

El tinto de verano deja de tener apellido y los olorosos y afrutados dejan un poquillo al lado a su prima, la cerveza.

Los pimientos son sustituidos por lechugas de todas formas y colores, los tomates del picadillo dejan sitio a los apios en salpicón, las berenjenas pasan a mejor vida y prestan su lugar a las coles y lombardas. Las habichuelillas desertan de las ollas y prestan su lugar a guisantes y a puerros de cuello largo.

Los aliviados guisos de verano se tornan en potajes con todos su avíos, con algunos rosarios de chacinas coripeñas entre sus tropas y media librita de tocino entreverao, que hacen de delicioso continuar, entre machaque y machaque, de una boba de buen mihajón.

Los espárragos de las sierra de San Juan se prestan a “arrebujarse” con un par de huevos, creando un manjar de supremacía campestre. Y qué decir de un guisito de tagarninas con su pimento y su pan majao…

Los melones y sandias pasan a mejor vida, para darle prestancia a las naranjas wachis del Torrejón, las “granás” del huerto Las Monjas” y algún membrillo para hacer compota.

La castaña asada, cruda o pilonga es el mejor caramelo otoñal que podamos degustar, y con una batata cocida o asada con su poquito de azúcar de tapadera dan al goloso el mejor de los descansos.

Los helados aguardarán hasta pasada la Semana Santa y toman relevancia las milhojas de “anca Cabrera”, las pastafloras de “anca Parrilla” y las sultanas de la plazoleta Meneses.

Lo dicho, lo que toca toca, así que nada mejor que vestir nuestra alacena con aires de otoño.

He dicho.


El niño gilena

25 noviembre 2015

Cavilaciones en mi azotea.



Breves pinceladas escritas.

Soñé que soñaba con ser un niño.
Niño sonriente en fuente clara
Frescor de rocío y brisa blanca
Sus pies en la pila se refrescaban
Era su risa canto de la mañana
Su mirada fuerza amarga.
Eres tú, mi alma
Lo más hermoso que me abraza.
Eres tú, claridad mía
Lo que la vida me regala.
(A mi querido Oier, siempre rebosante de alegría)
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Hay una hermosa flor en mi vida
Con ojos claros como el día,
Con sonrisa fresca y graciosa,
Penden de su pelo dorados aromas
Tiene nombre de fuente fresca
De limpio amanecer.
Tiene nombre de sueño y corazón
De sentimiento y pasión.
(Para Daia, mi pequeña)
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Son chirigotas y comparsas
Cuartetos y coros
Son risas y alborozos
Son el sentir de la vida que pasa.
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Reflejo de una pared encalada
Pasiones enmascaradas
Sentimiento y razón tapada
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 Pequeño hueco de una ventana
A la sombra de una pared encalada
¿Qué detrás de su reja guarda?
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Azahar de un naranjo de mi pueblo
Naranjo amargo de verde recuerdo
Piensa en mí cuando este lejos.
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14 noviembre 2015

EL SILLON DEL VALME





Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Cuentan los libros de historia que estando otorgada la regencia a la reina María Cristina allá por los lejanos años de mil ochocientos treinta y cuatro, el gobierno liberal moderado de Francisco Martínez De la Rosa aprobó un decreto el cual suprimía definitivamente la inquisición. Pero, claro está, en un país donde nos gusta lo añejo, lo rancio y de tradición costumbrista siempre hay alguien que echa de menos las viejas artes del arcaico y terrorífico tribunal de la fe, y para dar fe, valga la redundancia, de ello podemos consultar a cualquiera de tus paisanos que haya tenido por algún  motivo que pasar la noche en el hospital de Valme, me explico.


Cuando llegas a la habitación espartana y después de las buenas tardes y preguntas de rigor al enfermo y acompañantes, miras a un rincón y está ahí esperando la muda noche donde, con paciencia, realizará su horrible trabajo de descomponerte huesos y tendones y hacerte saber que dispones de músculos que no conocías y que, tras el largo manto de la negrura, te dolerán y se contraerán de formas tan insospechadas que, por mucho que haya avanzado la medicina, no te los cura ningún ungüento.


Para tener un recuerdo perpetuo no solo en las carnes, está tintado de un color peculiar, difícil de encontrar en otro artefacto o prenda. Yo me he atrevido a llamarle azulón Valme. Por otro lado, por mucho que lo intentes es incapaz de ser silencioso o comedido, alertándonos con un gruñido ferroso cada vez que, sin conseguirlo, intentamos modelar su posición.


Yo como siempre, de natural curioso, intenté durante más de cuatro días buscar alguna marca de cantería o símbolo que indicara su procedencia o fabricación, mas que nada por saber en los m….. de quién me estaba cagando pero no obtuve recompensa con lo que tuve que dar por zanjada la tarea.
En fin, que por mucho que hayan pasado los almanaques desde aquel año treinta y cuatro del siglo diecinueve todavía, si se busca, podremos encontrar algunos hermanos o primos lejanos de aquellos potros de alargamiento de la cuna de Judas  o Cepos, en un sitio tan cercano como el hospital de Valme.

He dicho.


El niño gilena

29 octubre 2015

Cavilaciones en mi azotea.



Hoy no puedo menos que venir a este rincón para ser heraldo y vocero de una buena nueva. Como si de la primavera se tratase, este otoño se enciende de luz para anunciar el nacimiento de una pequeña estrella. Estrella del Sur que ilumina el alma de mi querido y gran amigo, el Niño Gilena.
Sirvan pues estas líneas para lanzar un brindis por esta pequeña flor andaluza, que viene al mundo rodeada de esperanzas e ilusiones. Que el aroma de los campos del otoño andaluz te envuelvan y den fortuna.
Que el  suave y alegre toque de una guitarra recorra con la brisa las calles de mi pueblo y que sus notas se difuminen por los rincones y callejas, por torres y jardines, que vallan contando que hay un nuevo lucero en el firmamento. Que hoy brillen más que nunca San Miguel y la Torre Gorda, la Carreara y la Alameda.
A esta niña, llévale guitarra con el vibrar de tus cuerdas olor de campiña y aromas de sierra, vientos frescos de las marismas y las costas.
Llévale de mi  parte sones de dehesa y encinares, de las suaves dunas de arena, de las grises  rocas del monte y las azules aguas del mar. No te olvides de los sones de poetas y cantaores, colores de volantes que bailan al viento, de palabras quedas tras una reja que hablan de amor, de promesas y de ilusión.
Llévale también rumores de Guadalquivir que por Sevilla pasa y que le regale con colores de ciudad milenaria, de calles luminosas que parecen sacadas de un encantado pincel, donde un pueblo canta, llora y ora siempre con la misma devoción.
Haz que suenen tus entrañas guitarra, llévale de mi parte alegría, vida y pasión. Pasión de Andalucía.  

18 octubre 2015

ER CHIQUICHANCA



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

No hace mucho, andaba el que suscribe enfrascado en una conversación con la mejor amiga de un amigo sobre uno de los personajes que seguro que cualquier moronero que se precie de serlo conoce o, en el peor de los casos, lo porta en su blasón de hidalguía como título nobiliario: “Er chiquichanca”.

En primer lugar, debemos explicar que el gen  chiquichanca, aunque es portado desde el nacimiento, necesita una reacción producida por el sexo contrario para que muestre su máximo poder de expresión.

El chiquichanca, y sólo voy a hacer referencia a la variante masculina, muestra una cualidad innata al servilismo por miedo a la represalia o al mal gesto de la parte contraria, normalmente y no se sabe porqué la pareja del chiquichanca observa, intuye o percibe cuándo este se encuentra en el punto adecuado de su maduración para comenzar la doma.

Ésta suele empezar, como todo educador sabe, con órdenes sencillas y reglas de compromiso casi comprensibles: “tráete el pan cuando regreses del trabajo”;  “no llegues tarde, este fin de semana vamos a ver a mis padres”...

Con posterioridad y,  viendo la mansedumbre de la criaturita, la cosa empieza a acomplejarse o entra en la segunda fase: “cuando vengas del trabajo te pasas por el Mercadona”; “si quieres ver er futbol lo ves en casa… si no es a la hora del Sálvame”;  “déjate de botellines y vente pa aca”…

En la tercera fase es cuando ya empieza a ponerse la cosa complicada y entra fuerte el factor sicológico: “déjate de amigotes y de bares… tú con quien tienes que estar es con tu mujer y tus hijos”; “y eso ¿pa qué lo has comprao? tonterías es lo que tú tienes na ma…anda y descambia eso”…
La cuarta parte es cuando ya puede empezar a sentirse que el chiquichanca está maduro: “niño, lleva a tus hijos a ver a los abuelos cuando vayas al Carrefour que yo tengo que ir a la peluquería a echarme un tinte”; “¿tus amigos? tus amigos tontos tos”; “pa una vez que has limpiao tú… yo que estoy echa una esclava”; “po si quieres una camisa te la planchas tú con los güe”…

La  fase final o la pletórica en chiquichanquez es cuando ya no hace falta dar órdenes, la sumisión es total, la criatura trabaja, plancha, lava, cose, saca a los niños y está alerta a que su señora no se enoje por alguna falta cometida.. sin querer, claro está. Atrás quedan ya los momentos de charla con los amigos tras un café o el paseo comentando la película o el partido, lejos quedan los tiempos donde se compraba alguna prenda por gusto y no por precio, porque claro está ni se le ocurra decir algo sobre el color de la camisa que le ha traido su mujer del mercadillo, de las quedadas con amigos se acuerda muy lejanamente como algo que alguna vez hizo, pero no, eso no está bien, eso es pecado, que me lo ha dicho mi mujer.

Atentamente,


El niño Gilena

18 septiembre 2015

REQUIEN POR CAMPANITA



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien,  yo bien,  gracias a Dios.

Aprovechando el respiro que las cabañuelas nos daban en este verano de horno panaero, decidimos mi amigo Carlos y el que suscribe darse una “güertecita” bicicletera por los andurriales cercanos a la sua de Morillo con lo que, con más ganas que fuerzas, cogimos Fontanal adelante, charlando entre pedaleos sobre si el agujero de la sierra, que no paraba de mirarnos, estaba más grande que el año pasado, o por lo menos eso me parecía a mí.

Total que tras muchas “güertas” de piñón y girar en el cruce de El Coronil nos dispusimos a entrar por aquellos carriles jalonados de eucaliptos y cardanchas, cuando por el rabillo del ojo me dí cuenta que una de las puertas laterales de la venta Campanita estaba abierta de par en par con lo que, picado por la curiosidad, decidimos acercarnos a comprobar de primera mano el abandono de aquel lejano centro gastronómico de la tostada con manteca. Sorpresa morrocotuda al comprobar que si malo estaba el exterior, el interior no distaba mucho de una mezcla entre osera asturiana y chatarrería de las “tresmil”.

Tras un paseo por sus ya desvencijadas dependencias y otro poco de huroneo por los exteriores de la misma, sentí una punzada entre dolor y nostalgia que supongo que los que cargan como yo más de cuarenta primavera podríamos compartir, ya que vinieron a mi memoria los desayunos con mi padre entre charlas de cacerías, las merendolas domingueras con un porte de pasteles traídos de la calle Nueva, la espera aburrida para coger el columpio o la recompensa del balanceo continuado hasta que alguien con más o menos buenos modos te ponía los pies en la tierra. Quién no ha jugado con los perrillos rateros que por allí pululaban o ha recogido caracoles mientras sus padres se solazaban con la pitanza.

En fin, que con estos recuerdos en mente le volvimos las jorobas a las camellas y con peor paso del que traíamos dijimos hasta siempre a la venta Campanita, que Dios tenga en su gloria. No obstante, y no se si sería mi imaginación, al alejarnos pareciome escuchar una voz en la lejanía que exclamaba la siguiente sentencia:

……Pachanga valiente que nadie te gane……..

Atentamente;


El niño gilena

17 septiembre 2015

CAVILACIONES EN MI AZOTEA. LAS FERIAS DEL "ANCHOA"




Las ferias del Anchoa.
Pues sí, llega por fin una feria más y otra que me voy a perder, pero bueno, yo sé que mis amigos se tomarán alguna que otra manzanilla a mi salud y además ya me han empezado a enviar fotos del montaje de la feria y que recuerdos me traen.
Pero quería aprovechar estas fechas para dedicarlas al que fuera un casetero como ninguno, aunque ahora la feria ni la pise. Durante veintitrés  años consecutivos montó caseta en la feria, aquella que seguro que los de mi generación recordarán.  Los que fuimos niños en los 70 y 80, seguro que pasamos por la caseta de la fábrica de cementos, la de Cementos del Atlántico, la que organizó “el Anchoa”, mi padre.
Muchos pasaron por aquella caseta para trabajar y sacar algunos dineros que ayudaran en la economía familiar, pero ninguno estuvo de forma ininterrumpida desde su fundación hasta la que no se montó más.
Esos compañeros de la fábrica que se juntaban al terminar agosto para empezar a preparar y luego para levantar la caseta. Cuantos nombres me vienen a la memoria ahora, que junto al “Anchoa” se juntaban para trabajar, Manuel Ramos, mi cuñado Antonio, Berenjeno, el Litri, Plata, Zambrano, hasta yo muchos años trabaje en la caseta cuando fui joven.  Nombres de compañeros de mi padre que pasaron por tantas ferias y que yo observaba con admiración, pues  los veía fuertes y resolutivos, al tiempo que reían en el trabajo duro que se concentraba en tantas tardes de calor.
Hubo años buenos y otros no tantos e incluso alguno con peligro de desaparecer, pero el tesón del Anchoa lograba que saliese adelante un año más. Hasta que un año mi padre dijo que estaba ya cansado y las ferias eran ya diferentes, así que se terminó.
Muchos y gratos recuerdos tengo de aquellas ferias, en las que todo era más simple y sencillo. Tiempos en los que la fiesta se vivía mucho de día, a otro ritmo.
Sea como sea, hoy dedico mi cavilación a mi querido feriante, a mi padre, “el Anchoa”.