18 septiembre 2015

REQUIEN POR CAMPANITA



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien,  yo bien,  gracias a Dios.

Aprovechando el respiro que las cabañuelas nos daban en este verano de horno panaero, decidimos mi amigo Carlos y el que suscribe darse una “güertecita” bicicletera por los andurriales cercanos a la sua de Morillo con lo que, con más ganas que fuerzas, cogimos Fontanal adelante, charlando entre pedaleos sobre si el agujero de la sierra, que no paraba de mirarnos, estaba más grande que el año pasado, o por lo menos eso me parecía a mí.

Total que tras muchas “güertas” de piñón y girar en el cruce de El Coronil nos dispusimos a entrar por aquellos carriles jalonados de eucaliptos y cardanchas, cuando por el rabillo del ojo me dí cuenta que una de las puertas laterales de la venta Campanita estaba abierta de par en par con lo que, picado por la curiosidad, decidimos acercarnos a comprobar de primera mano el abandono de aquel lejano centro gastronómico de la tostada con manteca. Sorpresa morrocotuda al comprobar que si malo estaba el exterior, el interior no distaba mucho de una mezcla entre osera asturiana y chatarrería de las “tresmil”.

Tras un paseo por sus ya desvencijadas dependencias y otro poco de huroneo por los exteriores de la misma, sentí una punzada entre dolor y nostalgia que supongo que los que cargan como yo más de cuarenta primavera podríamos compartir, ya que vinieron a mi memoria los desayunos con mi padre entre charlas de cacerías, las merendolas domingueras con un porte de pasteles traídos de la calle Nueva, la espera aburrida para coger el columpio o la recompensa del balanceo continuado hasta que alguien con más o menos buenos modos te ponía los pies en la tierra. Quién no ha jugado con los perrillos rateros que por allí pululaban o ha recogido caracoles mientras sus padres se solazaban con la pitanza.

En fin, que con estos recuerdos en mente le volvimos las jorobas a las camellas y con peor paso del que traíamos dijimos hasta siempre a la venta Campanita, que Dios tenga en su gloria. No obstante, y no se si sería mi imaginación, al alejarnos pareciome escuchar una voz en la lejanía que exclamaba la siguiente sentencia:

……Pachanga valiente que nadie te gane……..

Atentamente;


El niño gilena

17 septiembre 2015

CAVILACIONES EN MI AZOTEA. LAS FERIAS DEL "ANCHOA"




Las ferias del Anchoa.
Pues sí, llega por fin una feria más y otra que me voy a perder, pero bueno, yo sé que mis amigos se tomarán alguna que otra manzanilla a mi salud y además ya me han empezado a enviar fotos del montaje de la feria y que recuerdos me traen.
Pero quería aprovechar estas fechas para dedicarlas al que fuera un casetero como ninguno, aunque ahora la feria ni la pise. Durante veintitrés  años consecutivos montó caseta en la feria, aquella que seguro que los de mi generación recordarán.  Los que fuimos niños en los 70 y 80, seguro que pasamos por la caseta de la fábrica de cementos, la de Cementos del Atlántico, la que organizó “el Anchoa”, mi padre.
Muchos pasaron por aquella caseta para trabajar y sacar algunos dineros que ayudaran en la economía familiar, pero ninguno estuvo de forma ininterrumpida desde su fundación hasta la que no se montó más.
Esos compañeros de la fábrica que se juntaban al terminar agosto para empezar a preparar y luego para levantar la caseta. Cuantos nombres me vienen a la memoria ahora, que junto al “Anchoa” se juntaban para trabajar, Manuel Ramos, mi cuñado Antonio, Berenjeno, el Litri, Plata, Zambrano, hasta yo muchos años trabaje en la caseta cuando fui joven.  Nombres de compañeros de mi padre que pasaron por tantas ferias y que yo observaba con admiración, pues  los veía fuertes y resolutivos, al tiempo que reían en el trabajo duro que se concentraba en tantas tardes de calor.
Hubo años buenos y otros no tantos e incluso alguno con peligro de desaparecer, pero el tesón del Anchoa lograba que saliese adelante un año más. Hasta que un año mi padre dijo que estaba ya cansado y las ferias eran ya diferentes, así que se terminó.
Muchos y gratos recuerdos tengo de aquellas ferias, en las que todo era más simple y sencillo. Tiempos en los que la fiesta se vivía mucho de día, a otro ritmo.
Sea como sea, hoy dedico mi cavilación a mi querido feriante, a mi padre, “el Anchoa”.