06 julio 2015

MONTONES Y ESTAMPITAS



 Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios

Uno de los buenos recuerdos que tengo de mi anciana infancia es el de los coleccionables de estampitas. Recuerdo con cuánta ilusión apretabas el duro con el que comprar en el quiosco el álbum del momento y abrir los sobres hasta ver qué estampitas eran las que te habían tocado. Luego, nos íbamos al colegio con el taco de los "repes" cogidos con una gomilla, para cambiarlos en la hora del recreo o jugárnoslos a los montones en un improvisado casino en algún sardiné a la sombra. ¡Y no daba coraje ni nada tener cincuenta iguales del mismo y ninguno de los dos o tres que faltaban para completarlo! La verdad es que nunca terminamos ninguno, aunque siempre existía la leyenda urbana de que un amigo de un amigo había comprado un sobrecito en un kiosco del pantano y le había salido la estampita que a todo el mundo le faltaba, es decir, el Cardeñosa de turno, la imagen de Bambi, Marco con su madre o Heidi con su abuelo.
Una cosa sí teníamos clara y es que una vez olvidado el álbum en curso la ilusión volvía rápidamente con las nuevas estampitas de la serie de moda o la liga que estaba a punto de comenzar. Siempre me pregunto qué habrá sido de aquellas estampitas, supongo que desaparecieron en alguna limpieza general a las que mi madre siempre ha sido una gran aficionada.

En fin, aficiones que nos iniciaron en el arte del trueque y que hicieron que algunos de nosotros fuésemos verdaderos crupiers del acerao.

Atentente;

El niño Gilena.