29 octubre 2015

Cavilaciones en mi azotea.



Hoy no puedo menos que venir a este rincón para ser heraldo y vocero de una buena nueva. Como si de la primavera se tratase, este otoño se enciende de luz para anunciar el nacimiento de una pequeña estrella. Estrella del Sur que ilumina el alma de mi querido y gran amigo, el Niño Gilena.
Sirvan pues estas líneas para lanzar un brindis por esta pequeña flor andaluza, que viene al mundo rodeada de esperanzas e ilusiones. Que el aroma de los campos del otoño andaluz te envuelvan y den fortuna.
Que el  suave y alegre toque de una guitarra recorra con la brisa las calles de mi pueblo y que sus notas se difuminen por los rincones y callejas, por torres y jardines, que vallan contando que hay un nuevo lucero en el firmamento. Que hoy brillen más que nunca San Miguel y la Torre Gorda, la Carreara y la Alameda.
A esta niña, llévale guitarra con el vibrar de tus cuerdas olor de campiña y aromas de sierra, vientos frescos de las marismas y las costas.
Llévale de mi  parte sones de dehesa y encinares, de las suaves dunas de arena, de las grises  rocas del monte y las azules aguas del mar. No te olvides de los sones de poetas y cantaores, colores de volantes que bailan al viento, de palabras quedas tras una reja que hablan de amor, de promesas y de ilusión.
Llévale también rumores de Guadalquivir que por Sevilla pasa y que le regale con colores de ciudad milenaria, de calles luminosas que parecen sacadas de un encantado pincel, donde un pueblo canta, llora y ora siempre con la misma devoción.
Haz que suenen tus entrañas guitarra, llévale de mi parte alegría, vida y pasión. Pasión de Andalucía.  

18 octubre 2015

ER CHIQUICHANCA



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

No hace mucho, andaba el que suscribe enfrascado en una conversación con la mejor amiga de un amigo sobre uno de los personajes que seguro que cualquier moronero que se precie de serlo conoce o, en el peor de los casos, lo porta en su blasón de hidalguía como título nobiliario: “Er chiquichanca”.

En primer lugar, debemos explicar que el gen  chiquichanca, aunque es portado desde el nacimiento, necesita una reacción producida por el sexo contrario para que muestre su máximo poder de expresión.

El chiquichanca, y sólo voy a hacer referencia a la variante masculina, muestra una cualidad innata al servilismo por miedo a la represalia o al mal gesto de la parte contraria, normalmente y no se sabe porqué la pareja del chiquichanca observa, intuye o percibe cuándo este se encuentra en el punto adecuado de su maduración para comenzar la doma.

Ésta suele empezar, como todo educador sabe, con órdenes sencillas y reglas de compromiso casi comprensibles: “tráete el pan cuando regreses del trabajo”;  “no llegues tarde, este fin de semana vamos a ver a mis padres”...

Con posterioridad y,  viendo la mansedumbre de la criaturita, la cosa empieza a acomplejarse o entra en la segunda fase: “cuando vengas del trabajo te pasas por el Mercadona”; “si quieres ver er futbol lo ves en casa… si no es a la hora del Sálvame”;  “déjate de botellines y vente pa aca”…

En la tercera fase es cuando ya empieza a ponerse la cosa complicada y entra fuerte el factor sicológico: “déjate de amigotes y de bares… tú con quien tienes que estar es con tu mujer y tus hijos”; “y eso ¿pa qué lo has comprao? tonterías es lo que tú tienes na ma…anda y descambia eso”…
La cuarta parte es cuando ya puede empezar a sentirse que el chiquichanca está maduro: “niño, lleva a tus hijos a ver a los abuelos cuando vayas al Carrefour que yo tengo que ir a la peluquería a echarme un tinte”; “¿tus amigos? tus amigos tontos tos”; “pa una vez que has limpiao tú… yo que estoy echa una esclava”; “po si quieres una camisa te la planchas tú con los güe”…

La  fase final o la pletórica en chiquichanquez es cuando ya no hace falta dar órdenes, la sumisión es total, la criatura trabaja, plancha, lava, cose, saca a los niños y está alerta a que su señora no se enoje por alguna falta cometida.. sin querer, claro está. Atrás quedan ya los momentos de charla con los amigos tras un café o el paseo comentando la película o el partido, lejos quedan los tiempos donde se compraba alguna prenda por gusto y no por precio, porque claro está ni se le ocurra decir algo sobre el color de la camisa que le ha traido su mujer del mercadillo, de las quedadas con amigos se acuerda muy lejanamente como algo que alguna vez hizo, pero no, eso no está bien, eso es pecado, que me lo ha dicho mi mujer.

Atentamente,


El niño Gilena