18 marzo 2016

UN DOMINGO CUALQUIERA






Estimado Pueblo:


Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.


Los que andan como yo, que les quema la cama y no son de esperar el sol en decúvito supino, nos encanta el domingo de buena mañana darnos un paseito por las tranquilas ruás, en busca de uno de los manjares de pobre que, con el pasar de los años, sigue haciendo las delicias de jóvenes, viejos y niños: “Los tejeringos”, aunque ya en desuso esta arcaica palabra, ya sustituida por la más actual: Calentito.

Pues eso, medio vestido, con ropa informal, chándal, pantalón flojito o calzonas, si el tiempo lo permite, empieza el primer dilema: pa dónde tiro, ¿pa la alameda? No, que allí hay mucha gente, ¿pa la plaza? No, que allí no hay de papas...Total, que por cercanía y variedad me dirijo enfrente de la antigua barbería de Tirillas, dispuesto a realizar la susodicha compra. Al llegar empieza el antiguo ritual con un sonoro “buenos días” y un antiguo “quién da la vez”. Una vez contestada la pregunta, te distraes durante la espera en calcular cuánto te llevas, y este sí que es un problema pues siguen siendo unos de los productos que se expenden a ojo de buen jeringuero, o ¿alguien sabe si un euro de calentitos es mucho o poco?... En fin, que haciendo un recuento fácil con los dedos y diciendo mentalmente: ...mi mujer, mi suegra, mi niña y yo y algunos que sobren para la merienda aunque me los coma fríos... decido arrearme dos euritos de calentitos, uno de papas y otro de rueda, pero claro está, ahora empieza el segundo dilema: a mi mujer le gustan pasaditos, a mí me gustan crudos, a mi suegra le gustan de los dos... da igual, Dios proveerá y en espera que me toque la porrita, que no se sabe porqué pero es un manjar de dioses, espero pacientemente entre banales charlas del tiempo que la vez sea para mí.

Siempre me ha gustado observar con qué maestría manejan los palos los jeringueros pues parece que están comiendo shusi pero a lo bestia. Recuerdo también cuando el jeringuero, con su instrumento mitad embudo mitad lavativa y con una presión sobaquera, pintaba en el renegrido aceite ese laberíntico anagrama de harina, agua y levadura con el que todos nos chupábamos los dedos, pero eso ya es tiempo pasado. Total, que entre estos pensamientos oigo la mágica vez que dirigiéndose a mí me dice: ¿Cuánto le pongo Maestro?. A la respuesta de “dos euritos bien despachaos que son par campo”, la hábil mano de la jeringuera me llena dos papeles de estraza en lo que su pericia de pesaje admite que son las cantidades correctas, con lo que con los dos papelones en la mano y una sonrisa de oreja a oreja atravieso La Carrera en dirección a mi casa, claro está, no sin antes hacer una cata a cada papelón por rememorar aquellos catadores romanos que comprobaran la salubridad del producto. Ya vendrá después el bicarbonato con las rebajas.


En fin, hay que ver la alegría que mete en tu casa dos euros de calentitos en un desayuno dominguero.

Atentamente;


El niño Gilena