La torre de San Miguel quisiera ser hoy más alta
pa podé ver tu hechura al pasear por la plaza.
Las almenas del castillo lloran de pena amarga
por no escuchar ahora tus risas, cuando la tarde se alarga.
El sol no quiere acostarse antes de ver tu figura
asomá a la casa puerta mientras esperas la luna.
El viento te piropea silbando su fresco velo,
avivando los perfumes del azahar de tu pelo.
Con un cuerpo de guitarra y ojos color aceituna,
con los andares de reina, mujer, como tú ninguna.
Háblame por soleá, mírame por alegrías.
quiéreme por seguidillas, bésame por bulerías.
Que revienten los azahares al pasear por La Alameda.
Que se apaguen los faroles al desandar La Carrera.
Que te canten los jilgueros asomaos a las azoteas.
Que salgan toas las estrellas cuando tu estés a mi vera.
En el rigor del invierno, en otoño o primavera,
de corto, de faralaes, de mantilla o como quieras.
Que esta mujé que aquí veis señorear de esta manera,
esta mujer, sí señores, esta mujer es moronera.
El niño Gilena
25 diciembre 2010
NAVIDAD
Estimado pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, a Dios gracias.
Pues sí, ya ha empezado y no como nos quieren hacer creer, con costumbres anglosajonas. Por lo menos para los que somos costumbristas, la navidad no empieza hasta el único día en el año que lo gordo es bello, y sobre todo, si te cae encima y te quita de penas y fatiguitas.
Siempre que empieza esta temporada comienzan las deserciones sobre si gusta o no gusta esta época del año. Pues a mí sí, sí que me gusta y supongo que será de lo arraigado que tengo los recuerdos de aquellas navidades hogareñas de palomitas de aguardiente y tortitas de polvorón, de aquellos recorridos a casa de los parientes en busca del aguinaldo bendito para saciar mi sed de Pulgarcitos, Tbos y Tío vivos, o cómo esperaba que mi padre se personara con la caja de mantecados estepeños de esos que, aparte de buenos, traían un parchís acartonado o unas piececillas de ajedrez chicas como ellas solas.
Qué buenos recuerdos me traen estas fechas de aquellos paseos por delante del escaparate de los plásticos del Pozo Nuevo, mirando aquellos Madelman con traje de buzo, los fuertes de Comansi y los juegos reunidos Geiper, esperando que los reyes magos no tuvieran en consideración mis correrías diarias y se dejasen caer con algo más que carbón. Y qué decir de esa noche buena de pavo en salsa, sopita de picadillo y melocotón en almíbar, rodeado de mi familia, coreando villancicos con pandereta y botella de anís por percusión del concierto.
Para finalizar el año, todos frente al Grundig, con once uvas en el plato y una en la mano discutiendo si lo que escucha mi padre son los cuartos o, como dice mi madre, es la tercera de las campanadas. Al final, algunos sobrándole y otros faltándole, nos repartimos besos y abrazos deseándonos feliz año y abriendo la sidra el Gaitero (la más mala del mundo entero) para regar el año recién nacido.
Pero mi mayor ilusión era el deseado día de reyes, cuando a la taurina hora de las cinco de la tarde tiraba pa las cocheras del matadero con mi bolsa de “ancá” Lorenzo, dispuesto a batir la marca del año anterior en la recogida de caramelos, peregrinando como un penitente desde la carroza de Gaspar, pasando por la de Melchor y quedándome en la de Baltasar, que como es negro echa más.
En fin, ya sé que muchos dirán que estas fechas son tristes por recodar a los que ya no están para sentarse a la mesa, darte el aguinaldo o comerse las uvas pero, aunque ellos nos hayan dejado muy a su pesar, si miramos a nuestro alrededor, alguno o alguna esta ya ocupando ese huequecillo para darle alegría a nuestras vidas y volver a repetir el ciclo.
Atentamente;
El niño gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, a Dios gracias.
Pues sí, ya ha empezado y no como nos quieren hacer creer, con costumbres anglosajonas. Por lo menos para los que somos costumbristas, la navidad no empieza hasta el único día en el año que lo gordo es bello, y sobre todo, si te cae encima y te quita de penas y fatiguitas.
Siempre que empieza esta temporada comienzan las deserciones sobre si gusta o no gusta esta época del año. Pues a mí sí, sí que me gusta y supongo que será de lo arraigado que tengo los recuerdos de aquellas navidades hogareñas de palomitas de aguardiente y tortitas de polvorón, de aquellos recorridos a casa de los parientes en busca del aguinaldo bendito para saciar mi sed de Pulgarcitos, Tbos y Tío vivos, o cómo esperaba que mi padre se personara con la caja de mantecados estepeños de esos que, aparte de buenos, traían un parchís acartonado o unas piececillas de ajedrez chicas como ellas solas.
Qué buenos recuerdos me traen estas fechas de aquellos paseos por delante del escaparate de los plásticos del Pozo Nuevo, mirando aquellos Madelman con traje de buzo, los fuertes de Comansi y los juegos reunidos Geiper, esperando que los reyes magos no tuvieran en consideración mis correrías diarias y se dejasen caer con algo más que carbón. Y qué decir de esa noche buena de pavo en salsa, sopita de picadillo y melocotón en almíbar, rodeado de mi familia, coreando villancicos con pandereta y botella de anís por percusión del concierto.
Para finalizar el año, todos frente al Grundig, con once uvas en el plato y una en la mano discutiendo si lo que escucha mi padre son los cuartos o, como dice mi madre, es la tercera de las campanadas. Al final, algunos sobrándole y otros faltándole, nos repartimos besos y abrazos deseándonos feliz año y abriendo la sidra el Gaitero (la más mala del mundo entero) para regar el año recién nacido.
Pero mi mayor ilusión era el deseado día de reyes, cuando a la taurina hora de las cinco de la tarde tiraba pa las cocheras del matadero con mi bolsa de “ancá” Lorenzo, dispuesto a batir la marca del año anterior en la recogida de caramelos, peregrinando como un penitente desde la carroza de Gaspar, pasando por la de Melchor y quedándome en la de Baltasar, que como es negro echa más.
En fin, ya sé que muchos dirán que estas fechas son tristes por recodar a los que ya no están para sentarse a la mesa, darte el aguinaldo o comerse las uvas pero, aunque ellos nos hayan dejado muy a su pesar, si miramos a nuestro alrededor, alguno o alguna esta ya ocupando ese huequecillo para darle alegría a nuestras vidas y volver a repetir el ciclo.
Atentamente;
El niño gilena
12 diciembre 2010
EL ANAFE DE ORO
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
No habiendo llegado a la cincuentena el siglo que nos dejó, en tiempos de mucha hambre y pocos dineros, Don Miguel Cala González, una vez licenciado del servicio militar y habiéndose doctorado en hostelería en la bodega "Los González", tuvo la feliz idea para todos los que apreciamos el buen yantar, de instaurar enfrente del mercantil de los casinos lo que me he permitido en bautizar como "el anafe de oro moronero".
Con nombre sin gran pomposidad ni boato y utilizando el diminutivo de su gracia: “Miguelito”, empezó despachando cañeros de vino blanco con aceitunas por tapa, con una terna de lujo como Barea y Juan "el caracol". Esto, unido a un saber hacer, añejo en formas y costumbres, fue forjando con el discurrir de los años lo que todo buen moronero que se precie tiene por bien a saber y es que desde esa capillita blanca y limpia como una patena que es su corazón y cocina, los mejores manjares de este pueblo son trabajados con cariño y devoción por unas manos antiguas, sabiendo dar tiempo, amor y el avío que se merezca a lo mejor de sus platos.
Sesenta y tres temporadas han pasado desde su alumbramiento y seguro estoy que de las mejores alternativas taurinas se han guisado en sus pucheros las colas de los bureles que más grande tarde de maestranza han dado, si no, no me cabe en la cabeza que se pueda apañar un rabo de toro de esa manera. Seguro estoy que si Don Fernando Villalón, que en gloria esté, hubiese comido en este templo culinario un arrocito con perdiz, habría dejado algún verso para que acompañara a los que hoy embellecen la terraza de tan insigne lugar.
No me cabe la menor duda que cuando cada martes santo, el Señor de la Buena Muerte arría su paso en las puertas de esta casa, se alegra desde su soledad de volver a ver, como cada año sus luces apagadas y esa fragancia de pucheros perfumando el Pozo Nuevo, que hasta los olores de incienso se retiran para dejar hacer a tan gustosos perfumes.
Qué puedo decir de la sensación de estar atendido como un rajá por quien ha sabido continuar la tradición de hacer las cosas bien hechas, con elegancia y solera y que hasta el nombre ha heredado como blasón de orgullo de lo más grande de la hostería aruncitana.
Por todo ello, desde este rincón de palabras invito a todo el que le plazca a disfrutar de una experiencia inolvidable frente a un plato de croquetas con Don Miguel en la barra, una buena compañía y Doña Dolores como espectadora de lujo desde la puerta de sus dominios.
P.D.: En recuerdo del que se fue a destiempo y como homenaje de los que han sabido tirar de este carro del buen hacer hostelero.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
No habiendo llegado a la cincuentena el siglo que nos dejó, en tiempos de mucha hambre y pocos dineros, Don Miguel Cala González, una vez licenciado del servicio militar y habiéndose doctorado en hostelería en la bodega "Los González", tuvo la feliz idea para todos los que apreciamos el buen yantar, de instaurar enfrente del mercantil de los casinos lo que me he permitido en bautizar como "el anafe de oro moronero".
Con nombre sin gran pomposidad ni boato y utilizando el diminutivo de su gracia: “Miguelito”, empezó despachando cañeros de vino blanco con aceitunas por tapa, con una terna de lujo como Barea y Juan "el caracol". Esto, unido a un saber hacer, añejo en formas y costumbres, fue forjando con el discurrir de los años lo que todo buen moronero que se precie tiene por bien a saber y es que desde esa capillita blanca y limpia como una patena que es su corazón y cocina, los mejores manjares de este pueblo son trabajados con cariño y devoción por unas manos antiguas, sabiendo dar tiempo, amor y el avío que se merezca a lo mejor de sus platos.
Sesenta y tres temporadas han pasado desde su alumbramiento y seguro estoy que de las mejores alternativas taurinas se han guisado en sus pucheros las colas de los bureles que más grande tarde de maestranza han dado, si no, no me cabe en la cabeza que se pueda apañar un rabo de toro de esa manera. Seguro estoy que si Don Fernando Villalón, que en gloria esté, hubiese comido en este templo culinario un arrocito con perdiz, habría dejado algún verso para que acompañara a los que hoy embellecen la terraza de tan insigne lugar.
No me cabe la menor duda que cuando cada martes santo, el Señor de la Buena Muerte arría su paso en las puertas de esta casa, se alegra desde su soledad de volver a ver, como cada año sus luces apagadas y esa fragancia de pucheros perfumando el Pozo Nuevo, que hasta los olores de incienso se retiran para dejar hacer a tan gustosos perfumes.
Qué puedo decir de la sensación de estar atendido como un rajá por quien ha sabido continuar la tradición de hacer las cosas bien hechas, con elegancia y solera y que hasta el nombre ha heredado como blasón de orgullo de lo más grande de la hostería aruncitana.
Por todo ello, desde este rincón de palabras invito a todo el que le plazca a disfrutar de una experiencia inolvidable frente a un plato de croquetas con Don Miguel en la barra, una buena compañía y Doña Dolores como espectadora de lujo desde la puerta de sus dominios.
P.D.: En recuerdo del que se fue a destiempo y como homenaje de los que han sabido tirar de este carro del buen hacer hostelero.
Atentamente;
El niño Gilena
11 diciembre 2010
30 años de El Gallo de Morón
El Gallo de Morón fue una publicación de periodicidad quincenal o mensual que surgió a principios de la década de los ochenta al arbor de la nueva democracia y que retrató las pequeñas noticias que por aquí acontecían. No solo nos habló de la vida política de la localidad, sino también de eventos, sucesos, celebraciones y artículos de opinión que muestran variopintas instantáneas de la vida en nuestro pueblo.
Número 2, enero 1981. Balance del 1980, primera feria infantil del libro.
Número 3, febrero 1981. La dimisión de Suarez, Antonio Cubero.
Número 4, febrero 1981. El 23-F, Gladis.
Número 5, marzo 1981. Otan, Manolo Gamero, la plaza de los paraos.
Número 6, abril 1981. El paro en Morón.
Número 7, junio 1981. La sabia de Morón, El Siguirín.
Número 8, junio 1981. El Corte Inglés, OTAN.
Número 9, agosto 1981. Fuego en Confort Piña, Francisco Benitez.
Número 10, agosto 1981. Las guapas de Morón, Morón de la Argentina.
Número 11, octubre 1981. El referéndum de autonomía.
Número 12, diciembre 1981. El polvo de la fábrica de cementos.
Número 13, febrero 1982. Entrevista al juez de primera instancia de Morón.
Número 14, abril 1982. El enchufismo en el ayuntamiento, la Casa de la Juventud.
Número 16, junio 1982. Elecciones al parlamento andaluz, Manolo Morilla.
Número 17, agosto 1982. La abuela de Morón, Diego del Gastor.
Número 23, junio 1983. Primer ayuntamiento de izquierdas.
Número 24, julio 1983. Entrevista a Luís Macho.
Número 26, agosto 1983. Entrevista a Manolo Sanlucar.
Número 28, septiembre 1983. Feria 1983.
Número 30, noviembre 1983. Entrevista a Juan Manuel Sanchez Gordillo.
Número 31, diciembre 1983. U.D. Morón.
Número 32, diciembre 1983. Un año después de Espuny, Peña Bética.
Número 33, febrero 1984. Ocupación de fincas.
Número 37, mayo 1984. La verbena del Pantano.
Número 40, enero 1985. Los locales parroquiales del Pantano, Alfonso Jimenez.
Número 45, octubre 1985. El parque del Orujo, los taxistas de Morón.
Número 49, octubre 1986. Fábrica de cementos, Sierra de Esparteros, Morón de Argentina.
En estos ejemplares que hemos encontrado podemos leer noticias que convulsionaron la vida de Morón en los años 80, como la desaparición de la fábrica de cemento o el incendio en la fábrica de Espuny. Especialmente interesante me parece el reflejo que en los artículos del periódico proyectan historias de ámbito regional o nacional, como el referendum de autonomía o el golpe de estado del 23-F.
Número 2, enero 1981. Balance del 1980, primera feria infantil del libro.
Número 3, febrero 1981. La dimisión de Suarez, Antonio Cubero.
Número 4, febrero 1981. El 23-F, Gladis.
Número 5, marzo 1981. Otan, Manolo Gamero, la plaza de los paraos.
Número 6, abril 1981. El paro en Morón.
Número 7, junio 1981. La sabia de Morón, El Siguirín.
Número 8, junio 1981. El Corte Inglés, OTAN.
Número 9, agosto 1981. Fuego en Confort Piña, Francisco Benitez.
Número 10, agosto 1981. Las guapas de Morón, Morón de la Argentina.
Número 11, octubre 1981. El referéndum de autonomía.
Número 12, diciembre 1981. El polvo de la fábrica de cementos.
Número 13, febrero 1982. Entrevista al juez de primera instancia de Morón.
Número 14, abril 1982. El enchufismo en el ayuntamiento, la Casa de la Juventud.
Número 16, junio 1982. Elecciones al parlamento andaluz, Manolo Morilla.
Número 17, agosto 1982. La abuela de Morón, Diego del Gastor.
Número 23, junio 1983. Primer ayuntamiento de izquierdas.
Número 24, julio 1983. Entrevista a Luís Macho.
Número 26, agosto 1983. Entrevista a Manolo Sanlucar.
Número 28, septiembre 1983. Feria 1983.
Número 30, noviembre 1983. Entrevista a Juan Manuel Sanchez Gordillo.
Número 31, diciembre 1983. U.D. Morón.
Número 32, diciembre 1983. Un año después de Espuny, Peña Bética.
Número 33, febrero 1984. Ocupación de fincas.
Número 37, mayo 1984. La verbena del Pantano.
Número 40, enero 1985. Los locales parroquiales del Pantano, Alfonso Jimenez.
Número 45, octubre 1985. El parque del Orujo, los taxistas de Morón.
Número 49, octubre 1986. Fábrica de cementos, Sierra de Esparteros, Morón de Argentina.
En estos ejemplares que hemos encontrado podemos leer noticias que convulsionaron la vida de Morón en los años 80, como la desaparición de la fábrica de cemento o el incendio en la fábrica de Espuny. Especialmente interesante me parece el reflejo que en los artículos del periódico proyectan historias de ámbito regional o nacional, como el referendum de autonomía o el golpe de estado del 23-F.
10 diciembre 2010
SE ACABO LO QUE SE DABA
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Contaba mi madre cómo a Mariquilla "la mohina" le dieron los nacionales un litro de aceite de ricino y le dieron un paseito montada en una rucha por la calle Espíritu Santo, después de haberla pelado al cero para regocijo de los camisas azules, a lo que mi abuela Pepa al escuchar esta retahíla comentaba cómo los rojos habían asaltado los conventos y ultrajado, por no decir fornicado, con algunas de sus monjas y quemado hábitos, crucifijos y a hasta custodias.
Me dirás a cuento de qué te relato estas conversaciones familiares, pues es simple: en estos días no paro de oír estadísticas de cuántas mujeres han sido maltratadas, ultrajadas o en el peor caso, como ayer, asesinadas por su maridos, amantes, parientes o demás apelativos, eso sí, todos con género masculino. Pero lo que más me hierve la sangre, son los epitafios vecinales que se repiten una vez tras otra: "Si es que se veía venir", "siempre estaban peleando", "siempre estaba borracho", "tenía la mano mu larga", y otros comentarios de esa índole. Pero, ¿en qué contribuimos los demás para que esto no ocurra? ¿En cerrar las ventanas para que no se escuchen los palos y lamentos? ¿en pedir resignación y mirar para otro lado?. ¿Quién en este pueblo no sabe, conoce o puede contar mil y un ultrajes realizados de manos de cualquier canalla, maltratador o verdugo, como le queramos apodar? y ¿quién hace algo?.
Amigo mío, seguro que cederías el siento a una señora, o dejarías franco el paso en una acera, o te dirigirías de usted por respeto a una anciana, pero cuando se trata de salvar su vida o aliviar un continuo sufrimiento, nos excusamos con un "cada uno en su casa y dios en la de todos".
En fin, querido pueblo, sírvete de este humilde pregonero para gritar a voz en ristre un "se acabó lo que se daba", unámonos y paremos la mano que castiga por el mero hecho de ser mujer, que no más débil. Sellemos los labios que ultrajan y riegan de sal llagas abiertas por años de insultos, gritos y malos modos.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Contaba mi madre cómo a Mariquilla "la mohina" le dieron los nacionales un litro de aceite de ricino y le dieron un paseito montada en una rucha por la calle Espíritu Santo, después de haberla pelado al cero para regocijo de los camisas azules, a lo que mi abuela Pepa al escuchar esta retahíla comentaba cómo los rojos habían asaltado los conventos y ultrajado, por no decir fornicado, con algunas de sus monjas y quemado hábitos, crucifijos y a hasta custodias.
Me dirás a cuento de qué te relato estas conversaciones familiares, pues es simple: en estos días no paro de oír estadísticas de cuántas mujeres han sido maltratadas, ultrajadas o en el peor caso, como ayer, asesinadas por su maridos, amantes, parientes o demás apelativos, eso sí, todos con género masculino. Pero lo que más me hierve la sangre, son los epitafios vecinales que se repiten una vez tras otra: "Si es que se veía venir", "siempre estaban peleando", "siempre estaba borracho", "tenía la mano mu larga", y otros comentarios de esa índole. Pero, ¿en qué contribuimos los demás para que esto no ocurra? ¿En cerrar las ventanas para que no se escuchen los palos y lamentos? ¿en pedir resignación y mirar para otro lado?. ¿Quién en este pueblo no sabe, conoce o puede contar mil y un ultrajes realizados de manos de cualquier canalla, maltratador o verdugo, como le queramos apodar? y ¿quién hace algo?.
Amigo mío, seguro que cederías el siento a una señora, o dejarías franco el paso en una acera, o te dirigirías de usted por respeto a una anciana, pero cuando se trata de salvar su vida o aliviar un continuo sufrimiento, nos excusamos con un "cada uno en su casa y dios en la de todos".
En fin, querido pueblo, sírvete de este humilde pregonero para gritar a voz en ristre un "se acabó lo que se daba", unámonos y paremos la mano que castiga por el mero hecho de ser mujer, que no más débil. Sellemos los labios que ultrajan y riegan de sal llagas abiertas por años de insultos, gritos y malos modos.
Atentamente;
El niño Gilena
01 diciembre 2010
De aquel cuatro de diciembre
“Era un cuatro de diciembre cuando tomamos las calles.
Era un cuatro de diciembre cuando dijimos que blanca y verde era nuestra sangre”.
Así comenzaba un pasodoble de la comparsa gaditana “Los piratas”.
Y efectivamente amigo mío, aunque ya nadie lo recuerde, fue un cuatro de diciembre de 1977, cuando Andalucía se levantó por su libertad, haciéndolo como nadie en España lo había hecho antes. Ni catalanes, ni vascos, ni gallegos, salieron a las calles como lo hicieron los andaluces, para pedir lo que por derecho propio les correspondía, su autonomía.
Tuvimos que salir a reclamar lo que nos negaban y hasta con sangre lo pagamos. Con la sangre de José Manuel García Caparrós, el malagueño que murió de un disparo por amar a su pueblo.
Aquel cuatro de diciembre, las voces de los andaluces se alzaron en ciudades y pueblos, en aldeas y quinterías, desde el olivar a la marisma, desde la sierra a la mar y ni las porras ni los golpes pudieron acallar el clamor de un pueblo.
Seguramente muchos no sabrán que Andalucía comenzó su petición de autonomía allá por 1869, cuando Cádiz se levantó con demandas sociales y autonomistas, corriéndose luego por Málaga, Granada, Sevilla y Jerez, siendo brutalmente reprimida.
Nació así el Federalismo Andaluz, culminando con la Constitución de Antequera de 1883. Luego, seguiría la lucha, surgiendo como no, la figura de Blas Infante, padre indiscutible de la Patria Andaluza.
Pero amigo, la memoria del andaluz es pobre y ya hemos olvidado a Blas Infante, a José Manuel García Caparrós y a los cuatro de diciembre que salimos a las calles.
Y porque hemos perdido la memoria, ahora nos vemos en el vagón de cola de España y en el vagón preferente del paro, la emigración, el atraso tecnológico, agrícola e industrial y hemos caído en la desilusión y la desidia.
Como decían “Los Piratas”, -“qué Navidad tan bonita, la de aquel cuatro de diciembre”.
Participantes en las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 en las capitales andaluzas (no se cuentan resto de pueblos y ciudades).
Almería 5.000
Cádiz 45.000
Córdoba 40.000
Granada 120.000
Huelva 15.000
Jaén 20.000
Málaga 35.000
Sevilla 350.000
Era un cuatro de diciembre cuando dijimos que blanca y verde era nuestra sangre”.
Así comenzaba un pasodoble de la comparsa gaditana “Los piratas”.
Y efectivamente amigo mío, aunque ya nadie lo recuerde, fue un cuatro de diciembre de 1977, cuando Andalucía se levantó por su libertad, haciéndolo como nadie en España lo había hecho antes. Ni catalanes, ni vascos, ni gallegos, salieron a las calles como lo hicieron los andaluces, para pedir lo que por derecho propio les correspondía, su autonomía.
Tuvimos que salir a reclamar lo que nos negaban y hasta con sangre lo pagamos. Con la sangre de José Manuel García Caparrós, el malagueño que murió de un disparo por amar a su pueblo.
Aquel cuatro de diciembre, las voces de los andaluces se alzaron en ciudades y pueblos, en aldeas y quinterías, desde el olivar a la marisma, desde la sierra a la mar y ni las porras ni los golpes pudieron acallar el clamor de un pueblo.
Seguramente muchos no sabrán que Andalucía comenzó su petición de autonomía allá por 1869, cuando Cádiz se levantó con demandas sociales y autonomistas, corriéndose luego por Málaga, Granada, Sevilla y Jerez, siendo brutalmente reprimida.
Nació así el Federalismo Andaluz, culminando con la Constitución de Antequera de 1883. Luego, seguiría la lucha, surgiendo como no, la figura de Blas Infante, padre indiscutible de la Patria Andaluza.
Pero amigo, la memoria del andaluz es pobre y ya hemos olvidado a Blas Infante, a José Manuel García Caparrós y a los cuatro de diciembre que salimos a las calles.
Y porque hemos perdido la memoria, ahora nos vemos en el vagón de cola de España y en el vagón preferente del paro, la emigración, el atraso tecnológico, agrícola e industrial y hemos caído en la desilusión y la desidia.
Como decían “Los Piratas”, -“qué Navidad tan bonita, la de aquel cuatro de diciembre”.
Participantes en las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 en las capitales andaluzas (no se cuentan resto de pueblos y ciudades).
Almería 5.000
Cádiz 45.000
Córdoba 40.000
Granada 120.000
Huelva 15.000
Jaén 20.000
Málaga 35.000
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