Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Revisando algunas carpetas de mi desorganizado cajón de sastre, se deslizó en mis manos, casi sin querer, una carta antigua de las de rúbrica impoluta, tinta de plumín y papel acartonado. Ante esta impronta, no pude hacer más que lo que debía: releer lo que fue contado desde las lejanas tierras del Camagüei por un teniente de logística y ranchos varios a su queridisima Dolores, allá por el 98 del siglo 19. En ésta, Don Manuel Fernández Pollatos, que así se llamaba el oficial de bigotes cornudos y patillas cortijeras, contaba desde la antigua provincia de ultramar cómo las fiebres mermaban la tropa más que los balazos enemigos y cómo la falta de alimento ayudaba en el quehacer, que la herida recibida mejoraba y que pronto, gracias a las tropas mambicias y al empuje de los metomentodos yankis, volvería a su casa de la calle La Romana para congratulación de su hija Pepita.
Esto me hizo recordar de cuántos paisanos cargados con mil y un sustos, un uniforme y una orden militar, se pasearon por tierras lejanas ayudando al peligro la mayoría de las veces y por contra partida, cuántas fabulosas experiencias pasarían en aquellos años donde la Cuba española quedaba casi a la misma distancia de la luna. Si no que le pregunten a Don Alonso Vivas, que la mili lo licenció del arado, llevándoselo a las lejanas Filipinas a bregar con tagalos, comprar mantones y abanicos y hasta entrar en estudios en la Universidad de Santo Tomás de Aquino,
trayéndose para sí los recuerdos de un viaje inolvidable y una cartilla con estudios
de primaria.
Me viene a la memoria también un medio abuelo de mi amigo Antonio Zamudio, de nombre MIGUEL que se paseo de divisionario azulino por heladas tierras rusas, habiendo pasado tanto frío en aquellos inviernos que no se llegaba a quitar la pelliza ni en el rigor del agosto.
No podía dejar de mentar a Currito García Real, "REALITO" pa los amigos, republicano de convicción, reaccionario ante todo régimen absolutista y caciqueño, lo que le valió de pasaporte para tierras de la "liberte, legalite y fraternite", e hizo que se alistara en tropas anti fascistas, fuera preso y fugado, participara en Montecatine y hasta consiguiera morir en su querida Francia, no antes de haberse condecorado por méritos militares con grandes honores y fanfarrias.
En fin, soldaditos moronenses por las tierras de Dios v estando en una u otra cara de la moneda y viviendo mil y una experiencias que inclusive hoy nos parecerían fantásticas.
Atentamente;
El Niño Gilena