Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente
te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.
Hay frases que por mucho que la
tecnología avance siguen teniendo vigencia actual o, inclusive, se potencian en
este mundo de prisas, donde el tiempo ha alcanzado un valor astronómico, aunque
con él solo juguemos a un póker de cartas marcadas al que nunca se le puede
ganar.
Y es que comentando los quehaceres
de mi secretario Carlitos, que en estos tiempos cumple su penitencia de
realizar los doce trabajos de Hércules en reparto de cartas y misivas en la
vecina localidad de La Puebla, vínome a la memoria aquellos momentos donde un
sobrecargado cartero con mochilón de cuero y gorra de visera venía a traerte
las buenas nuevas de aquellos amigos que, por gusto o necesidad, se
desperriaban por las Españas o por lugares lejanos donde ganaban sustento para
las entendederas, o aquellas viejas pesetas que servirían para aliviar los
paseos de la feria.
A la memoria me vienen los olores
a tinta de bic y a papel de cuartilla barata donde tras un rato de lectura el
escribiente en cuestión te narraba cómo, cual Rinconete o Cortadillo, había hecho
para encontrar un trabajo sin apenas saber decir dos palabras en la lengua del
país de acogida, o cuan cansados eran los jornales entre pucheros en las
lejanas tierras baleares.
En dos cuartillas volvías a estar
cerca de ese amigo al que echabas de menos, sabiendo que mientras leías, la
distancia se acortaba y hacías tuyos los sinsabores y las alegrías.
Hoy, por el contrario, todo se
arregla con un mensajito, con un “luego te llamo” o con un frio coloquio por
wasap con palabras abreviadas. Desde luego, tendremos que cambiar esa frase de
“dicen que la distancia es el olvido “ por esa otra de “dicen que la tecnología
es el olvido”, o si no cuenta cuántos medios inmediatos disponemos en nuestros
hogares para dar a conocer a los nuestros de cómo nos va la vida y
recapacitemos cuánto tiempo dedicamos a mantener esa cercanía.
Lo dicho, sigo echando de menos a
ese acalorado cartero que en el zaguán de mi casa gritaba: … CORRREOS.
He dicho.
El niño gilena