26 noviembre 2015

LA ALACENA DE OTOÑO



Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Si algo hay que me guste de la estación en la que se caen las hojas es el cambio que se produce en el fondo de alacena, me explico:

Nada mas meternos en la primera luna del otoño ya tenemos unas aceitunas moronas aliñadas por mi padre, a las que siguen unas gordales moras zajadas y con aliños de ajo.

El zumo de las perlas del olivo nos regala licor nuevo, de verdor intenso y gusto entre picón y afrutado, inmejorable para mojar un buen bollo calentito.

El tinto de verano deja de tener apellido y los olorosos y afrutados dejan un poquillo al lado a su prima, la cerveza.

Los pimientos son sustituidos por lechugas de todas formas y colores, los tomates del picadillo dejan sitio a los apios en salpicón, las berenjenas pasan a mejor vida y prestan su lugar a las coles y lombardas. Las habichuelillas desertan de las ollas y prestan su lugar a guisantes y a puerros de cuello largo.

Los aliviados guisos de verano se tornan en potajes con todos su avíos, con algunos rosarios de chacinas coripeñas entre sus tropas y media librita de tocino entreverao, que hacen de delicioso continuar, entre machaque y machaque, de una boba de buen mihajón.

Los espárragos de las sierra de San Juan se prestan a “arrebujarse” con un par de huevos, creando un manjar de supremacía campestre. Y qué decir de un guisito de tagarninas con su pimento y su pan majao…

Los melones y sandias pasan a mejor vida, para darle prestancia a las naranjas wachis del Torrejón, las “granás” del huerto Las Monjas” y algún membrillo para hacer compota.

La castaña asada, cruda o pilonga es el mejor caramelo otoñal que podamos degustar, y con una batata cocida o asada con su poquito de azúcar de tapadera dan al goloso el mejor de los descansos.

Los helados aguardarán hasta pasada la Semana Santa y toman relevancia las milhojas de “anca Cabrera”, las pastafloras de “anca Parrilla” y las sultanas de la plazoleta Meneses.

Lo dicho, lo que toca toca, así que nada mejor que vestir nuestra alacena con aires de otoño.

He dicho.


El niño gilena

25 noviembre 2015

Cavilaciones en mi azotea.



Breves pinceladas escritas.

Soñé que soñaba con ser un niño.
Niño sonriente en fuente clara
Frescor de rocío y brisa blanca
Sus pies en la pila se refrescaban
Era su risa canto de la mañana
Su mirada fuerza amarga.
Eres tú, mi alma
Lo más hermoso que me abraza.
Eres tú, claridad mía
Lo que la vida me regala.
(A mi querido Oier, siempre rebosante de alegría)
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Hay una hermosa flor en mi vida
Con ojos claros como el día,
Con sonrisa fresca y graciosa,
Penden de su pelo dorados aromas
Tiene nombre de fuente fresca
De limpio amanecer.
Tiene nombre de sueño y corazón
De sentimiento y pasión.
(Para Daia, mi pequeña)
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Son chirigotas y comparsas
Cuartetos y coros
Son risas y alborozos
Son el sentir de la vida que pasa.
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Reflejo de una pared encalada
Pasiones enmascaradas
Sentimiento y razón tapada
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 Pequeño hueco de una ventana
A la sombra de una pared encalada
¿Qué detrás de su reja guarda?
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Azahar de un naranjo de mi pueblo
Naranjo amargo de verde recuerdo
Piensa en mí cuando este lejos.
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14 noviembre 2015

EL SILLON DEL VALME





Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Cuentan los libros de historia que estando otorgada la regencia a la reina María Cristina allá por los lejanos años de mil ochocientos treinta y cuatro, el gobierno liberal moderado de Francisco Martínez De la Rosa aprobó un decreto el cual suprimía definitivamente la inquisición. Pero, claro está, en un país donde nos gusta lo añejo, lo rancio y de tradición costumbrista siempre hay alguien que echa de menos las viejas artes del arcaico y terrorífico tribunal de la fe, y para dar fe, valga la redundancia, de ello podemos consultar a cualquiera de tus paisanos que haya tenido por algún  motivo que pasar la noche en el hospital de Valme, me explico.


Cuando llegas a la habitación espartana y después de las buenas tardes y preguntas de rigor al enfermo y acompañantes, miras a un rincón y está ahí esperando la muda noche donde, con paciencia, realizará su horrible trabajo de descomponerte huesos y tendones y hacerte saber que dispones de músculos que no conocías y que, tras el largo manto de la negrura, te dolerán y se contraerán de formas tan insospechadas que, por mucho que haya avanzado la medicina, no te los cura ningún ungüento.


Para tener un recuerdo perpetuo no solo en las carnes, está tintado de un color peculiar, difícil de encontrar en otro artefacto o prenda. Yo me he atrevido a llamarle azulón Valme. Por otro lado, por mucho que lo intentes es incapaz de ser silencioso o comedido, alertándonos con un gruñido ferroso cada vez que, sin conseguirlo, intentamos modelar su posición.


Yo como siempre, de natural curioso, intenté durante más de cuatro días buscar alguna marca de cantería o símbolo que indicara su procedencia o fabricación, mas que nada por saber en los m….. de quién me estaba cagando pero no obtuve recompensa con lo que tuve que dar por zanjada la tarea.
En fin, que por mucho que hayan pasado los almanaques desde aquel año treinta y cuatro del siglo diecinueve todavía, si se busca, podremos encontrar algunos hermanos o primos lejanos de aquellos potros de alargamiento de la cuna de Judas  o Cepos, en un sitio tan cercano como el hospital de Valme.

He dicho.


El niño gilena