Lagun bat
gogoratuz.
Landareetako
artzaina.
Amigo
mío, andaba hoy revolviendo unas fotos, qué aunque no antiguas ya tienen unos
años. Son de los primeros años en que vine a vivir a Euskalerria, hace ya tanto
tiempo.
Pues como
te decía, andaba revolviendo fotos y así es como fui a encontrar una de él, de
Juanito, el de Gaisparro. Sin duda alguna, una de las mejores personas que he conocido
en mi vida, tan grande por dentro como pequeño era por fuera.
Conocí a
Juanito ya en el invierno de su vida y sin embargo tenía tanta vitalidad y
lucidez que asombraba. Enjuto y de manos huesudas, parecía que su cuerpo no
había parado jamás de moverse y que de tanto bregar se había convertido en puro
nervio.
Hombre
afable y cariñoso, amigo de la conversación y al que nunca faltaba una risa en
el momento oportuno pero serio y recto cuando era menester. Hay
virtudes que todos los hombres anhelamos tener e incluso nos esforzamos por
tenerlas y sin embargo de él emanaban como un halo natural que surgía sin
esfuerzo. Lealtad, confianza, sinceridad, empatía, resilencia y sentido del
humor. Trabajador constante y paciente, luchador nato, llevaba la vida dura
reflejada en su rostro y al mismo tiempo ternura en sus ojos.
Cuánto
debí haber aprendido de él. Cuanto me debería haber contagiado de sí mismo en
aquellos apacibles momentos de charla.
Parece
que lo veo caminando hacia la huerta, a trabajarla y mimarla como el que da
forma a una obra de arte. Las plantas de la huerta eran su centro y hasta el duro
suelo se dejaba hacer. Para él la tierra era lo más normal del mundo y sin
embargo era poseedor de un arte hábilmente trabajado y educado a través del
tiempo.
Juanito
se fue un día, hace ya tiempo, tranquilo y con mesura, igual que vivió. Todo
quedó entonces algo más triste, la tierra, el río, las plantas…
Si
alguien alguna vez me pidiera que describiera las virtudes del vasco navarro,
sin dudarlo sólo le diría, "Juanito el de Gaisparro".
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