Estimado
pueblo:
Espero
que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.
Mágica
noche la que nos espera, todavía se me hormíguea el estomago al recordar aquellos
lejanos días donde, de la mano de mi padre y bajo la vigilancia de mi madre,
nos disponíamos a buscar un sitito tranquilo donde nos regaran, con la lluvia
dulce de caramelos y golosinas y con la ilusión puesta en que mi padre tuviese
la suerte u osadía de pegarle un garbañón a una pelota de plástico rojo que,
mas que para juegos de balompié, sirviera para pavonearme en la calle Espíritu Santo
delante de mis amigos, cosa esta que nunca ocurrió.
Una a
una, la maestría de los Fortes iba desfilando delante nuestra, en espera que
sus majestades de Oriente, con sus pajes y ayudantes trabajando a destajo,
colmaran las ansias de chuchangas del populacho.
“¡YA
VIENE EL NEGRO!, ¡YA VIENE EL NEGRO!”, gritan los mayores que me tapan la visión.
Mi madre me protege de algún misil azucarado que me haga visitar la casa de
socorro.
Entre
gritos de “¡AQUÍ, AQUÍ!”, balones, caramelos, palotes, y algún paquete de
patatas “La Perdiz”, sobrevuelan mi cabeza. Entre las carrozas, una muchedumbre
de chiquillos barredores dejan limpio de polvo y paja el empedradro de adoquín.
Después
de la marabunta y nervioso como un flan, retornábamos pisando sobre crujientes
sobras de caramelo, mientras me preguntaba donde se había metido mi padre.
Al
acercarme al numero 22, salía corriendo como una centella a ponerme de puntillas
y tocar el aldabón de la puerta. Mi abuela Pepa me recibía con una sonrisa y un
beso en la frente. A los pies de un ropero de dos lunas, ya que en mi casa no tuvimos
más árbol de Navidad que un trozo de níspero que asomaba por la pared medianera,
se encontraba sin envolver un Geiperman de barbitas, vestido de explorador con
su salacot y su rifle de cacería, al lado una caja de Airgamboys medievales de
los que venían con armadura, caballito y lanza al ristre. Junto a este, un
libro, mi primer libro, “DE LA TIERRA A LA LUNA”, de don Julio Verne, con la
leyenda en la primera página, con letra de redondilla donde decía: Este libro
pertenece a Manuel Jesús Vázquez Reina.
No sabía
dónde acudir, todos sonreían al ver mi alegría, mi padre me ayudó a colocar el Geyperman,
mientras mi madre iba friendo un par de huevos fritos con cebolla. Entonces
tampoco teníamos roscón. Mi abuela empezaba a leerme aquella maravillosa
aventura que hoy todavía conservo.
Lástima
que aquella ilusión se escape junto con ese paraíso que es la niñez. Hoy, aquel
cosquilleo me ha vuelto cuando María, mi hija, me ha cogido de la mano y me ha
preguntado¨:
Papá,
¿esta noche llegan los reyes magos?
Feliz día
de Reyes a todos, os pido que durante un rato seáis aquel niño de hace mucho, mucho
tiempo.
Atentamente;
En
niño Gilena