Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En mi paseo madrugador de este sábado, cumplimentado como marca el protocolo de parada cafelera en la taberna Retamares, mi sentido auditivo captó la conversación mantenida entre dos de sus parroquianos de cómo un compadre de la villa había determinado sin más ni más terminar con la estancia en este barrio acuciado con mil y un problemas de salud.
Uno de ellos, ante la morbosa explicación de cómo sacaba el billete para la barca de Caronte, exponía con la conocida frase de “hay que tener cojones”, mientras el otro argumentaba la falta de los mismos por no morirse como Dios manda.
Una vez puesto en la calle e iniciado de nuevo mi discurrir pueblerino, lo más gris de la memoria quiso recordarme cuántas personas conocidas y mentadas habían optado por no querer dejar el mundo cuando le tocara en suerte, sino cuando los dados de la salud, amores o dineros ayudaran a marcar esa hora tan funesta, y sobre todo vinieron a mi memoria con la pueblerina y rústica forma de pasar al otro barrio.
Cuentan mis mayores que pusose de moda por estos lares tirarse, sin saber artes natatorias, al pozo de Canillas o por ahorrar tiempo al de la cantera de Fajardo, arte éste practicado por más mujeres que hombres, derivado de no necesitar material alguno para consumar el fin.
Desde luego la práctica más habitual siempre ha sido colgarse o ahorcarse, en la que podríamos suscribir varias divisiones, una según el material utilizado (cuerda, soga, correa, cordones, cables….) y otra según el lugar (viga, escalera, chaparro, olivo…).
Otra no menos corriente ha sido la de los dos tiros (misterio el cual nunca he llegado a resolver sobre todo lo del segundo tiro).
Dentro de las menos agradables está la ingestión de líquidos y sólidos, pero no utilizando pastillas tranquilizantes o cantidades gigantescas de ansiolíticos, no, sino con la desagradable lista que aquí les presento: líquido de baterías, lejía, agua fuerte, líquidos de los olivos o veneno pa las ratas.
En fin, cosas que pasan en los pueblos donde si somos tachados de brutos en nuestra forma de vida, no podríamos ser tachados de menos en la forma de elegir la muerte.
Atentamente;
El niño Gilena
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