Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Por mucho que se empeñen los medios comunicativos en explicarnos que según solsticios, equinoccios, posiciones lunares y eclípticas varias, el otoño entra en el almanaque el veintiuno de septiembre, en este rincón de Andalucía, hasta que no ves la acólita peregrinación florida camino del camposanto, no se da por inaugurado la tercera de las estaciones anuales.
Y, cómo no, tampoco este año se podía faltar a la cita ancestral con la que hacemos la visita de cortesía a aquellos que mudaron su residencia, más por obligación que por querencia, al cortijo de los callaos y que, supongo yo, observan asombrados cómo esa larga romería de personal, cargados con clavellinas, nardos, rosas los menos de ellos y todo tipo de plastificadas y chinescas florecillas los más de estos, circulan por las canijas callejuelas escoltadas de cipreses.
Yo, aunque costumbrista, quizás en demasía, pienso que a los muertos mientras menos se les moleste mejor y que la mejor flor que puede donársele es el recuerdo de sus días en este barrio, sus ratos compartidos y la alegría de haber vivido buenos momentos con ellos. Por eso, en este día de rebequita y cafelito hirviendo, cuando el pregonero del otoño ahuma la carrera con su sahumerio de castañas, me he dispuesto a honrar a los míos de la manera que te explico:
Nada más levantarme, temprano como siempre, me he tomado una copita de ponche, he desayunado calentitos, me he dado un paseíto por la Iglesia de San Miguel y he dado 10 céntimos a mi sobrina para que se compre la Marguilla, todo ello como ya he dicho en memoria de buenas personas con las que compartí parte de mi vida.
En fin, que ya que no participo de manera popular en la cabalgata florida, sí me dispondré como mandan los cánones otoñales a sacar la ropa del calentador, afilar la cuchara dispuesta a colmarse con 30 cargas garbanceras y esperar a ver si la madre de mi amigo Carlos me regala una docena de pestiñitos regados con miel de romero.
Atentamente;
El niño Gilena
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