Estimado pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En la tarde de ayer, mientras me merendaba el último libro de Javier Sierra, vi a mi queridísima cÓmo se disponía a salir de casa cargadita de bolsas como si viniese de las rebajas del Corte Ingles sevillano. Al preguntarle donde se dirigía de esa guisa, respondiome que a los contenedores de reciclaje, a vaciar las mil y una latitas, papeles, botes y demás mierdeces que juntamos durante la semana. Mientras la veía partir cargada como una bestia, vino a mi memoria cuando en mi mocedad tenía yo el diario trabajo de bajar la basura antes de que el tiznado camión pasase por la calle Espíritu Santo, lo que me hizo recordar que jamás baje tantas bolsas y que algunos de los días mi madre me llegó a decir: "niño, déjalo pa mañana que la bolsa está casi bacía". Esto me dio que pensar en cómo lo hacía mi madre para no juntar tanta basura, a lo que al ratillo de tener los ojos encogidos vi clara la respuesta:
“Jamás se ha reciclado tanto como lo hacían nuestras madres”. Me explico:
En mi casa, como supongo en las de los demás, se tenía una talega para ir por el pan, una chivata para la plaza o un carrito para la tienda, con lo que de bolsitas de plástico "nanai".
El agua de fregar los platos, pa que todos nos entendamos “el ojito”, era después pa bajar los sobrantes del retrete. El aseo total se realizaba semanalmente, aprovechando el agua del labao de mi padre para mí y el mío para mi hermano y el sobrante otra vez pal wáter. Mu limpio no era pero agua no se desperdiciaba.
La ropa se heredaba de grandes a chicos hasta que el grande se pudiese poner la del padre, que normalmente era una chaquetita azul que se le había quedado pequeña. Si el pantalón tenía agujeros, se le ponía un parche y en paz, si el chaleco roces, coderas y más de lo mismo y si los calcetines tomates, se zurcen y nuevos, y si todo lo demás falla se hacen tiras y trapos pal polvo o pa lavar el coche.
Los periódicos se utilizaban como improvisado papel higiénico, como base pa pintar las macetas o yesca pa encender la copa.
Los botes de Cola-cao eran tuppers perfectos pa guardar las aceitunas o en su caso pa guardar las canicas (en morón: bolas de mármol o cristal), el bombo de Colón estupendo cofre para guardar vaqueritos, clibs de Famobil y hasta algún Geiperman de añaduría. Las cajas de zapatos pa guardar botones restos de tela o pa tener un corralito de gusanos de seda.
De la comida ni te hablo, de la pringa del puchero se hacían croquetas, de los garbanzos ropa vieja, el pan duro pa los pájaros del Caslanco y las cáscaras de la fruta pa los cochinos de Raspaura, el aceite pa hacer jabón y hasta la zurrapa del café era buena pa las pelistras , o eso decía mi abuela.
Plan prever no hacía falta pues a mi padre le duro el R12 mas de 20 años, pilas solo se tiraban las de un transistor de AM, que después de meterlas más de 15 veces en el congelador para recargarlas ya no servían para nada.
Electrodomésticos se tiraban pocos porque menos había, yo creo que en 20 años no se compró en mi casa más de dos televisores, un radio, un ventilador y una minipimer pal gazpacho.
Coño, pa decirte que hasta el gato que se había comido el canario de mi padre se lo comió el perro del vecino, con lo que reciclar reciclar antes si que eran unos artistas, ya que seguían la máxima de: NO ES MAS LIMPIO EL QUE MAS LIMPIA SINO EL QUE MENOS ENMIERDECE.
Atentamente;
El niño Gilena
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