Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Te traigo hoy otro personaje para dejarlo impreso en la piedra de la memoria ya que, por sus cualidades o por la falta de las mismas, quedará marcado en el cuadro de esos paisanos que, sin ser ilustres ni merecerlo, pasan por la historia de tus calles.
Con el nombre de José Manuel yo te bautizo, decía el párroco derramándole en la coronilla la fría agua del sacramento. Cosa esta que le produjo una gran irritación, con lo que desde ese momento dejó de aficionarse al líquido elemento y, por compadreo, a su hermano el jabón.
Su infancia no fue feliz ni de lejos, criado por un abuelo del que solo heredó el apodo, pasó mas tiempo entre cabras y perrillos que ante los pupitres de un colegio. Aficionose pronto al arte del lazarillo, medrando algunos duros allí donde se le necesitaba para realizar trabajos dados a sus conocimientos, carga y descarga y recados de difícil olvido.
Con la edad llegó el amor y, con la fuerza que la naturaleza da a los de su condición, nacieron varios polluelos, hoy recluidos en algún colegio institucional.
Hoy me lo he encontrado en la carretera de La Alcoba y, después de los saludos de rigor y de preguntarme por mi hermano el chico y por los nervios de mi madre, ha seguido su camino, tirando de un carrillo cargado con chatarras y cachivaches, seguido por un perrillo mil-razas y con un cigarro prestado, como el dice, en la comisura de los labios, que fuma nervioso ante la esperanza de pedirme otro. Lo veo alejarse y me lanza una sonrisa desdentada mientras el sol pajizo de abril relumbra en su hoy tolda cabellera.
José Manuel, "El Mochuelo".
Atentamente;
El niño Gilena
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