Llegado estas fechas, parece de obligado cumplimiento tratar el tema de la Navidad. No me molesta, no me interpretéis mal, todo lo contrario, desde pequeño siempre me gustaron estas fechas y aún hoy siguen siendo para mi de lo más entrañables. Pero seguro que el año pasado ya le dedicamos algunas lineas.
Yo siempre he tenido buenas Navidades, incluso cuando no lo fueron.
De pequeño, todo era bueno en Navidad. Las vaciones en el colegio, soñar con los regalos de los Reyes, la cena de Nochebuena con toda la familia junta.
Algo que recuerdo con mucho cariño, era cuando mi padre traía del campo una rama de pino, que tras ser colocada en un biombo de detergente forrado de papel de albal, era debidamente adornado con bolas de colores, figuritas y cintas brillantes, de lo cual se encargaban mis hermanas. Toda la casa se impregnaba del aroma de la resina del pino y aún hoy, cuando percibo ese olor, evoco aquellas Navidades de la infancia, de turrones y polvores de limón, de garrapiñadas y "mohoncitos de perro". De las cenas de Navidad, preparadas por mi madre durante todo un día cocinando, mi padre alegre cantando villancicos entre copita y copita. Con mis hermanas mayores esperando que sonara el teléfono o que llegara la hora de salir con sus novios, aunque mi madre siempre decía enfadada que no era noche de salir y habiá que poner la mesa, mientras de fondo, sonaba el tocadiscos, que giraba con musica de Navidad o boleros de Machín.
Recuerdo que de pequeño, en las noches de la Navidad, me gustaba asomarme a la ventana y mirar el cielo estrellado, esperando ver la estrella que se dirigía a Belén. Nunca la vi y con el tiempo dejé de asomarme a la ventana buscando aquella estrella.
Luego nos fuimos haciendo mayores y ya las navidades fueron cambiando. A mi madre cada vez le apetecía menos hacer grandes cenas, mi padre ya no cantaba villancicos, se iba pronto a la cama y aquel tocadiscos se hizo viejo y dejó de girar. Mis hermanas ya tenían sus propias familias y sus propias cenas y yo, yo dejé de estar en casa por Navidad.
Ahora yo también tengo mi familia y son otras caras las que veo en Nochebuena, mi mujer y mi hija. De nuevo me reuno en Navidad con gente que quiero y aunque estoy a mil kilometros de mi familia, siempre los tengo muy presentes dentro de mí.
Ojalá el futuro me traiga felices Navidades, ya sea en el norte o en el sur, pero que siempre esté con mi mujer, mi hija y la gente que quiero. Ojalá vuelva a mirar por la ventana, buscando estrellas, aunque la mía ya la he encontrado.
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