Estimado pueblo.
Espero que al recibir la presente te
encuentres bien. Yo no me quejo.
El pueblo despierta temprano, como
siempre. El gallo que nunca supo de ideologías canta lo mismo a ricos que a
pobres, a rojos que a azules. El sol se abre paso por La Atalaya como cantaba gente
del pueblo, y en el moral se reúnen los de siempre, los que tienen la piel
tostada no por gusto, sino por jornal.
Durante generaciones, aquellas tascas de aguardiente
y tabaco fueron tertulia de izquierdas. Allí se hablaba de reformas agrarias,
de sindicatos, de la injusticia eterna que heredaba el hijo como se hereda la
tierra sin escrituras. Pero ahora las voces han cambiado de tono. Donde antes
sonaban las palabras de la igualdad, hoy se escucha un “ESO LO ARREGLA VOX”.
El jornalero, que antes confiaba en la pintada
y el mitin, mira ahora a otro lado, buscando lámparas de Aladino, culpables
concretos y promesas con acento distinto. Se radicaliza no por ideología, sino
por cansancio. Porque la política que le prometía pan le dio discursos, y la
que prometía justicia le entregó papeleo.
Así, en Retamares, entre el vino y los
“chochos”, los viejos rojos empiezan a soltar frases que hieden a derechas. Y
no es traición, ni siquiera conversión: es “jartura”, es la desesperación
vestida de voto.
El pueblo de Morón, que lleva siglos
doblando el espinazo sobre la tierra ajena y patios de bocoyes, se dobla ahora
sobre sí mismo. Se pregunta para sus tripas qué fue de la izquierda que hablaba
su mismo idioma, y por qué los nietos de los del jornal miran con simpatía a
quienes sus abuelos maldecían.
Y al final, entre olivares y pipitas, lo
que queda es la paradoja de un jornalero de manos encallecidas levantando la “vox”
por banderas que nunca lo defendieron. Como si en este sur, donde la memoria
debería ser un arado, el tiempo hubiera conseguido lo imposible: que la semilla
brotara en otro surco, lejos de aquel que la sembró.
A razón de esto me viene a la memoria el
cuentecillo de un Jornalero sin salario de hace 26 siglos llamado ESOPO que
narraba lo siguiente.
Un
escorpión, que no sabe nadar, pide a una rana que lo lleve en su lomo para
cruzar un río. A pesar de la negativa inicial de la rana por temor a ser
picada, el escorpión la convence argumentando que ambos se ahogarían si él la
picara. Sin embargo, a mitad del río, el escorpión la pica, y ante la pregunta
de la rana, responde que es su naturaleza y no pudo evitarlo, muriendo ambos
ahogados.
No te digo “na”.
Atentamente;
El niño Gilena
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