Parte la abuela Ana en parda loza dura
la oliva mora, espejo de la aurora;
de blanca sal la viste y la decora,
y el zumo avinagrado la procura.
Pimiento rojo tiñe su hermosura,
orégano la besa y la enamora;
del monte el tomillo voz sonora,
y el laurel verdoso otorga su figura.
El ajo, perla oculta, luz resguarda,
y en cítrica sentencia se derrama
naranja agria, sol que todo aguarda.
Así
del campo el arte se recuerda:
platillo de tiempo en fruto que no tarda,
poesía en sazón hecha en la tierra.
Y
Juan Solano se relame, ufano,
como si aquel manjar fuera divino;
del Aruncitano el gusto soberano
bendice en su sabor lo más divino.
ATENTAMENTE.
EL NIÑO GILENA
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