30 diciembre 2009

De cocimentos y pucherangas.

Pedías, niño, en una de tus cartas, recetillas de las comidas de siempre, de las de nuestro pueblo, de esas que tanto nos gustan y que eran preparadas con tanto encanto y costumbre.
Tantas me vienen al paladar que muchas veces he escrito esta carta y otras tantas las he roto, pues no consigo resumir tantos platos que de costumbre han estado en nuestras mesas.
Sólo de pensarlo ya se me hace la boca agua y hasta mí llegan aquellos aromas que desprendían las cocinas entre vapores y gorgoteos de perolas y fogones.
Me estremezco recordando los olores, que incluso al pasear por las calles del pueblo se podían percibir y que gritaban al viento la sabrosa mesa de cada casa. Puchero con su “pringá”, el cocido con tagarninas y su morcilla y chorizo, los espárragos y las habas esparragás, los gazpachos y salmorejos, la casquería fina como los riñones, las mollejas o los callos, qué tan exquisitos se hacen en Morón.
Como no podía ser de otra forma, nuestra gastronomía es básicamente sencilla y al mismo tiempo sublime, pues son platos salidos del pueblo, la tierra y la costumbre. Por eso nuestra cocina de antaño y también de ahora (espero!!!), está llena de elementos prestados directamente del campo, silvestres o domesticados, vegetales o animales.
Podría pararme en muchos guisos que no sólo adoro, si no que añoro, pero hay uno en especial que alabo por su sencillez y sabor y por ser, yo creo, uno de los más nuestros. El guiso al que me refiero es la sopa de tomate, que ni parece sopa, ni su protagonista es el tomate, si no el pan y la hierbabuena.
Hierbabuena, planta tan querida en nuestra tierra y que nunca he visto usar con tanta generosidad como en el Sur.
Es comida ésta agradable en cualquier época del año, pero cuando está mejor es a principios de verano, cuando las huertas están henchidas del tomate y el pimiento, que harán de nuestra sopa un plato inigualable.
Y así me quedo, con la boca echa mar y el corazón añicos, dejándote la recetilla de la moronera sopilla.

Sopa de tomate de Morón.

Córtese en finas lascas, un bollo de Morón,
También vale el kilo o el que llaman cabezón.
Troceamos en gajos, un tomate o dos
Rojitos y maduritos, que los verdes “pa” esto, no son.
Un pimiento verde en daditos, al igual que la cebolla
Y a esto no le hago rima, que los de Morón como son, son.
Que no falte la hierbabuena y tres granos de pimienta,
Que da frescor la primera y la otra condimenta.
La sal al gusto y gorda será
Aunque si tienes la tensión alta, tu “verá”.
Ah, dos dientes de ajo olvidaba, sin “pelá” ni “ná”.
Cogemos una olla de calderete, de esas negras con ribete,
La ponemos al fuego con aceite, siendo de oliva este.
Al calentarse el buen aceite en la olla,
Sofreímos el pimiento, el tomate y la otra.
La mejor prenda sin lazo que se me había olvidado,
freír primero el ajo.
Tiernecito se tiene que poner todo, que no negro ni quemado,
Para recibir con agrado al pan que tenemos cortado.
La hierbabuena y la pimienta entran ahora en escena
Y echamos abundante agua, aunque esto nos de pena.
Medio vaso de vino blanco, ponerle también se puede
Y el otro medio, te lo “bebe”.
Dejar todo esto al amor del fuego
Y poner dos o tres huevos, para cuajarse luego.
Déjalo tranquilo, de una hora un cuarto
Apártalo luego y sirve, hasta que te quedes harto.
Sírvelo con un buen vino, tinto o blanco eso da igual
Y prepárate para una siesta, que eso nunca viene mal.

21 diciembre 2009

Evocaciones


Acabo de leer varias de las cartas que mi buen amigo, el "niño Gilena" te ha dedicado. En esto de traer recuerdos, anda él siempre despierto y locuaz, como no podía ser de otra manera.
Sabido es, que la edad y la distancia hacen aflorar recuerdos y fantasmas de antaño, que se sitúan agazapados, esperando un mínimo estímulo para correr desbocados por los campos de la mente.
Aunque no haya día que no tenga a Morón en la frontera de mis pensamientos, ahora con estas cartas, se me ha armado un batiburrillo de imagenes y situaciones, de historias que me gustaría contar. Pero aunque lo intento, no soy capaz de aclarar los recuerdos y me siento inútil para colocar una palabra tras otra, plasmando negro sobre blanco las historias de Morón, mis historias de Morón.
Así, aplacando mi euforia, he abierto un pequeño álbum de fotos y he sacado mis libros de Morón,buscando alguna imagen que hable por sí sola.
Dicen que el pasado está hecho del mismo material que los sueños y que por eso es imposible discernir entre la realidad y la ficción. Por eso cuando miro estas fotos, no soy capaz de saber si fueron verdad o sólo son sueños.
Entre risas y añoranzas, me detengo en las fotos de mi infancia que muestran cosas de antaño, como nuestra feria de antes, o las fotos de la piscina allá por los 70 y el paseo del Gallo y el de la Talega y,... pero bueno son tantas cosas que habrá que ir poco a poco. Lento y pausado, como quién degusta un buen vino.
Quiero mostrar ahora, una foto en la que me he detenido y que creo que dice mucho del Morón de antaño, no por su paisaje, si no por lo peculiar de sus protagonistas.
La foto está hecha en un lugar que seguro que muchos de Morón recordarán, la cantarería de "Pichichi" en el Llanete. El niño que está en el centro soy yo, subido en la parte trasera del "izocarro de los Pichichi", flanqueado por trabajadores de la cantarería, en una peculiar pose. Esta imagen debe ser del año 1975, más o menos.
De mi infancia tengo muchos recuerdos de este sitio, qué sirvió de campo de juegos, con sus hornos para cocerlos ladrillos, sus montones de ramón para hacer cisco y como no el Calvario, que a mí se me antojaba la montaña más inhospita donde correr aventuras.

El tercer apellido

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien gracias a Dios.

En estos días de asueto de Navidad en los que puedo dedicarme al paseo por tus calles y a revisitar lugares donde se evocan los buenos recuerdos de amigos, charlas, juegos y demás correrías, me ha ocurrido una cosilla que quiero comentarte:

Yendo yo por la calle Espíritu Santo, encontreme a una antigua amiga de mi madre a la que yo no recordaba, venía esta del brazo de otra señora, ya mayor, de roete orquillado y batita negra con toquilla. Esta antigua amiga de mi madre, para dar señas de mi identidad, díjole a la susodicha:

!Si niña el niño de Anita la del Coca-cola, el nieto del niño Gilena!

Con lo que misteriosamente la entoquillada me ubicó y dio repaso de abuela, abuelo, tíos y tías y algunos parientes desconocidos para mi.

Esto diome que pensar en cómo ese tercer apellido encubierto nos hace permanecer en la memoria de los demás y que, al igual que la genética, nos aporta rasgos y formas. Esa herencia de letrillas nos marca y ubica y hace arrastrar anécdotas no solo nuestras si no de los que nos predecesieron. Te recordaré algunos de los "tercer apellido" que he ido cruzándome por tus calles:

El canario, el siguirín, la siguirina, la chápira, los boquerones, el pinchi, la matea, pichichi, pelo-mono, mantichi, los caslancos, los tristes, los antoñitos, el copa, los carboneros, la mondahigos, Paca la fea, el borrico, raspaura, el guapo, Andorrano, el Bombé, La Malageña, el Canario, el legionario, la sartacañitos, Currito pamplinas, las aceiteras, malvaloca, la fernada, el zoleta, el cojo manteca, percalito, paquillo mechero, malasangre, el peterrra, el baule, el charrito, tereñe, paquita la encajera, el cojo hermosin, el chato, la mona, picoloro y, por último, y, no menos importante, mi amigo, el niño del anchoa.

PD.Estimado pueblo, vas a permitirme que dedique estas letrillas a una tercera generación de tercer apellido que, aunque fuera de tus tierras, llevará sangre de verde aceituna y aires de vino navarro "VA POR TI ANCHOITA"

Atentamente;

El niño Gilena.



De pucheros y cociñillas

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien gracias a Dios.

Queridísimo amigo, hoy al medrar en mi biblioteca buscando algo nuevo para leer o releer, pasaron por mis dedos unos librillos que, de no sacarlos nunca, se habían hermanado en comunión, de lo mucho que llevaban en la misma postura. Al leer sus lomos pude comprobar que uno de ello versaba sobre fogones y pucheros de antaño y el otro un fascímil del Practicón (Tratado de cocina de principios del siglo pasado). Después de repasar algunas de sus páginas con sus descriptivas mediciones, clarificaciones, cocciones y demás "ones", me paré a pensar de cuántos de esos guisillos, pucheros y postres hemos tomado en tus más y menos ilustres cocinas y nunca nos hemos parado a preguntar de qué magistral fórmula alquímica están realizados. Aunque, miento, recuerdo una vez que me atreví a preguntar a Doña María García Real de cómo se realizaba una muñequilla para guisar las cabrillas, y ella en su notable saber pueblerino me disertó en grandes cantidades de pellizcos, mijita, poquillo, ramita, hervores, espumar y tiempos en aves marías y padres nuestros de los cuales creo que no saqué nada en claro. Pero en fin quiero relatarte para que tu memoria gustativa los recuerde, guisados y arroces, salpicones y aliños, postres y pastelillos, para que en la medida de lo posible me pases receta.
Te comento:
De ensaladas :
Salpicón de cardo, aguadillo, gazpachuelo, gazpacho, papas "aliñas" y picadillo.
De encurtidos:
Aceitunas pasas, "zajas", "aliñas", en cautica o partidas, alcaparras y alcaparrones.
"Pa empezá":
Comida con berzas, guiso de castañas, papas con bacalao, "tagarninas esparragas", arroz con overas, las manitas, guiso de asaduras, espinacas con garbanzos, bacalao en cochifrito, el pisto, arroz con liebre o el sempiterno puchero.
"Pa seguí":
Las sardinas en tartera, el pescaito frito, la perdiz "escabechá", los pajaritos fritos, revuelto de espárragos, las cabrillas, caracoles o burgaos, el pollo en "sarsa", el conejo con tomate, la sangre "encebollá", el menudillo de pollo, la caldereta de cabrito, el menudo o la sempiterna pringá.
"Pa terminá":
La poleá, el arroz con leche, la leche frita, el flan de huevo, la compota de membrillo o, porqué no, una "graná".
"Pa reventá":
Unas tortillitas de polvorón, unos pestiños, unas torrijas o una milhoja "danca" Cabrera.


De estos y muchos más que posiblemente tengas en tu memoria, gustaría yo de tener alguna recetilla aunque fueran como las de Doña Maria con pechizcos, mijitas y aves maría.


Atentamente;


El niño Gilena

10 diciembre 2009

Aquellas ecologicas golosinas

Estimado pueblo espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a dios.

Te escribo hoy pues traen los diarios de estos días variopintas crónicas referidas a la ecología, y las productos que de ellas se etiquetan, pues parece ser que uno durará más y en mejor forma si toma este o aquel manjar que en su etiqueta marque la palabra BIO.

Como te decía y, sin irme por las ramas, comencé a recordar que ya de niños y, sin saberlo, muchos de nosotros empezamos con esta moda actual del producto ecológico y, cómo no, empezamos pues por las golosinas, sí, por las golosinas que la madre naturaleza nos ponía cerca y que por la carencia de dineros o el regusto por lo gratuito agradábamos de degustar. Recuerdote aquí algunas que a la memoria me vienen:

Batatitas de gamón o bolitas de espino majoleto del campo de Juanito, moras blancas y negras del Fontanal, algarrobas de la sierra, zinojos (de rata no), panecitos de malva, palmitos de las lindes de la base, vinagritos, palodú, bellotas dulces de las dehesas del parroso, piñones de los pinares del cipres, junquillos de Puerto Serrano, pipas de corona de las blancas (que con las negras se te pone los labios gordos), etc.

Todas estas golosinas ecológicas no solo daban gusto al paladar, pues para mí que muchas no las querían ni los zorzales. Pero gracias a su búsqueda y a los lugares en los que se encontraban, hacían se vivieran mil y una aventuras a la caza de ese tesorillo que la dehesa, las lindes o los ríos ponían en nuestras bocas.



Atentamente;



El niño Gilena

De aquella feria

Estimado pueblo:


Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien gracias a dios.


Hoy no se a santo de que, pues pasó hace tiempo y queda aun más para que llegue, ha venido a mi memoria "LA FERIA", pero lo que si tengo claro es que cuando esa palabra sinónimo de diversión y alegría se refleja en mi mente, no visualizo la feria de este año, ni del anterior , ni del otro, me quedo con una feria que, aunque no puedo fijar su fecha, sí puedo recordar sus olores, colores y diversiones. Yo me quedo con esa feria con plaza de toros portátiles donde los domingos se daba una charlotá anunciada a bombo y platillo "El bombero torero y sus enanitos toreros". Esa feria donde el viernes mi madre me dejaba con mi abuela pues se iba con mi padre al teatro de Manolita Chen. Esa feria donde olía a sardinas por doquier. Esa feria donde la comida venía en una chivata y ¡qué chivata!, filetitos empanados, jamón del blanco, chorizito y si el año era bueno hasta gambas, eso sí la bebida se pedía en la caseta. Por supuesto recuerdo esos cacharritos de antes, el guaitoma, el carrusel, la noria, el látigo y cómo no los coches-locos para mi lo mejor de la fiesta, pues con esa música a todo tronar, esas luces chillonas y estridentes y el sempiterno celador montado en una de las gomas de los susodichos coches (que no se sabía qué tenía más mierda si el celador o la goma) recreaban en mi imaginar las carreras más disparatadas y como si de un fitipaldi pueblerino se tratara me deslizaba yo y mi imaginación por esas carreteras de chapa cuadrada que componía su singular espacio. En esta feria de mis recuerdos no podría faltar las casetas de tiro en las que nadie fallaba (es que las escopetas tenían el cañón "daleao"). Otra de las cosas que recuerdo (esta con el paladar) es la casetilla de los Maños, pues como era vino dulce y ya se sabe que es bueno para las ganas de comer (aunque poca falta a mi me hacían) mi padre me inició en el noble placer de los caldos de uva. Y qué decirte de aquellas casetas, de sus eventos y actuaciones. El miércoles: el potaje, el jueves: la gente del pueblo en la caseta del PCE, el viernes: Paco Gandia con el chiste de los garbanzos en la peña bética, el sábado: La Fernanda, la Bernarda, Perrate y Turronero en la tertulia flamenca y el domingo: final de concurso de sevillanas en la caseta municipal. Ya que mi recuerdos no paran, te haré recordar a ti de esos personajes que solo se veían de feria en feria, como el hombre que rifaba una cajita de gambas utilizando el simple sistema de un corte a una baraja, el vendedor de regalos de cerámica que con su cancioncilla de "Para todos los que quieran practicar el noble arte del regalo" hacía que tuvieras en casa todo tipos de pastorcillas, pescadores, borriquillos, etc., por supuesto los puestos de turrón, los calenteros de Dos hermanas y, cómo no, algún que otro trilero que se dejaba caer por allí.
No queriéndome extender terminaré diciéndote que me gustaba, quizás más que ningún otro, el día en que la feria tocaba a su fin, pues era costumbre en casa de comprarme un rifle o dos pistolas de misto traquío que hasta JON VAINE suspiraría por ellas.





Atentamente;



El niño Gilena

02 diciembre 2009

De los ecos perdidos

Estimado pueblo,

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien gracias a Dios.



Hoy te escribo para contarte que me han venido a la memoria no imagenes ni personas ni colores ni formas sino ecos que llevan intrinsecos todo lo anterior, me explico:



En días como el de hoy, otoñales y de natural lluvioso, gusto de darme un paseito cerca de donde actualmente tengo mi residencia, y yendo yo distraido en mis cavilaciones, llegó a mis oídos un eco otoñal que trájome muchos recuerdos: !CASTAÑAS CALIENTES!. En ese momento vinieron a mi memoria sin ser visto por mis ojos montoncillos de carbón, cartuchitos de papel, nubecillas de humo pesado y la voz de !A veinte duros el cartuchito niña!.



A la vuelta para mi casa empecé a pensar cuantas de esas voces que en otros tiempos oíamos por tus calles se perdieron de la vista pero no de la memoria de tus gentes, déjame recordarte algunas:



De las tardes de verano y marcando la hora de término de la siesta, el alegre ! FRESCOS Y GORDOS LOS LLEVO !

De los mediados de Mayo, el !NIÑA CARACOLES!

De cuando llegan las lluvias, el !ESPARRAGOS Y TAGARNINAS!

De los días de diario, el necesario !LECHERO! y no menos !PANAERO!

De cuando apretaba el frio, uno peculiar: !OOOOOOOOOOOO! (El tío del cisco)

De lunes a viernes, !IGUALES PARA HOY!

De vez en cuando, !SE COMPRAN LOS CORCHONES DE LANA VIEJA!

De Pascuas a Reyes, !DEL DURO, DEL BLANDO, DE JIJONA, DE CHOCOLATE!.

En fin popurri de ecos que formaban parte de la musiquilla popular de tus barrios y calles y como te dije antes, aunque sea difícil verlas con los ojos si están gravadas en mi corazón.



Atentamente;

EL Niño Gilena

01 diciembre 2009

Noticias de antaño

A veces leo viejos recortes de periódicos, lo que ahora es mucho más asequible con las hemerotecas en internet, y no dejo de divagar y ponerme a pensar sobre las historias que esos periódicos nos traen de tiempos pasados.

Por ejemplo, podemos leer en este artículo cómo nuestro pueblo fue visitado no ya por una inclemencia, tempestad o torbellino, sino por todo un huracán, un 1 de diciembre de 1959, hace ahora exáctamente cincuenta años. Todavía alguien recuerda aquel evento?

O éste otro, donde se relata la muerte en accidente de tráfico en paso a nivel cerca de Morón, de una tal Jurith Burens. Nombre tan poco moronense no hace más que sugerirme curiosas historias... ¿fue Jurith una incipiente turista inglesa atraida por la creciente fama de nuestra tierra? o novia de un soldado de Kansas destinado en la base norteamericana al finalizar la guerra de Corea? o quizá una apasionada del flamenco hija de un industrial extranjero asentado en Madrid?

En fin, estos recortes me hacen reflexionar sobre lo poco que conocemos de tantas historias pasadas que se perderán para siempre porque ya nadie las leerá ni las volverá a recordar...