Como bien podéis recordar, amigos míos, gran parte de la vida que en mi querido pueblo pasé, fue viviendo en la Alameda, en Ronda de la Trinidad, en los pisos que eran conocidos como los de Fajardo, en la misma acera del Pub Thamesis, la frutería de “la Malagueña” y el supermercado de Pepe, que luego sería el PRECA. Frente a las cocheras Reunidas y el bar STOP, sitios todos estos muy conocidos por todos.
Bueno, a lo que íbamos. Pues resulta, que cada uno de aquellos bloques, albergaba gran número de vecinos, de cuyos pisos tenían ventanas al interior de un holgado patio de luces, que solía ser, sobre todo por las mañanas, punto de encuentro y mentidero de las vecinas, que cada una desde su ventana, salía a airear chismorreos y chascarrillos de moda en el vecindario, al tiempo que tendían la ropa o vigilaban el puchero del almuerzo.
Era de lo más normal, a media mañana, entre olores de cocidos, potajes y pimiento frito, oír a alguna vecina, que desde el piso cuarto llamaba a la del primero, para contarle algún cotilleo, comenzando con la común frase de “niña ta entarao de lo que la pasao a….” y continuar con los típicos diálogos de vecindad, pues a lo primero, lo normal era contestar “ohi, ohi, ohi, no me diga y ezo como a cio”. Luego, entre mira esto y aquello, solían salir, una tras otra, las vecinas, uniéndose de esta forma todas a esta peculiar rueda de debate informativo, habiendo siempre alguna, que aumentaba la información con un “po yo ma enterao que…”.
Luego, tras aclarar historias y cuentos, con el pretesto de mover la comida o apartar el puchero, lentamente iban volviendo a sus rediles y su que hacer cotidiano.
Es curioso que, de este patio o corral gallinero, según se mire, recuerdo el nombre de casi todas las vecinas o al menos, de cómo se les conocía.
Así pues empezaré por mi santa madre, que era conocida por “Isabelita la de Anchoa”, para distinguirla así de “Isabelita la del tercero”. Y siguiendo la lista estaban, “Antonia la de Hocé”, “Antoñita la del Enrique”, “Antoñita la de los ocho hijos”, también conocida por “Antonia la de Fajardo”, “Amparo la de Cubero”, “Merche la de Rafa”, “Concha la del primero” y así una larga lista de Antonias e Isabelas.
Ahora recuerdo esto con añoranza, pues creo que lo de las vecinas eran relaciones que tienden a desaparecer y si bien en algunos momentos el patio de vecinas te puede llegar a aburrir o agobiar, en ocasiones de necesidad siempre había alguna que echara una mano, siendo a veces como de la familia
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