Salí yo de mi tierra, amigo mío, como lo hiciera un día el buen Campeador castellano, con el corazón triste y los dientes apretados.
La alegría que hacía unos días me inundaba, ahora me abandonaba, al ver quedar a mis espaldas aquella tierra de la que arranqué de cuajo mis raíces.
Alegría tuve, por haber disfrutado de mi pueblo y alegría por ver que mi familia sigue bien, como por fortuna era de esperar.
También gran alegría de reencontrarme con mis amigos, que siempre me agasajan con su infinita hospitalidad y me regalan con su presencia, qué me regocija y reconforta, cargándome optimismo y bienestar interior, calmando mi quebranto y añoranza.
Sirvan estas líneas para expresar mi agradecimiento a mis más que amigos, hermanos, parte todos ellos de mi tesoro personal.
Pero por desgracia, a veces también el semblante se me tornaba serio, abordado por la pena. Pena de comprobar como lugares de mi pueblo, cargados por los retazos de mi pasado, son dejados en manos de una decadencia decrépita, abandonados y sin cuidar unos, sucios y desvencijados otros o recargados de mal gusto paleto y bajuno, propio del que lápida la hacienda que no es propia.
Como bien decía el Niño Gilena, nuestra amiga la carrera, llora la soledad del abandono sobre sus parterres sucios y arriates endurecidos por la sed.
La Alameda se estremece entre rincones malolientes, al tiempo que hace estremecer al viento, que ya no juguetea entre los árboles y las mediterráneas palmeras, sino que se desboca furioso entre la hortera disposición de extrañas plantas torremolineras y césped siempre ávido de nuestra escasa agua.
Pena también, por ver en lo que han convertido la feria de mi pueblo, mi feria, la que yo añoraba y deseaba ver de nuevo, pero que esa sí que nunca volverá.
Y todo esto gracias a esa banda de politiquillos cortijeros que desgobiernan el pueblo de Morón. Esos mismos que lo llevan a la bancarrota y a la más absoluta de las decadencias, sepultando a sus gentes en la apatía, desilusión y hastío.
Pero quiero irme ahora, con buen sabor de boca, por lo que me quedo cantando, quedamente hacia mi interior, las coplillas y letras, siempre afortunadas y hermosas, de mi amigo, el Niño Gilena.
30 septiembre 2010
25 septiembre 2010
LA SENDA DE LOS ELEFANTES
Estimado pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En estos primeros días del veranillo del membrillo en los que el sol se vuelve perezoso y no es capaz de quitarse las sabanas antes de las ocho de la mañana, puede observarse un fenómeno repetitivo que, como cada año por estas alturas del calendario, ocurre en esta noble villa. Y es que, entre la revuelta del tiro de pichón y el último de los pabellones militares de la entrada o salida según se mire de la Alameda, muchos de tus vecinos realizan una consecución de vueltas a trote cochinero los más valientes, y a paso de aguas las más de ellas.
Según cuentan los antropólogos de la zona, este fenómeno ocurre con posterioridad a una buena montanera veraniega de pescaito frito, papas aliñás y gazpachadas con todos sus avíos, la cual produce un efecto magdalena en las señoras y un abalonamiento panzudo en los señores, los cuales una vez terminada la temporada y en mirándose descuidadamente al siempre sincero espejo u observando que la ropa del año pasado le queda más apretada que un paquete de tiza, deciden que ya es hora de meterse en cintura, con lo que a ritmo de cabra payoya transitan este trocito de pueblo a los que los más sarcásticos del lugar han tenido a bien bautizarlo como "LA SENDA DE LOS ELEFANTES”.
Lo más curioso de este ritual es que en dado por terminado el matutino paseo y con la conciencia apaciguada del trabajo bien hecho, todos los anteriormente citados se disponen a abrevar las hambres en los apeaderos que encuentran entre el final de su rutina y sus cubiles, con lo que en sentándose en alguna terraza de las que por allí están situadas ordenan al mesonero un bollo cabezón con manteca colorá y tropezones de chicharrones zurraperos, un café con leche en vaso largo con pastillitas, eso sí, y un vaso de tubo hasta el colmo de agüita. Y, en despachada la pitanza, terminan el protocolo diario retornando entre orutitos y ardentías mientras piensan qué pondrán hoy pa el almuerzo o qué habrá preparado la mujer pa la hora de comé.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En estos primeros días del veranillo del membrillo en los que el sol se vuelve perezoso y no es capaz de quitarse las sabanas antes de las ocho de la mañana, puede observarse un fenómeno repetitivo que, como cada año por estas alturas del calendario, ocurre en esta noble villa. Y es que, entre la revuelta del tiro de pichón y el último de los pabellones militares de la entrada o salida según se mire de la Alameda, muchos de tus vecinos realizan una consecución de vueltas a trote cochinero los más valientes, y a paso de aguas las más de ellas.
Según cuentan los antropólogos de la zona, este fenómeno ocurre con posterioridad a una buena montanera veraniega de pescaito frito, papas aliñás y gazpachadas con todos sus avíos, la cual produce un efecto magdalena en las señoras y un abalonamiento panzudo en los señores, los cuales una vez terminada la temporada y en mirándose descuidadamente al siempre sincero espejo u observando que la ropa del año pasado le queda más apretada que un paquete de tiza, deciden que ya es hora de meterse en cintura, con lo que a ritmo de cabra payoya transitan este trocito de pueblo a los que los más sarcásticos del lugar han tenido a bien bautizarlo como "LA SENDA DE LOS ELEFANTES”.
Lo más curioso de este ritual es que en dado por terminado el matutino paseo y con la conciencia apaciguada del trabajo bien hecho, todos los anteriormente citados se disponen a abrevar las hambres en los apeaderos que encuentran entre el final de su rutina y sus cubiles, con lo que en sentándose en alguna terraza de las que por allí están situadas ordenan al mesonero un bollo cabezón con manteca colorá y tropezones de chicharrones zurraperos, un café con leche en vaso largo con pastillitas, eso sí, y un vaso de tubo hasta el colmo de agüita. Y, en despachada la pitanza, terminan el protocolo diario retornando entre orutitos y ardentías mientras piensan qué pondrán hoy pa el almuerzo o qué habrá preparado la mujer pa la hora de comé.
Atentamente;
El niño Gilena
24 septiembre 2010
LA VERBENA DE LA ALAMEDA
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Recortes, recortes, recortes, sí Señor. Recortes es lo que el consistorio moronés ha tomado como máxima sin et qua non en este noveno mes del calendario gregoriano. Y cómo no empezar mejor que arañándole algunos durillos al emblema de su tercera semana: “La Feria”, a la que yo, por iniciativa propia y por ayudar a quitarle pomposidad, he bautizado este año como “la verbena de la Alameda", pues se cuenta en los mentideros de esta noble villa que serán recortados los alumbrados de las calles colindantes, los farolillos serán guardados para mejor año, los coches de caballos no pasearan ni de lejos y el delirio cohetero que pone cerrojo a la fiesta se suspende hasta buenas nuevas. Con lo que con esto último los que somos cortitos no sabremos si ha acabado el festejo o se prolonga durante 365 días mas. En fin,no es que yo sea de los que dicen que hay que tirar la casa por la ventana, no, soy el primero que piensa que todos deberíamos abrir algún agujerito a la correa a ver si sirve para salir del bache en que nos hemos metido. Pero claro, tonto de mí e inocente en demasía, pensé por un momento que esta que se avecina sería una gran feria como ninguna se había visto ya que, viendo la demostración de fuerza a la hora de gastar del cabildo en cuestión, me hice grandes ilusiones. O es que cualquier cristiano no se las haría viendo que en nuestro Pozo Nuevo se han puesto farolitas de a seiscientos mil duros la tranca o bancos que cuestan como un sofá, que digo yo que estos últimos deben de estar hechos no menos que de nogal, caoba o palo santo, pues salen por lo mismo que una guitarra de las que toca Paquito el de Lucia. O póngase también por ejemplo las reparaciones tan necesarias que necesitaba nuestra Alameda, retirando arboles con doce lustros y transmutándolos en bananeros escuálidos y en mullidos parterres de césped (bien pensado esto, ya que la dichosa hierbita, hija de la Gran Bretaña, casi no necesita agua). También me sirvió de engaño el que se redecoran despachos de la casa consistorial para asemejarlos un poquito más a un versallesco villorio. Incluso creí que, por estar rebosantes sus arcas, los responsables de esta alcaldía habían hecho el gran favor de subirse el sueldo, más que nada por no partir los cerrojos de los baúles tesoreros. Pero no, ahora resulta que Morón tiene menos fondo que una lata de anchoas. Entonces tendré que empezar a creer en las malas lenguas que dicen que nuestro corregidor tiene como libro de instrucción y cabecera “Las grandes obras y desarrollos del séptimo de los Fernandos” y que quiere cambiar su sentencia de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” por la de “sin el pueblo ni pal pueblo”. Lo que no me podré creer nunca es lo que se dice del máximo en la alcaldía de que quiere hacer de este pueblo su cortijo, porque si fuera así seguro que lo tendría bien arregladito, aunque fuera sin papeles, eso sí.
En fin, no se vaya a creer usted, señor alcalde, que aquí le sale un competidor, pues puedo asegurarle una cosa: a lo mejor no lo haría mejor que usted, pero puedo asegurarle que para hacerlo peor no me encuentro cualificado.
Atentamente;
El niño Gilena.
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Recortes, recortes, recortes, sí Señor. Recortes es lo que el consistorio moronés ha tomado como máxima sin et qua non en este noveno mes del calendario gregoriano. Y cómo no empezar mejor que arañándole algunos durillos al emblema de su tercera semana: “La Feria”, a la que yo, por iniciativa propia y por ayudar a quitarle pomposidad, he bautizado este año como “la verbena de la Alameda", pues se cuenta en los mentideros de esta noble villa que serán recortados los alumbrados de las calles colindantes, los farolillos serán guardados para mejor año, los coches de caballos no pasearan ni de lejos y el delirio cohetero que pone cerrojo a la fiesta se suspende hasta buenas nuevas. Con lo que con esto último los que somos cortitos no sabremos si ha acabado el festejo o se prolonga durante 365 días mas. En fin,no es que yo sea de los que dicen que hay que tirar la casa por la ventana, no, soy el primero que piensa que todos deberíamos abrir algún agujerito a la correa a ver si sirve para salir del bache en que nos hemos metido. Pero claro, tonto de mí e inocente en demasía, pensé por un momento que esta que se avecina sería una gran feria como ninguna se había visto ya que, viendo la demostración de fuerza a la hora de gastar del cabildo en cuestión, me hice grandes ilusiones. O es que cualquier cristiano no se las haría viendo que en nuestro Pozo Nuevo se han puesto farolitas de a seiscientos mil duros la tranca o bancos que cuestan como un sofá, que digo yo que estos últimos deben de estar hechos no menos que de nogal, caoba o palo santo, pues salen por lo mismo que una guitarra de las que toca Paquito el de Lucia. O póngase también por ejemplo las reparaciones tan necesarias que necesitaba nuestra Alameda, retirando arboles con doce lustros y transmutándolos en bananeros escuálidos y en mullidos parterres de césped (bien pensado esto, ya que la dichosa hierbita, hija de la Gran Bretaña, casi no necesita agua). También me sirvió de engaño el que se redecoran despachos de la casa consistorial para asemejarlos un poquito más a un versallesco villorio. Incluso creí que, por estar rebosantes sus arcas, los responsables de esta alcaldía habían hecho el gran favor de subirse el sueldo, más que nada por no partir los cerrojos de los baúles tesoreros. Pero no, ahora resulta que Morón tiene menos fondo que una lata de anchoas. Entonces tendré que empezar a creer en las malas lenguas que dicen que nuestro corregidor tiene como libro de instrucción y cabecera “Las grandes obras y desarrollos del séptimo de los Fernandos” y que quiere cambiar su sentencia de “todo para el pueblo pero sin el pueblo” por la de “sin el pueblo ni pal pueblo”. Lo que no me podré creer nunca es lo que se dice del máximo en la alcaldía de que quiere hacer de este pueblo su cortijo, porque si fuera así seguro que lo tendría bien arregladito, aunque fuera sin papeles, eso sí.
En fin, no se vaya a creer usted, señor alcalde, que aquí le sale un competidor, pues puedo asegurarle una cosa: a lo mejor no lo haría mejor que usted, pero puedo asegurarle que para hacerlo peor no me encuentro cualificado.
Atentamente;
El niño Gilena.
08 septiembre 2010
MI TESORO
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente, te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Dice el diccionario en su cuarta acepción de la palabra “tesoro” lo siguiente:
TESORO: Conjunto o suma de cosas de mucho precio o muy digna de admiración.
Esto diome que pensar en qué conjunto y de qué bienes preciados componíase mi hacienda, como se mienta en el ingenioso hidalgo. Después de pensar y repensar durante mucho rato, aclaróseme la sesera desestimando lo más y menos preciado y vínome clara la lista de los caudales, la cual pongo por escrito para regocijo de mi persona y envidia del que se precie en tenerla.
CUENTESE AQUÍ DE LOS RICOS HALLARES DEL NIÑO GILENA:
Un salto desde la piedra en el charco Pajarito, una acampada en Benamahoma, un guerrazo de naranjas al “laito” de El Cipres, dos porritos en Conil, un giño en la Venta de Reina, andares por Zaframagón, una noche en una cueva, subir a la Torre Eiffel, decirle hola a la Gioconda, abrazar al Santo Apostol, entrar en camello en Guiza, desde Pest saludar a Buda, un sí quiero en la Victoria, sacar a Jesus de rodillas, entrar en la feria a caballo, motear por Santorini, el canto de un gondolero, una pizzita en Milano, mirar el mar desde El Torrecilla, mucho chinchón en La Alpujarra, las puesta de sol de Trujillo, una fabada en Potes, navegar por Konigsee, la tristeza de Dahau, un tececito en Chauen, una barca en un fiordo, mirar de frente un Velázquez, comprar una espada en Toledo, comerme un gofre en Bruselas,de la tierra a la luna, mil fotos en Neuschwanstein, admirar un Van Gogh en Holanda, pasearme por Versalles, un chapuzón en Lekeitio, un motazo a Baelo Claudia, subir por un cortafuego, un menú de sidrería, una becerrada en Las Bridas, esconderme en Cartajima, leerme ciento y un libros, unas miguitas en Burgi, escalar piedras en Torla, volar en un parapente, acariciar un pinsapo, sentarme en el Partenón, tomarme un tintito en Toro, guerra de nieve en Cazorla, contemplar montes en Bujaruelo, jugar al frontón en Huarte, un pita bread en la Placa, escuchar el canto del Big Ben, mirar cigüeñas en Alcalá, callejear por Baeza, yantar lentejas en Zamora,ver al Pilatos en placentines, pasar frío en Salamanca, comprar ostras en La Piedra, acampar en Alpe d’Huet, contar los arcos del Acueducto, paletitas en Ondarroa, asomarme a Preikestolen, sentarme en la puerta en Buesa, los chicharrones de El Manteca, conocer palacios reales, ver lo verde que esta Warwick, un cocidito en Cabrales, sestear en la sierra de San Juan,ver la sentencia en campana, dormir al aire en Las Bridas, mearme de risa en La Puebla, habitas con chipirones en Madrilia, preguntar por la Universidad en Oxford, una cena en el Cuore, ver molinos en Mikonos, asaltar la máquina del Inglés, una cachimba en El-Khalili, una copla de mi madre, un chuletón en Galicia, “campeá” el coto con mi galga, bajar el Sella en canoa, una copa de vino en Montmartre, asomarme al balcón de Bulnes, una hora sin hablar, trotar en una borriquilla, vestirme de mujer en Algámitas, una borrachera en Praga, un senderismo en Babaria, “jarta a mi padre gambas”, enfriarme en La Garganta Verde, una noche en El Gazpacho, el Tenorio en San Luis, los fuegos de Eurodisney, ver las flores de mi patio y sobre todo tener viejos y buenos amigos.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente, te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Dice el diccionario en su cuarta acepción de la palabra “tesoro” lo siguiente:
TESORO: Conjunto o suma de cosas de mucho precio o muy digna de admiración.
Esto diome que pensar en qué conjunto y de qué bienes preciados componíase mi hacienda, como se mienta en el ingenioso hidalgo. Después de pensar y repensar durante mucho rato, aclaróseme la sesera desestimando lo más y menos preciado y vínome clara la lista de los caudales, la cual pongo por escrito para regocijo de mi persona y envidia del que se precie en tenerla.
CUENTESE AQUÍ DE LOS RICOS HALLARES DEL NIÑO GILENA:
Un salto desde la piedra en el charco Pajarito, una acampada en Benamahoma, un guerrazo de naranjas al “laito” de El Cipres, dos porritos en Conil, un giño en la Venta de Reina, andares por Zaframagón, una noche en una cueva, subir a la Torre Eiffel, decirle hola a la Gioconda, abrazar al Santo Apostol, entrar en camello en Guiza, desde Pest saludar a Buda, un sí quiero en la Victoria, sacar a Jesus de rodillas, entrar en la feria a caballo, motear por Santorini, el canto de un gondolero, una pizzita en Milano, mirar el mar desde El Torrecilla, mucho chinchón en La Alpujarra, las puesta de sol de Trujillo, una fabada en Potes, navegar por Konigsee, la tristeza de Dahau, un tececito en Chauen, una barca en un fiordo, mirar de frente un Velázquez, comprar una espada en Toledo, comerme un gofre en Bruselas,de la tierra a la luna, mil fotos en Neuschwanstein, admirar un Van Gogh en Holanda, pasearme por Versalles, un chapuzón en Lekeitio, un motazo a Baelo Claudia, subir por un cortafuego, un menú de sidrería, una becerrada en Las Bridas, esconderme en Cartajima, leerme ciento y un libros, unas miguitas en Burgi, escalar piedras en Torla, volar en un parapente, acariciar un pinsapo, sentarme en el Partenón, tomarme un tintito en Toro, guerra de nieve en Cazorla, contemplar montes en Bujaruelo, jugar al frontón en Huarte, un pita bread en la Placa, escuchar el canto del Big Ben, mirar cigüeñas en Alcalá, callejear por Baeza, yantar lentejas en Zamora,ver al Pilatos en placentines, pasar frío en Salamanca, comprar ostras en La Piedra, acampar en Alpe d’Huet, contar los arcos del Acueducto, paletitas en Ondarroa, asomarme a Preikestolen, sentarme en la puerta en Buesa, los chicharrones de El Manteca, conocer palacios reales, ver lo verde que esta Warwick, un cocidito en Cabrales, sestear en la sierra de San Juan,ver la sentencia en campana, dormir al aire en Las Bridas, mearme de risa en La Puebla, habitas con chipirones en Madrilia, preguntar por la Universidad en Oxford, una cena en el Cuore, ver molinos en Mikonos, asaltar la máquina del Inglés, una cachimba en El-Khalili, una copla de mi madre, un chuletón en Galicia, “campeá” el coto con mi galga, bajar el Sella en canoa, una copa de vino en Montmartre, asomarme al balcón de Bulnes, una hora sin hablar, trotar en una borriquilla, vestirme de mujer en Algámitas, una borrachera en Praga, un senderismo en Babaria, “jarta a mi padre gambas”, enfriarme en La Garganta Verde, una noche en El Gazpacho, el Tenorio en San Luis, los fuegos de Eurodisney, ver las flores de mi patio y sobre todo tener viejos y buenos amigos.
Atentamente;
El niño Gilena
05 septiembre 2010
QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Los comentarios matutinos más escuchados en estos días en colmados y tabernas versan sobre la muy utilizada frase de: ”lo mala que está la cosa”, entiéndase por “cosa” el bienestar económico laboral que corre por las venas de los parroquianos. En fin, escuchando estos comentarios vinieron a mi memoria las charlas mantenidas con mi amigo Currillo Sierra, en esos días de vino y rosas donde el gran misterio se resumía ”endonde escarba la gente”.
Observamos con curiosidad que las puertas de las obras en construcción parecían el parque móvil de un ministerio, pues no había yesista que se preciase que no contara con un BMW o un Audi para acudir a su digna labor.
Jamás las muñecas de los asalariados se habían visto colmadas con la exactitud y la elegancia de los maestros relojeros suizos en esos tiempos donde el monte sí era todo orégano.
Los más recónditos lugares eran visitados en veraneos interminables por turistas encatetizados, eso sí con una lustrosa pulserita que daba derecho a colmar las ansias del hartazgo en el yantar o el beber sin mesura ni límite.
Las sastrerías hacían su agosto, pues hasta el uniforme de un cisquero necesitaba la vitola del lagartito francés para hacer referencia del sobrante de salario con el que estaba remunerado.
Recuerdo la anécdota de un conocido que, con gran pomposidad, decíamos de no encender el anafe de junio a septiembre por preferir gozar de los fogones de tabernas, colmados y demás casas de comidas, ya que parecía que los dineros quemaban en sus bolsillos.
Y qué decir de las colas en notarios y registradores, que todo el que se preciase de poder pedir prestado andaba comprando fincas ganaderiles, casas solariegas o pisitos con porche y playa a menos de un tiro de piedra.
Pero claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir, se hundió la armada invencible del ladrillo, se quemó el orégano del monte y a la viña se le puso un vallado, con lo que arrastró coche, casa, tapas veraniegas y pulseritas de todo pelo, así que muchos de los antes mentados se volvieron pedigüeños y medradores del único banco que da prestamos a fondo perdido y solo pide réditos de corazón: el antiguo monte de piedad de la casa paterna, donde y como reza el antiguo dicho, nunca un plato de “comía” te ha de faltar.
Atentamente;
El niño Gilena.
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Los comentarios matutinos más escuchados en estos días en colmados y tabernas versan sobre la muy utilizada frase de: ”lo mala que está la cosa”, entiéndase por “cosa” el bienestar económico laboral que corre por las venas de los parroquianos. En fin, escuchando estos comentarios vinieron a mi memoria las charlas mantenidas con mi amigo Currillo Sierra, en esos días de vino y rosas donde el gran misterio se resumía ”endonde escarba la gente”.
Observamos con curiosidad que las puertas de las obras en construcción parecían el parque móvil de un ministerio, pues no había yesista que se preciase que no contara con un BMW o un Audi para acudir a su digna labor.
Jamás las muñecas de los asalariados se habían visto colmadas con la exactitud y la elegancia de los maestros relojeros suizos en esos tiempos donde el monte sí era todo orégano.
Los más recónditos lugares eran visitados en veraneos interminables por turistas encatetizados, eso sí con una lustrosa pulserita que daba derecho a colmar las ansias del hartazgo en el yantar o el beber sin mesura ni límite.
Las sastrerías hacían su agosto, pues hasta el uniforme de un cisquero necesitaba la vitola del lagartito francés para hacer referencia del sobrante de salario con el que estaba remunerado.
Recuerdo la anécdota de un conocido que, con gran pomposidad, decíamos de no encender el anafe de junio a septiembre por preferir gozar de los fogones de tabernas, colmados y demás casas de comidas, ya que parecía que los dineros quemaban en sus bolsillos.
Y qué decir de las colas en notarios y registradores, que todo el que se preciase de poder pedir prestado andaba comprando fincas ganaderiles, casas solariegas o pisitos con porche y playa a menos de un tiro de piedra.
Pero claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir, se hundió la armada invencible del ladrillo, se quemó el orégano del monte y a la viña se le puso un vallado, con lo que arrastró coche, casa, tapas veraniegas y pulseritas de todo pelo, así que muchos de los antes mentados se volvieron pedigüeños y medradores del único banco que da prestamos a fondo perdido y solo pide réditos de corazón: el antiguo monte de piedad de la casa paterna, donde y como reza el antiguo dicho, nunca un plato de “comía” te ha de faltar.
Atentamente;
El niño Gilena.
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