Estimado pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En estos primeros días del veranillo del membrillo en los que el sol se vuelve perezoso y no es capaz de quitarse las sabanas antes de las ocho de la mañana, puede observarse un fenómeno repetitivo que, como cada año por estas alturas del calendario, ocurre en esta noble villa. Y es que, entre la revuelta del tiro de pichón y el último de los pabellones militares de la entrada o salida según se mire de la Alameda, muchos de tus vecinos realizan una consecución de vueltas a trote cochinero los más valientes, y a paso de aguas las más de ellas.
Según cuentan los antropólogos de la zona, este fenómeno ocurre con posterioridad a una buena montanera veraniega de pescaito frito, papas aliñás y gazpachadas con todos sus avíos, la cual produce un efecto magdalena en las señoras y un abalonamiento panzudo en los señores, los cuales una vez terminada la temporada y en mirándose descuidadamente al siempre sincero espejo u observando que la ropa del año pasado le queda más apretada que un paquete de tiza, deciden que ya es hora de meterse en cintura, con lo que a ritmo de cabra payoya transitan este trocito de pueblo a los que los más sarcásticos del lugar han tenido a bien bautizarlo como "LA SENDA DE LOS ELEFANTES”.
Lo más curioso de este ritual es que en dado por terminado el matutino paseo y con la conciencia apaciguada del trabajo bien hecho, todos los anteriormente citados se disponen a abrevar las hambres en los apeaderos que encuentran entre el final de su rutina y sus cubiles, con lo que en sentándose en alguna terraza de las que por allí están situadas ordenan al mesonero un bollo cabezón con manteca colorá y tropezones de chicharrones zurraperos, un café con leche en vaso largo con pastillitas, eso sí, y un vaso de tubo hasta el colmo de agüita. Y, en despachada la pitanza, terminan el protocolo diario retornando entre orutitos y ardentías mientras piensan qué pondrán hoy pa el almuerzo o qué habrá preparado la mujer pa la hora de comé.
Atentamente;
El niño Gilena
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