08 agosto 2012

TARDES DE ALBERCA

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En estas tardes, donde el mercurio se encarama a la testa del termómetro y me priva de mi paseo, me aletargo en mi sillón con el único propósito de rememorar aquellos momentos felices de mi niñez, donde en este mismo mes y a estas mismas horas combatíamos los rigores de la canícula bañándonos en alguna alberca a la que era invitado por alguno de mis amigos, ya que en mi familia la única posesión de tierras ha sido de dos ficus, algún geranio y varias pelistras de patio.
En fin, como te decía, esas placenteras tardes eran trasegadas entre saltos a bomba e intentos de saltos del ángel, que acababan las mas de las veces en un pechugazo descomunal para algarabía de la concurrencia, o en emulacines de la familia Cousteau a la busca de un duro que alguien se atrevía a tirar en lo "jondo" de la aguada. Aquellas eran albercas de cloro a todo trapo, de esas que te dejan la piel áspera como un papel de estraza y te producen escamación blanquecina cuando la piel se te secaba al sol, porque lo que era una toalla no se veía por ningún lado, ya que en aquellos tiempos eso se veía como muy afeminado, por no decir una mariconada.
Unos de los momentos que mas me gustaban de aquellas tardes era el rato de merienda sentados en los bordes de la piscina, dando buena cuenta de un mollete de segundo hornazo, untado de tulipán y chorizo Revilla, mientras discutíamos por cualquier fruslería o nos reíamos a pierna suelta por la última gracia de currito Tagua o Juanito "el Yumi".
Siempre o casi siempre esas tardes de alberca eran coronadas, cuando el sol empezaba a sestear, por algún intento de aventurilla, ya fuera el robo de melones junto al Ciprés, la visita a la casa encantada de Benito, donde se contaba que se había ahorcado rodeado por siete gatos, o una guerra de naranjas amargas, que cuando te dan duelen igual que las dulces.
En fin, momentos inolvidables de medio niñez y pubertad donde se compartía el mas preciado tesoro del que todos disponíamos: AMISTAD.

Atentamente;
El niño Gilena




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