06 septiembre 2012

De “an ca' Menacho”

He leído en un par de periódicos de Morón, la apertura de una tienda especializada en bicicletas. He visto alguna foto y tiene buena pinta, además debe estar al frente de la misma un campeón del mundo de la bici, por lo que supongo que el buen asesoramiento está garantizado.
Esta noticia ha traído a mi mente mis días de chiquillo, aquellos en los que la especialidad en bicicletas estaba a cargo de los Menacho y su taller de ciclos.
Recuerdo aquel establecimiento, situado allí donde la calle Capitán Cala se ensancha levemente para buscar la calle Nueva y donde hoy dormita el sueño de los justos la inolvidable Goleta. En aquella esquina, entre dos casas antiguas de estilo moronero, se abría la puerta de una vieja fachada dejando paso a la tienda y taller de Menacho.
Quizás el tiempo confunda mis recuerdos, pero no creo que lo que me llega a la memoria difiera demasiado de la realidad, mas si así fuera, seguro que mi buen amigo el niño Gilena pueda completar esto que escribo con la aportación de sus recuerdos o tal vez el amigo Luís pueda aportar algún documento gráfico sobre el tema.
Solía yo ir ancá Menacho con frecuencia pues aquella bici mía, una BH de paseo plegable, solía estar pinchada la más de las veces, por mi afición a rodar por campos y rastrojeras o por veredas entre olivos.
Al traspasar la puerta de la vieja casona, te recibía un alto mostrador de madera situado a la izquierda, tan desgastado y descolorido como el resto del mobiliario. Tras él alguna mesa con cajones, abarrotada de herramientas, tornillos y tuercas sueltas, parches y cables de freno. Desde el fondo te miraba un desvencijado mueble con puertas acristaladas y cajones descolgados, tan viejo como los muros de aquella casa y donde se almacenaban silgas, radios y banderines del Betis y el Sevilla. Como no podía ser de otra manera, de las paredes pendían almanaques con foto de alguna linda señorita y publicidad de Michelín, Firestone y Derbi, campeona del mundo. Pero lo que más me llamaba la atención era el sin número de recambios y otras mercaderías del gremio que colgaban del techo, anudadas con cordeles de esparto. Bocinas, manillares, manetas y hasta algún depósito de moto, pendían inmóviles esperando ser reclamados.
Con cantes Molina, Valderrama o el de Mairena como “hilo musical” esperaba yo a ser atendido, mientras admiraba alguna bici nueva o las motos que en la calle esperaban a ser reparadas. Una Derbi, la Mobilette campera con cerones para el campo o la Puch minicross. Maquinas todas ellas con mil remiendos, cordones de soldadura y tubos de escape picados.
De los Menacho, regidores de aquel negocio, poco podría decir  a parte de que eran pausados en su labor y hasta careros me parecían en sus ventas, pero nunca tuve yo gran conocimiento de ellos si no por la relación mercantil de parches y pegamentos.
Sin embargo, no sé por qué, muchas veces me viene a la memoria este singular establecimiento. Tanto es así, que cierto día dirigí mis pasos hacia la calle Capitán Cala por ver como se arremolinaban mis recuerdos en esta esquina y cual no sería mi sorpresa que allí sólo había ya un paredón de ladrillo y un solar vacío donde no quedaba ni el hueco de una escalera.

1 comentario:

  1. Buenas,

    Me han pasado esta publicación sobre el taller que llevaban mi abuelo Juan y su hermano Pepe. Relatas fielmente lo que aquello fue, enhorabuena Fran, me has emocionado. Si quieres imágenes, me dejas tu e-mail. Saludos!

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