Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En estos días en los que la radio no para de vocear los sustraimientos realizados por políticos, banqueros y todos aquellos que hayan estado cerca de dineros ajenos, me viene a la memoria aquellos tiempos de mi mocedad donde el apropio de lo ajeno era deporte nacional y cualquier niño lo practicaba en todas sus especialidades. Me explico:
Quién de los de nosotros, caminantes entre los 40 y los 50 añitos, no ha sustraído nunca la merienda del antiguo supermercado de Lorenzo o se ha rescondido una tabletita de chocolate del economato del Brebo. Sí, acuérdense vuesas mercedes del cosquilleo que entraba al traspasar la caja de cobros mientras te echaban una mirada de desconfianza, con razón desde luego, y más te digo, yo creo que el bueno de Lorenzo más de una vez se haría el loco y haría la vista gorda, pues muchas veces más de cuatro pandillas de chicuelos correteaban por las hileras de estanterías en busca de la suculenta rapiña sin el fin de pagarlas.
Otra estampa que me viene a colación, sobre todo en mi caso, era el intento, algunas veces fallido, de hurtar, sustraer o tomar prestado sin animo de devolverlo algún pulgarcito, tbo o revistilla de cuentos de la imprenta del Charrito o la librería de Romero, falta que se pagaba con un rapapolvo descomunal y la excomunión pública de tan preciados lugares para aquellos que, como yo, gustaban de esas lecturas.
Lo que sí creo que es común a todos los anteriormente mentados, es la sustracción de algún tipo de chuchanga o fruslería en alguno de los puestecillos que jalonaban nuestro mapa moronero, ya fuera por distracción del tendero o por alguna celada interpuesta por los sabios diablillos.
Un clásico, por supuesto, era el intentar apropiarse de los martinitos que traía el panadero en su vespa isocarrada, mientras este llevaba alguna talega de pan a tal o cual vecino.
En fin, que ya fuera por necesidad, por devoción o por ir cogiendo práctica, a la vez que los maestros intentaban meternos los conocimientos que podrían sernos útiles en la vida, nosotros estudiabamos en las calles el cuatriviun gatuno o arte de apropiarse de lo ajeno, y de eso sí que aprendimos bien o si no escucha la radio esta noche, verás como algún bachiller de los de antes se ha licenciado con honores, laureles y popas.
Atentamente;
El niño Gilena
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