En estas fechas no podía faltar esta foto. Está hecha en Barcelona en 1973 y sí, | soy yo, el niño de Anchoa |
30 diciembre 2016
LA AFOTO
05 noviembre 2016
UN OTOÑO VERANIEGO
Estimado
Pueblo:
Espero
que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios
gracias.
Por
mucho que el tío de las castañas se empeñe en montar la humareda
en La Carrera o en el parque de los palomitos... no, señor, esto
todavía no es otoño.
En
los paseos de por la tarde el personal se las apaña con un niki y
unas alpargatas de esparto, aquí lo que yo te diga…comprarse un
chaquetón es de tontos o de sobraos. Recuerdo que siempre me decía
mi madre que para los santos, el calentador puesto, y lo que
realmente hay puesto son los botellines a enfriar. Y es que aunque
digan que no hay cambio climático, que esto son ciclos, que los años
bisiestos son así, na de na, aquí sigue haciendo tiempo de gazpacho
y “asandía”, por mu finales de octubre que sea. Si ni mi suegra
tiene frío... ¡Ay, cuánto añoro esos otoños de mi niñez donde
me ponía unas botas de agua verdes a primeros de octubre y no me las
quitaba hasta el domingo de Ramos! ¿No te acuerdas de esos charcos
de dos cuartas que tardaban dos meses en secarse? Entonces sí que se
te apetecía una batata asá y unas tortillitas de polvorón de “anca
cabrera” y no ahora, que lo único que falta es un tío pregonando
“FRESCOS Y GORDOS” a primeros de noviembre. Este año en vez de
llevar flores al cementerio el día de difuntos vamos a tener que
llevar sangría y abanicos.
El
otro día al acompañar a mi señora al colmado de Mercadona vi un
chaval con chanclas, carzonas cortas y un polito del lagarto,
metiendo en la cesta dos tabletas de Suchard y una de 1880, me dio
una calor que me tuve que pegar a la zona del congelao para que se me
acomodara el cuerpo. Si es que ni un puchero...¿quién se come una
pringá o una berza con estos medios días de mayo que nos regala
este otoño? Este año la gente del campo se va a tener que quejar
con razón y es que al final vamos a tener que terminar sembrando
cactus, chumberas y pitacos porque lo que es
trigo y pipas los
vamos a tener que poner de regadío. Así
que, señores, como sigamos así, quitando arboledas,
desmontando cerros y contaminando el medio ambiente vamos a tener que
coger el pernil y la media manta y ponernos de Despeñaperros
“parriba” porque este
calor no lo aguanta ni la madre que lo
parió.
Atentamente;
El
niño Gilena
14 septiembre 2016
CAVILACIONES EN MI AZOTEA. Vuelta al cole.
VUELTA AL COLE
Hace unos días estuve preparando el
material escolar para mi hija. Empieza en la escuela y este curso ya va a
primero de primaria, lo que en mi época se llamaba primero de E.G.B. El nombre
ha cambiado y seguro que la pedagogía también, pero sin embargo hay cosas que
siguen igual. No cambia la ilusión de los primeros días, del cambio de ciclo a
uno superior en el que aunque con seis añitos, ya se cree mayor. La ilusión por
los nuevos materiales, los lápices, las gomas de borrar y el estuche. Un
cuaderno a estrenar y muchas ganas de hacer cosas. Habrá nuevos amigos y habrá
reencuentro con los ya conocidos. También nueva maestra, que guiará sus pasos durante
todo el curso y logrará cambios a veces imperceptibles.
Es curioso y no sé si le ocurre a todo el
mundo, pero yo soy capaz de recordar todas las maestras y maestros que tuve en
E.G.B, desde primer curso hasta octavo. Y lo mejor es que para mejor o para
peor, todos dejaron alguna impronta en mí.
Muchas caras que pasan por mi mente
relacionadas con esa época de mi vida, desde la infancia a la adolescencia. Días
y momentos que quedan grabados como una fotografía de sentimientos. Colores que
para siempre quedarán impresos en la memoria de la vida. Aquellas aulas,
aquellos libros y aquellos juegos de la infancia.
Ahora veo a mis pequeños ir a la escuela,
con esa felicidad inocente que los mayores fuimos dejando, trozo a trozo, por
el camino de la vida. Aquella inocencia infantil que perdimos, pero que teníamos
que haber conservado para siempre.
07 septiembre 2016
"LA AFOTO"
05 septiembre 2016
"LA AFOTO"
No haría ni un año que el hombre se había dado una "güertecita" por la luna, cuando el padre de la criatura y el que suscribe combatían los rigores de la canícula con un refrescante chorreón de agua que mi madre nos repartía desde la pila del patio, y como podéis ver, ahí estaba el tío, en su jacuzzi de latón y, a falta de un gin-tonic premiun, un chupete de la botica de Juanito, el de la calle la romana.
Atentamente;
El niño Gilena
18 agosto 2016
CAVILACIONES EN MI AZOTEA. Mis veranos de EGB
Mis veranos de E.G.B.
Para mí, que durante gran parte de mi época escolar fui bastante mal estudiante, el verano traía connotaciones de estudio, vuelta a los libros y de levantarse temprano para ir a clases particulares. Aquellas clases que eran impartidas por algún joven conocido del barrio, qué había estudiado magisterio o cualquier otra carrerita, pero que no profesaba en colegio alguno o que no le salía mejor forma de ganarse algún dinero.
Solía comenzar mi odisea de estudiante estival allá por
mediados del mes de julio, se extendía por todo agosto y llegaba hasta
septiembre, época en que llegaban los temidos exámenes de recuperación de la
E.G.B.
Y así era como se me veía en aquellas mañanas de verano,
vestido de pantalón corto y zapatillas de lona azul, deambular con mi mochila
escolar por la barriada de La Paz o por la Alameda, dirigiéndome a casa del
profe de turno. Tempranito, con la fresquita de la mañana veraniega, dando
patadas a alguna piedra o espantando saltamontes y bostezando el sueño
interrumpido.
Aquellos profesores jóvenes, a los que aún hoy recuerdo hasta
con nostalgia, impartían clases para intentar recuperar en mes y medio todo
aquello que no habíamos estudiado durante todo el curso y con frecuencia lo
conseguían.
Largas mañanas repasando matemáticas y lenguaje en la mesa del
salón o intentando entender aquellos extraños problemas de trenes que se
encontraban o pollos y manzanas. Sentado junto otros niños del barrio que nos encontrábamos
en la casa del profe como si fuera una prolongación del aula del colegio o como
si el curso no hubiese terminado nunca.
Que veranos aquellos amigo mío, cuando mi mayor anhelo era
acabar aquellas horas de sacrificio interminables para enseguida salir
corriendo a dejar la cartera y lanzarme a la calle a jugar o las canteras de
fajardo a vivir mil aventuras imaginadas.
31 julio 2016
NOCHES DE AZOTEA
Estimado
Pueblo:
Espero
que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios
gracias.
Hoy,
quiero remontarme a aquellos años donde el aire acondicionado
brillaba por su ausencia y las únicas armas para derrotar el calor
eran los abanicos, el ventilador o el búcaro fresquito porque, claro
está, nunca nadie ha tenido un búcaro calentito.
Pues
eso, aquellos días donde el lorenzo ponía el mercurio por encima de
los 40 y el recalentón recocía tarde, noche y madrugada, la familia
decidía, después de su tertulia de silla de enea y sardiné en la
boca del zaguán, pasar lo que quedaba de noche utilizando la azotea
como dormitorio improvisado donde abuelos, padres y nietos tuvieran
por techo el cielo y por lecho un colchoncillo viejo, una manta
paduana o una esponja grande con una sabanilla por encima.
En
ese momento la noche se volvía mágica, alguien nos contaba dónde
estaba la osa mayor, algunos contábamos estrellas, otros queríamos
intentar ver la desfigurada cara de la luna, todo ello mientras, de
fondo, el maullido de un gato en celo o el cuchicheo de las últimas
reuniones de la calle hacían de banda sonora a aquellas maravillosas
y calurosas noches de olor a jazmines y damas de noche.
De
pronto, alguien siempre decía “he visto una estrella fugaz, he
visto una estrella fugaz”, lo que hacía que nosotros, los
chiquillos, nos quedásemos ojo avizor por cazar aunque fuera
visualmente alguno de aquellos prodigios, sobre todo después de que
alguien dijera que inmediatamente de verla pensara un deseo, que este
se cumpliría. Todavía, después de tanto tiempo, llevo esperando el
jeep de los geyperman, sería que no la ví bien, bueno…seguiremos
esperando.
La
noche continuaba entre un “callarse niños” y algunos ronquidos
que empezaban a competir con cualquier ruido de la calle, las farolas
se apagaban, con lo que las cazadoras lagartijas se retiraban también
a un merecido descanso. Aun recuerdo cómo con una pila de petaca y
una bombillita pegada con cinta aislante hacía de improvisada
lámpara para releer mi TBO de Pepe gotera y Otilio, mientras mi
abuela me decía que apagase eso ya...”que como se despierte tu
padre veras”. Y así, entre vuelta y revuelta, la luz del amanecer
descorría la capa de la noche y todos amanecíamos tapados hasta las
orejas con alguna sabanilla o algún cobertor viejo que anduviera por
el “soberao”.
Haciendo
de despertador teníamos a las madrugadoras vecinas que regaban sus
puertas esparciendo agua con las manos desde sus cubos de lata y,
entre “buenos días” y un olorcillo a pan recién cocido de la
cercana tahona de Macias, la calurosa noche ya estaba echada atrás.
Atentamente;
El
niño Gilena
08 julio 2016
25 junio 2016
RECUERDOS DEL CASINO
Estimado
Pueblo:
Espero
que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios
gracias.
Andaba
yo el otro día trasteando entre papelotes antiguos de los que se
miran de tarde en tarde cuando dí con un documento acreditativo de
titularidad de socio del casino mercantil del año mil novecientos
trece. Éste pertenecía a un familiar mío del siglo XIX, que siendo
militar y participando en mala fortuna en las guerras de ultramar
tuvo su retiro y última morada en estos lares de aruncitanas
tierras, pero eso es otra historia que ya aclararemos un día. La
cuestión es que empecé a recordar lo que para mí ha sido el casino
mercantil, o “el casino”, como vulgarmente se le conoce, pues no
le hace falta apellido para saber a qué nos referimos.
Recuerdo
en mi niñez ese edificio grande y misterioso para los niños, pues
en la niñez todo parece más grande y la prohibición de “no
entrar niños” lo hacía misterioso, ese edificio con gradas
exteriores de veladores, donde unos señores ya mayores en casi su
totalidad se dignaban a mirar a los transeuntes entre lecturas de ABC
y la hoja del lunes, con sus pantalones de paño fino y sus botas de
media caña, lustradas a mano por un pequeño hombrecillo de mas años
que kilos que siempre daba conversación mientras realizaba su
encuclillado menester con servilismo propio de otros tiempos.
Recuerdo
que de las pocas veces que llegué a entrar, una de las cosas que me
fascinaba era su magnífica radio que presidia el salón central,
donde se podía visualizar en su dial los nombres de capitales tales
como París, Londres, Moscú o Rabat. Ya esto me hacía soñar con
una de las aficiones que conservo hasta hoy.
Otro
de los grandes placeres era traspasar su puerta giratoria, la cual me
hacía soñar con un carrusel imaginario que me transportaba a un
mundo inaccesible para los de mi edad y me deleitaba al contemplar
los motivos alegóricos de los frescos que decoraban sus techos.
Años
mas tarde, cuando los señores abuelos y pelantrines dejaron de otear
el decumanum máximo del Pozo Nuevo, una nueva generación de los
entonces llamados “fachillas” y con posterioridad “pijos” se
apropió de sus dependencias pero estos en vez de dejarse ver por la
principal de las fachadas preferían la trasera puerta que estaba mas
cerca del ambigú y de los sanwiches de pollo y cochinito del “Tu
Rincón”.
Memorables
fueron las fiestas de Navidad y su caseta de feria, donde aparte de
exigir las mejores etiquetas en el vestir que no en el comportamiento
se podía bailar hasta altas horas de la mañana con “Castilla y
sus muchachos” y, posteriormente, con los popurris de “los
Montanas”.
Hoy
en día, aunque la casona sigue teniendo su porte aristocrático, ya
no trashuma esa esencia de señorío ni de pijez, digamos que se ha
democratizado y la antigua sala capitular donde se hicieron tratos,
se vendieron magníficas fincas y se charlaba sobre los beneficios de
la 80 Camacho es hoy mas taberna que restaurante, donde puedes
degustar unos dudosos manjares por unos mas que dudosos agradables
camareros.
En
fin, nunca pude ni quise ser socio de lo que representaba pero sí en
un tiempo estuve enamorado de esa sala, esa puerta y esa radio que
recuerdo desde mi niñez.
Atentamente;
El
niño Gilena
08 junio 2016
LA AFOTO
30 mayo 2016
DEPRISA DEPRISA
Estimado
Pueblo:
Espero
que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios
gracias.
Siendo
lunes y festivo decidí en mi trote diario de charla y critiqueo,
tornar mis pasos a los pagos de La Compañía, aunque no por realizar
el costumbrista saludo a San Nicolás, ya que el susodicho y yo nunca
hemos trucado saludo ni plática que nos amigue. Pues lo dicho,
estando el menda por aquellos andurriales, una voz ronca, cazallera,
dirían los mas castizos, hizo que me fijara en un hombre en la
puerta grande de la Iglesia que antaño fuese de la Hermandad
Jesuita. Pregonaba a todo el que se molestaba en escucharlo la
necesidad de una monedita, para a saber qué menester. Acercose a mí
y sin transfigurar el acento roncoso me preguntó si me acordaba de
él...Yo soy Javi, sí hombre, Javi “el boquerón”.
Ante
el nombramiento de ese tercer apellido, el cual enfatizó como si un
titulo de los mas grande de España llevara por bandera, vinieron a
mi memoria aquellos días ya lejanos donde un puñado de chavales y
no tan mozos, todos herederos de la mas cochina de las pobrezas y a
medio criar en las calles mas conflictivas de estos lares, traían de
cabeza a aquellos recién rebautizados “monos”, ya que en
cambiando su uniformidad de gris a marrón fueron pasados por la pila
bautismal de la lengua callejera.
Recuerdo
que personajes como “los boquerones”, “los cubiles”, “el
pinchi”, “el kunfú”, “el bolero”, “el Solano”, “el
chochete” o “el margaro” empezaron a llevarse parte de los
palos que a la policía les sobraban desde que a los políticos
pueblerinos del cambio dejaran de dárselos. Nunca conocí el nombre
de ninguno, sólo el tercer apellido de todos, el cual les valía de
salvoconducto para tenerlos en cuenta a la hora de cualquier
altercado o disputa.
No
se si la inexperiencia, la falta de cultura o formación o, como se
dice por aquí, las malas amistades, hicieron que casi todos subieran
al tren de la droga con que en su continuo acelerar y con la banda
sonora de “los Chichos”, “los Chunguitos” o “los Calis”,
como me comentó el pedigüeño Javi, de su rastra solo quedaba él,
todos los demás después de pasar por cárceles, corregionales y
miles de fatigas habían muerto de mala manera sin recuerdo de casi
nadie y con un “el se lo había buscado” o “se lo merecía”
en la conciencia de muchos.
Hoy,
desde la distancia, solo puedo pronunciar un “pobre gente”,
desamparados de la mínima cultura, ensalzando al que hacía la
fechoría mas grande, seguidores de aquellas películas de nuestra
niñez de perros callejeros, teniendo a ídolos como “el torete”
o “el vaquilla”, sintiéndose bandoleros de pueblo y tomándose
la justicia por su mano ya que la vida poca o ninguna justicia les
hacía.
En
fin, decidieron en parte coger el lado cerrero de la vida, vivirla
deprisa deprisa como si la vida misma les quemara, sin sentido del
mañana en un carpe diem dañino, que hizo que el que seguía delante
de mí con una bandejita de mimbre y desdentado como un rano fuera el
último de su estirpe.
Atentamente;
El
niño Gilena
20 mayo 2016
CAVILACIONES EN MI AZOTEA
La pasada
noche nos dejaba Miguel De la Quadra Salcedo a los 84 años de edad.
No puedo
más que escribir este breve recordatorio como homenaje a aquel que fue ídolo y
ejemplo en los días de mi niñez e infancia, en los que tantos de mis juegos y
aventuras en las canteras de Fajardo fueron un intento de emular sus pasos.
Tantos documentales en lugares remotos, el mítico y mi gran favorito “A la caza del tesoro” o los ya legendarios CAMEL TROPHY, estaban presentes en mis
correteos por campos y carriles de las afueras de Morón, desde la alcoba a la
Arcilla o desde la plata a Esparteros, donde tanto me gustaba jugar y donde
pasaban la mayor parte de mis horas de niñez.
Gran
deportista, reportero y aventurero, eterno nómada en este mundo sin fin.
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