Estimado pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Decía una antigua coplilla: “Si las cenizas del tiempo apagasen la candela, aquí están nuestros recuerdos para volver a encenderlas”. Precisamente, eso es lo que estos dos grandes moroneros, uno de nacimiento, y otro de adopción, como él mismo dice, han plasmado en la obra a cuyo bautizo tuve ayer el gusto de asistir. Estos buscadores de memorias han realizado la gran labor de dar voz al silencio de las personas de una generación que, por el mero hecho de ser jornaleros de sus creencias, fueron condenados al olvido de la pluma que traza la historia.
Mil y una anécdotas, documentos, cartas y fotografías han sido recopiladas para que, con la labor de estos minuciosos artesanos de la investigación, podamos conocer qué ocurrió con aquellos familiares, amigos o paisanos a los que la repetitiva lucha entre el Caín y Abel del año 36 habían sepultado en una tumba sin nombre, olvidada por muchos.
Quiero reconocer, desde este rinconcillo de líneas, la deuda que desde hoy todos contraemos con quienes han sabido decir un “levántate y anda” a todas aquellas historias olvidadas con intención por una parte de nuestra sociedad, que se ha preocupado por narrar la historia con la bandera de los vencedores por corrector y con el odio hacia el vencido como métrica.
Supongo que, como yo, muchas de las personas a las que ayer se les escapó un lágrima o se le pusieron los vellos de punta al escuchar las anécdotas narradas por Miguel, sentirán que hoy se ha hecho un poco de justicia con el eco de las narraciones que 75años mas tarde nos reverbera este pozo de memoria que es CONSUMATUN EST.
Sin más comentarios y animando a que esta labor no se quede solamente aquí, mi más sincero reconocimiento a Don Miguel Guardado Rodríguez y Don José María García Márquez por regalarnos con su esfuerzo las teselas que faltaban en este mosaico de la historia moronera.
Atentamente;
El niño Gilena
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