Estimado Pueblo.
Espero que al recibir la presente estes
mejor, yo mojado como toca.
A pesar de que el otoño ha llegado al fin
con sus lluvias finas, que caen como un repiqueteo persistente sobre las tejas,
y con esa bajada de temperaturas que invita al calentador de cisco picón, sigo
sintiendo que algo falta en el aire. Camino despacio por la plaza de la
Carrera, donde las hojas ocres se arremolinan en un baile tímido, y, sin
embargo, la otoñada parece incompleta, como si le hubieran arrebatado una nota
esencial a su partitura.
Echo de menos la humareda del tío de las
castañas, ese penacho gris y tibio que ascendía desde su hornillo de carbón y
se mezclaba con el aliento del pueblo. Su lumbre, siempre viva, chisporroteaba
con una alegría discreta, como si guardara dentro el secreto del fuego
primitivo. El puesto improvisado ,una mesa vieja, un tejadillo de lona, las
castañas abiertas como flores tostadas, tenía un alma sencilla que abrazaba a
los moreneros sin decir palabra.
Recuerdo la cola de niños y abuelos que
se formaba cada tarde, serpenteando entre los adoquines húmedos. Los chiquillos,
con las manos frías escondidas en los bolsillos, saltaban impacientes esperando
su cucurucho de estraza caliente; los abuelos, con la calma de quien ha visto
pasar muchos otoños, miraban el humo con una nostalgia callada, como quien
conversa con un recuerdo querido. Y en medio de todos, el tío de las castañas,
con su gesto amable y su oficio antiguo, repartía no solo un manjar sencillo,
sino un trozo de historia.
Ahora, sin su lumbre ni su presencia, la
plaza parece más grande y más sola. La lluvia cae igual, el frío es el mismo,
las hojas siguen su baile, pero hay un vacío que no se llena. Falta esa columna
de humo que dibujaba un punto de encuentro; falta el olor a castañas recién
asadas que templaba la tarde; falta la pequeña ceremonia de esperar, de
recibir, de compartir el calor entre dedos “arrecíos”.
Y yo, al pasar por la plaza de la
Carrera, siento que este otoño, aunque hermoso, aunque pleno, no termina de
arder en el corazón como aquellos de antes. Falta el tío de las castañas para
que la estación siga siendo verdad.
Atentamente;
El niño Gilena.
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