27 noviembre 2025

EL ULTIMO MAESTRO

 


Estimado Pueblo.

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo con frio, pero no me quejo.

 

Como un último resplandor de brasa antigua en la tierra clara de Morón, nació Francisco Delgado Hermosín,Paco “El Leri”,el 3 de mayo de 1965,para que la guitarra encontrara de nuevo la senda viva de su alma.

Yo le imagino niño, una mañana de cal y azahar, escuchando como quien oye un río secreto el rasgueo primero que revela un destino.

Fue la amistad temprana con Juan Luís López, el hijo de Bartolo, quien le mostró sin palabras el zaguán de un camino sonoro; y fueron Bartolomé López y Manuel Morilla, sus primeros maestros, quienes templaron su espíritu como quien afina una llama suave.

Todo en él parecía dispuesto para tocar y nombrar el mundo.

Y ahora, ya hombre pleno, en la claridad callada de los bajos de la Casa del Polvorón,

donde el aire parece arrodillarse para escuchar, Paco continúa regando por solea

el conocimiento antiguo del arte de las seis cuerdas.

Pero antes de que el compás abra sus alas, todo comienza al son de una rondeña

que huele a tahona,

que se viste de cal,

que templa el solano

y que calla al jilguero,

como si la mañana misma quisiera quedarse inmóvil ante el duende.

Allí, su enseñanza cae pura, gota a gota, sobre los dedos jóvenes que buscan claridad

y sobre los viejos que ya saben que cada cuerda es una herida iluminada.

Porque Paco “El Leri” no guarda, no esconde, no cobra el alma que entrega:

su saber no cuesta, su lección no duele.

Nadie tiene que recoger cartones para pagarse una clase; nadie empeña su dignidad para aprender el misterio del rasgueo.

El Leri da porque así respira, enseña porque así florece.

Y cuando las bulerías irrumpen, vivísimas, juguetonas, ardientes, los muros tiemblan de alegría antigua; vuelven Bartolo, Bartolomé , Morilla y se relame Naranjo y hasta el mismo Diego allá donde estén, vuelve Morón entero en sombra y en cal a escucharse a sí mismo.

En ese rincón humilde y sagrado, “El Leri” permanece como el último guardián de un fuego heredado, un sembrador de música clara, un hombre que hace de la guitarra una forma de bondad.

 

Porque cuando el ultimo maestro toca,

no toca: nombra.

Y en su nombrar,

la guitarra vuelve a ser

lo que siempre quiso ser:

un pregón de arte Moronero al servicio del viento.

 

Atentamente;

 

El niño Gilena.


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