Estimado Pueblo.
Espero que al recibir la presente te
encuentres bien, yo con frio, pero no me quejo.
Como un último resplandor de brasa
antigua en la tierra clara de Morón, nació Francisco Delgado Hermosín,Paco “El
Leri”,el 3 de mayo de 1965,para que la guitarra encontrara de nuevo la senda
viva de su alma.
Yo le imagino niño, una mañana de cal y azahar,
escuchando como quien oye un río secreto el rasgueo primero que revela un
destino.
Fue la amistad temprana con Juan Luís López,
el hijo de Bartolo, quien le mostró sin palabras el zaguán de un camino sonoro;
y fueron Bartolomé López y Manuel Morilla, sus primeros maestros, quienes
templaron su espíritu como quien afina una llama suave.
Todo en él parecía dispuesto para tocar y
nombrar el mundo.
Y ahora, ya hombre pleno, en la claridad
callada de los bajos de la Casa del Polvorón,
donde el aire parece arrodillarse para escuchar,
Paco continúa regando por solea
el conocimiento antiguo del arte de las
seis cuerdas.
Pero antes de que el compás abra sus alas,
todo comienza al son de una rondeña
que huele a tahona,
que se viste de cal,
que templa el solano
y que calla al jilguero,
como si la mañana misma quisiera quedarse
inmóvil ante el duende.
Allí, su enseñanza cae pura, gota a gota,
sobre los dedos jóvenes que buscan claridad
y sobre los viejos que ya saben que cada
cuerda es una herida iluminada.
Porque Paco “El Leri” no guarda, no esconde,
no cobra el alma que entrega:
su saber no cuesta, su lección no duele.
Nadie tiene que recoger cartones para
pagarse una clase; nadie empeña su dignidad para aprender el misterio del
rasgueo.
El Leri da porque así respira, enseña
porque así florece.
Y cuando las bulerías irrumpen, vivísimas,
juguetonas, ardientes, los muros tiemblan de alegría antigua; vuelven Bartolo,
Bartolomé , Morilla y se relame Naranjo y hasta el mismo Diego allá donde estén,
vuelve Morón entero en sombra y en cal a escucharse a sí mismo.
En ese rincón humilde y sagrado, “El
Leri” permanece como el último guardián de un fuego heredado, un sembrador de
música clara, un hombre que hace de la guitarra una forma de bondad.
Porque cuando el ultimo maestro toca,
no toca: nombra.
Y en su nombrar,
la guitarra vuelve a ser
lo que siempre quiso ser:
un pregón de arte Moronero al servicio del
viento.
Atentamente;
El niño Gilena.