Estimado pueblo:
Espero que al
recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.
Al igual que el otro
día quise recordarte una de mis frases favoritas, hoy quiero comentarte una de las que mas
pánico me
daba oír en mi mocedad. Y esta se
daba en la mañana de los
sábados cuando mi madre tenía a bien decirme:
Niño hoy te vienes conmigo.
Y no digo esto por no ir con mi madre, no, sino por lo que venia a
continuación. La estampa
era la siguiente:
Yo,
arregladito y con
pantalón corto, de la mano de mi madre y esta, con monedero bajo el brazo, subida en sus tacones y con andares
gráciles y ligeros, nos
disponíamos pa emplear.
La primera parada
era en la tienda de L
uquitas en la C
alzadilla, pues mi madre
había decidido (y no yo) cambiar mi
arregladita indumentaria, con lo que de
allí salíamos con una
rebequita de punto grande para que me durara varios años. S
eguidamente nos
dirigíamos a la
zapatería de M
edina para, por no cambiar mucho de
look y sí de talla, comprarme las eternas
botitas Gorilas que
también duraban más que el quicio de un
sardiné. En la
mercería de Salas la
paraita era corta: 10 botones, dos madejas de hilo de
croché, una bobina de hilo negro y una cremallera de
pantalón. Ya fuese por
cercanía o por vicio, pasábamos por Casa Gordillo donde mi madre siempre tuvo su
cartoncito en blanco y dejabamos 500
pesetitas "
pa" los imprevistos, tú
sabes...(Gran economista ese Gordillo). Desde
allí, a Autoservicio de Oportunidades por media docena de
calzoncillos de tiros largos y, si no
tenían de este natural que es el que le gusta a mi padre, con cruzar la calle nos
encontrábamos en un suspiro en Nuevos Almacenes Sevillanos, que
allí sí que
tenían. Como
había que pasar por delante, entrabamos en el Banco B
ilbao y no por sacar o meter cuartos, que muchos no
había, sino por saludar a un pariente que, con menos estudios que Lá
zaro de T
ormes, llevaba en esta entidad treinta y dos años, tres meses y
dieciséis días. Tocaba el turno de pagar las
ditas. La primera
era en la imprenta La C
oncepción, donde mi madre tuvo la genial idea de comprar un niño Dios para ponerlo en la cama, el cual por ser de noble yeso, costó más de lo que le pagaron a Judas por entregar a Cristo. La segunda a "los vivas hermanos" o Gallardo Hermanos (nunca supe cómo se llamaba el lugar), para pagar un televisor T
elefunken que nos llevaron a casa hacía tres años y ya se le
habían cambiado las lámparas dos veces "anca" Parroquia.
Después, a la
juguetería de los
plásticos, donde no te creas que entrabamos para que se me diera un capricho, sino para ingresar en la cartilla de sus majestades los reyes de oriente un
regalito, como
decía mi madre, por los juguetes del año pasado. Tocaba la de los lujos pues, aunque humildes,
también mis padres
tenían sus lujos. El primero a casa de la Petaca para pagar el
vestido que lució mi madre en la boda de su sobrina. ¡Qué guapa estaba mi madre!. Y el
segundo, a casa del sastre Calleja a pagar los
pantalones y camisa de mi padre para la
también boda de mi prima. De este no
diré nada. De
regreso, y por haberme portado bien, parabamos en la
juguetería de
Pérez, donde mi madre
decía: A ver qué se te antoja ( aunque esto significara en el lenguaje secreto de mi casa: niño, no te pases de diez duros) con lo que yo salía con mi cartucho de vaqueros de C
omansi más feliz que un cochino en un garbanzal. He de decir que en todo este ir y venir
realizábamos gran cantidad de paradas en preguntar por padres, madres, hermanas, cuñados y
tías de todas las conocidas de mi madre, que creo que
conocía a casi todo M
orón pues
así,
así, haciendo las cuentas, yo creo que se paraba las mismas veces que la Virgen de los Dolores desde la
ermita de
Jesús al barrio de Santa M
aría.
En fin,
aquí entenderás porqué yo detestaba aquellas mañanitas y hoy
daría todo lo que tengo por volver a ir de la mano de mi madre y poder e
norgullecerme de escuchar cómo aquellos malletes de La Carrera le
decían: ADIOS MORENA y yo, mirando de soslayo a su cara
veía como una
sonrisilla de orgullo se dibujaba en sus labios.
Atentamente;
El niño
Gilena