23 enero 2010

Vaya mañanita!

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios.

Al igual que el otro día quise recordarte una de mis frases favoritas, hoy quiero comentarte una de las que mas pánico me daba oír en mi mocedad. Y esta se daba en la mañana de los sábados cuando mi madre tenía a bien decirme:

Niño hoy te vienes conmigo.
Y no digo esto por no ir con mi madre, no, sino por lo que venia a continuación. La estampa era la siguiente:
Yo, arregladito y con pantalón corto, de la mano de mi madre y esta, con monedero bajo el brazo, subida en sus tacones y con andares gráciles y ligeros, nos disponíamos pa emplear.
La primera parada era en la tienda de Luquitas en la Calzadilla, pues mi madre había decidido (y no yo) cambiar mi arregladita indumentaria, con lo que de allí salíamos con una rebequita de punto grande para que me durara varios años. Seguidamente nos dirigíamos a la zapatería de Medina para, por no cambiar mucho de look y sí de talla, comprarme las eternas botitas Gorilas que también duraban más que el quicio de un sardiné. En la mercería de Salas la paraita era corta: 10 botones, dos madejas de hilo de croché, una bobina de hilo negro y una cremallera de pantalón. Ya fuese por cercanía o por vicio, pasábamos por Casa Gordillo donde mi madre siempre tuvo su cartoncito en blanco y dejabamos 500 pesetitas "pa" los imprevistos, tú sabes...(Gran economista ese Gordillo). Desde allí, a Autoservicio de Oportunidades por media docena de calzoncillos de tiros largos y, si no tenían de este natural que es el que le gusta a mi padre, con cruzar la calle nos encontrábamos en un suspiro en Nuevos Almacenes Sevillanos, que allí sí que tenían. Como había que pasar por delante, entrabamos en el Banco Bilbao y no por sacar o meter cuartos, que muchos no había, sino por saludar a un pariente que, con menos estudios que Lázaro de Tormes, llevaba en esta entidad treinta y dos años, tres meses y dieciséis días. Tocaba el turno de pagar las ditas. La primera era en la imprenta La Concepción, donde mi madre tuvo la genial idea de comprar un niño Dios para ponerlo en la cama, el cual por ser de noble yeso, costó más de lo que le pagaron a Judas por entregar a Cristo. La segunda a "los vivas hermanos" o Gallardo Hermanos (nunca supe cómo se llamaba el lugar), para pagar un televisor Telefunken que nos llevaron a casa hacía tres años y ya se le habían cambiado las lámparas dos veces "anca" Parroquia. Después, a la juguetería de los plásticos, donde no te creas que entrabamos para que se me diera un capricho, sino para ingresar en la cartilla de sus majestades los reyes de oriente un regalito, como decía mi madre, por los juguetes del año pasado. Tocaba la de los lujos pues, aunque humildes, también mis padres tenían sus lujos. El primero a casa de la Petaca para pagar el vestido que lució mi madre en la boda de su sobrina. ¡Qué guapa estaba mi madre!. Y el segundo, a casa del sastre Calleja a pagar los pantalones y camisa de mi padre para la también boda de mi prima. De este no diré nada. De regreso, y por haberme portado bien, parabamos en la juguetería de Pérez, donde mi madre decía: A ver qué se te antoja ( aunque esto significara en el lenguaje secreto de mi casa: niño, no te pases de diez duros) con lo que yo salía con mi cartucho de vaqueros de Comansi más feliz que un cochino en un garbanzal. He de decir que en todo este ir y venir realizábamos gran cantidad de paradas en preguntar por padres, madres, hermanas, cuñados y tías de todas las conocidas de mi madre, que creo que conocía a casi todo Morón pues así, así, haciendo las cuentas, yo creo que se paraba las mismas veces que la Virgen de los Dolores desde la ermita de Jesús al barrio de Santa María.
En fin, aquí entenderás porqué yo detestaba aquellas mañanitas y hoy daría todo lo que tengo por volver a ir de la mano de mi madre y poder enorgullecerme de escuchar cómo aquellos malletes de La Carrera le decían: ADIOS MORENA y yo, mirando de soslayo a su cara veía como una sonrisilla de orgullo se dibujaba en sus labios.

Atentamente;

El niño Gilena

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