Escuchando hoy radio Morón, cosa que hago casi a diario gracias a que Internet rompe las fronteras de la distancia, pude deleitarme con la intervención de un acertado carnavalero, que en una hermosa prosa, elogiaba a aquellos que hacían llegar el carnaval a los más pequeños, a través de los colegios.
Una de las personas que nombraba el carnavalero, era Joaquín Albarreal, maestro del colegio Reina Sofía. Entonces me vino a la memoria algo que habiendo marcado mi vida, es también parte de la historia de Morón, sobre todo de su historia más reciente.
Yo pase los primeros siete años de mi vida escolar en el colegio Primo de Rivera y si he de decir la verdad no tengo ningún recuerdo especial de aquel colegio por el que pasé sin pena ni gloria. De todas formas no seré yo el que ponga faltas o critique al Primo de Rivera ni al personal docente de aquella época, pues esto puede ser muy subjetivo y todo depende de cada uno.
Pero lo cierto y verdad es que en cuanto tuve ocasión cambié de colegio, aunque esto fuera justo cuando me quedaba un curso para acabar E.G.B. y así se presentó la ocasión y decidí que aquella era mi oportunidad.
Sería, si no me equivoco, el año 1984, más o menos, cuando en Morón abriría sus puertas un nuevo colegio, qué creó gran expectación, no sólo porque fuera nuevo, si no porque nacía un nuevo concepto de colegio, una escuela nueva e integradora. Iba a ser un colegio donde por primera vez, se llevaría a cabo una nueva práctica escolar. Juntos estudiarían niños con necesidades de una educación y atención especial, con niños del modelo educativo común de E.G.B.
Cuando aquello se supo, muchos padres a los que sus hijos les tocaba ir a ese colegio, se negaban a este tipo de escolarización y eran totalmente contrarios a ningún plan de integración. Así que por falta de alumnado, se optó por dejar que aquellos que quisieran podían matricularse en este colegio. Esta fue la oportunidad que tanto estaba esperando y con el permiso de mis padres me cambié.
Yo puedo decir que pertenecí al primer grupo de alumnos del Reina Sofía y de ser junto con otros once compañeros de la primera promoción que salio de este colegio.
El curso que allí pasé, jamás lo olvidaré, por muchas cosas, por muchas vivencias y experiencias que allí tuve.
Allí aprendí mucho más que en todos los años que estuve en el otro colegio.
Aprendí como se puede respetar a un maestro sin tener que llamarle Don o Doña y que pueden ser mucho más cercanos y próximos, capaces de marcar nuestra forma de ser y de enfrentarnos a la vida en los años siguientes.
Con Joaquín y los otros maestros del Reina Sofía, aprendí a aprender, a querer saber y conocer, aprendí a pensar, a cuestionar, aprendí a respetar y compartir, a ser compañero y amigo.
También conocí el camino de la razón y el diálogo, que la violencia no es la forma de arreglar nada.
Con él supe que puede haber distintas formas de ver las cosas y que puede haber una forma alternativa de ver la vida. También me enseñó que ser andaluz es algo grande y que el esfuerzo puede hacer grande nuestra tierra.
La vida luego, hace que cada uno de los que allí estuvimos, hayan seguido por una pista diferente y que incluso alguno hayamos ido de un lado a otro del camino hasta encontrar nuestro centro. Pero lo que ellos me enseñaron me acompañó y sirvió siempre. Por todo ello, gracias querido maestro.
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