Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente, estés fresquito, pues yo voy a reventar.
Hoy, día en el que el Lorenzo me hace estar en clausura más tiempo del que yo quisiera, por temor a salir ardiendo o reventar como un ziquitraque, se me ha venido a la memoria cómo y en qué formas matábamos el tiempo esos días en los que las vacaciones todavía se llamaban veraneo y no había miedo a calores, por muy infernal que estuviera el día.
Lo primero que se me viene a la memoria de esos tiempos en los que las piscinas todavía se llamaban albercas, son los variopintos lugares donde por regocijarnos en el divertimento y matar el calor, echábamos cuerpo al agua sin preocuparnos de dónde ésta venía y a dónde iba, con lo que desde el charco de El Charcal al pozo de El Salao o desde las rivereñas orillas del charco Pajarito a las coripeñas aguas de la junta de los ríos, nos refrescábamos y matábamos el tiempo tirándonos desde rocas cercanas o montándonos en los labios de esas cámaras de camión que servían de zodiacs improvisadas.
Si la tarde no venía muy mala y el calor era soportable también dedicábamos algún ratillo, no antes de haber pedaleado algunos kilómetros, al noble arte de coger higos chumbos y llenarnos de espinas hasta enterarnos de dónde soplaba el viento.
Una de mis aficiones favoritas era la de coger prestados melones y uvas de la viña del Ciprés. Y digo prestada porque robar era una cosa muy fea.
Muy de cuando en cuando y, después de mucho rogar, llegaba el tiempo de pisar la playa, con lo que levantado desde las cinco de la mañana y pertrechado cual si fuéramos a hacer el desembarco de Normandía, tirábamos para las gaditanas playas de Conil o Chipiona, en la que después de tres horas de camino, diez de sol, revolcones de olas y otras tantas horas de vuelta, venías achicharraito y de color atomatado, cosa esta que te duraba hasta que los pellejos se te caían como a un higo fafarío.
También y no se podía olvidar, aquellos espectaculares días en la piscina municipal o, más bien, sus noches. Sí, aquellas noches que saltando las tapias nos pegábamos un chapuzón a la luz de la luna, con el corazón encogió nos fueran a pillar.
En fin, veraneos simples pero llenos de alegría, amistad, juventud y pocos dineros.
Atentamente;
El niño Gilena
28 julio 2010
DE RETROS Y NOSTALGICOS
Dicen que cada uno es aquello que ha vivido y que cada época deja en nosotros su impronta en forma de recuerdos. La mayoría de las veces olvidamos los días de antaño, sobre todo el vivir de cada día que pasa sobre nosotros de forma inadvertida. Pero hay pequeñas cosas, objetos quizás, que nos traen el sentir de aquellos días, de aquellos momentos puntuales.
A mi en particular, siempre me han gustado esas pequeñas cosas que me traen recuerdos de la infancia y desde hace algún tiempo me he propuesto reunir y recuperar a modo de colección, aquellos objetos que marcaron de algún modo mi niñez. Desde un simple bolígrafo o un juguete a las radios y tocadiscos que andaban olvidados por casa. Mirar y trastear con estas cosillas, es como subir al desván de las añoranzas y atravesar el túnel ficticio del tiempo que se fue.
En ocasiones, cuando repaso mis objetos retro, vuelvo a saborear los perdidos momentos del pasado, como con mi viejo tocadiscos de los 70, que me trae hasta la mente, aquellas cenas de navidad, amenizadas por vinilos de villancicos populares o las reuniones familiares, donde sonaban Machín o Manolo Escobar y bailabamos al ritmo de “las Grecas” y Rafaela Carrá. También la vieja radio “Súper Campera 60”, en la que Elena Francis daba consejos sentimentales en las tardes sosegadas de costura junto a la ventana.A los que disfrutamos con estos objetos y el recuerdo que nos traen, nos llaman retros o nostálgicos y en verdad es nostalgia lo que sentimos por aquellos momentos y aquellos días, no porque fueran mejores o peores que los actuales, sino porque fue la época en la que fuimos niños
A mi en particular, siempre me han gustado esas pequeñas cosas que me traen recuerdos de la infancia y desde hace algún tiempo me he propuesto reunir y recuperar a modo de colección, aquellos objetos que marcaron de algún modo mi niñez. Desde un simple bolígrafo o un juguete a las radios y tocadiscos que andaban olvidados por casa. Mirar y trastear con estas cosillas, es como subir al desván de las añoranzas y atravesar el túnel ficticio del tiempo que se fue.
En ocasiones, cuando repaso mis objetos retro, vuelvo a saborear los perdidos momentos del pasado, como con mi viejo tocadiscos de los 70, que me trae hasta la mente, aquellas cenas de navidad, amenizadas por vinilos de villancicos populares o las reuniones familiares, donde sonaban Machín o Manolo Escobar y bailabamos al ritmo de “las Grecas” y Rafaela Carrá. También la vieja radio “Súper Campera 60”, en la que Elena Francis daba consejos sentimentales en las tardes sosegadas de costura junto a la ventana.A los que disfrutamos con estos objetos y el recuerdo que nos traen, nos llaman retros o nostálgicos y en verdad es nostalgia lo que sentimos por aquellos momentos y aquellos días, no porque fueran mejores o peores que los actuales, sino porque fue la época en la que fuimos niños
23 julio 2010
MOCEANDO
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.
Hoy, mientras le hacía el boca a boca a una tapa de caracoles en la terraza de la taberna de Retamares, saludome con el consabido cumplimiento de un ¡hay¡ un muchachicho de cuerpo fuertote que, por mi distracción mientras lidiaba con los besos del picantillo molusco, no me dio tiempo a reconocer. Gracias que junto a mí estaba mi querida María, que como toda buena Moronera no pierde "puntá", como se suele decir, en fín, que a la pregunta de quien era ella me contestó que el niño de mi amigo Castellano, añadiendo que ya estaba hecho un hombretón y que estaba golondrineando entre una pandilla de chabalillas, de esas modernas que con una servilleta se hacen dos vestidos. Ante tal revelación, puse en marcha el mecanismo de viaje en el tiempo de mi imaginación y me trasporte a aquellos felices años en los que yo y mis amigos disponíamos de la misma edad del mozalbete y rondábamos calles, plazas y tabernas para pavonearnos entre las mozas o reírnos a pierna suelta con una gracieta de algún compadre.
Quién no recuerda por aquellos años mozos las litronas fresquitas de a veinte duros, compartidas comunistamente entre proyectos, risas y charlotadas. Quién no se acuerda de aquellas bullangeras de Agosto en los Cuatro Caminos, viendo desfilar las jarritas de cerveza y los tintitos de verano mientras la tarde se convertía en noche y la noche en madrugada. Quién no se ha meneado, más que bailar, al son de los Model Talkin, en las oscuridades de la Jumbo, o ha saltado alocadamente en las fiesta de la espuma de la discoteca Desire. Qué tiempos aquellos, en los que uno se recorría las ferias de los alrededores como si fuese un turronero, en los que las verbenas del Pantano, Rancho, San Francisco o la Puerta Sevilla eran nuestro peregrinar del mes de Marzo hasta Junio en precalentamiento de una feria que cogida por la punta y soltada en los fuegos, colmaba nuestra ansia de salidas, juergas y cachondeos.
Y qué decir del ligoteo. De ese ligoteo entre la edad del pollo y el pavo, en el que después de mil y una consultas a amigos, amigas y conocidos te decidías a recitar la poco imaginativa frase de: ¿Tú quieres salir conmigo?, en la que las más de la veces, por lo menos a los menos agraciados, de semblanza recibía la diplomática respuesta de: Yo te quiero como amigo, con lo que te quedabas sin reservado, muerdo de rosca y bailoteo agarrado. Más lo bueno de esto es que la pretoriana guardia de amistades seguía ahí para reemprender la caza, animarte con un ¡esa no vale na ¡ o pagar una litrona pa olvidar el desatino.
Estando en estos pensamientos, vino a mí una vocecilla, primero difusa y después tronante, que me despertó de mi ensoñación de ojos abiertos:
-Niño, paga esto que nos vamos, mi arma.
En fin, menos mal que algunas cosas no cambian nunca.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.
Hoy, mientras le hacía el boca a boca a una tapa de caracoles en la terraza de la taberna de Retamares, saludome con el consabido cumplimiento de un ¡hay¡ un muchachicho de cuerpo fuertote que, por mi distracción mientras lidiaba con los besos del picantillo molusco, no me dio tiempo a reconocer. Gracias que junto a mí estaba mi querida María, que como toda buena Moronera no pierde "puntá", como se suele decir, en fín, que a la pregunta de quien era ella me contestó que el niño de mi amigo Castellano, añadiendo que ya estaba hecho un hombretón y que estaba golondrineando entre una pandilla de chabalillas, de esas modernas que con una servilleta se hacen dos vestidos. Ante tal revelación, puse en marcha el mecanismo de viaje en el tiempo de mi imaginación y me trasporte a aquellos felices años en los que yo y mis amigos disponíamos de la misma edad del mozalbete y rondábamos calles, plazas y tabernas para pavonearnos entre las mozas o reírnos a pierna suelta con una gracieta de algún compadre.
Quién no recuerda por aquellos años mozos las litronas fresquitas de a veinte duros, compartidas comunistamente entre proyectos, risas y charlotadas. Quién no se acuerda de aquellas bullangeras de Agosto en los Cuatro Caminos, viendo desfilar las jarritas de cerveza y los tintitos de verano mientras la tarde se convertía en noche y la noche en madrugada. Quién no se ha meneado, más que bailar, al son de los Model Talkin, en las oscuridades de la Jumbo, o ha saltado alocadamente en las fiesta de la espuma de la discoteca Desire. Qué tiempos aquellos, en los que uno se recorría las ferias de los alrededores como si fuese un turronero, en los que las verbenas del Pantano, Rancho, San Francisco o la Puerta Sevilla eran nuestro peregrinar del mes de Marzo hasta Junio en precalentamiento de una feria que cogida por la punta y soltada en los fuegos, colmaba nuestra ansia de salidas, juergas y cachondeos.
Y qué decir del ligoteo. De ese ligoteo entre la edad del pollo y el pavo, en el que después de mil y una consultas a amigos, amigas y conocidos te decidías a recitar la poco imaginativa frase de: ¿Tú quieres salir conmigo?, en la que las más de la veces, por lo menos a los menos agraciados, de semblanza recibía la diplomática respuesta de: Yo te quiero como amigo, con lo que te quedabas sin reservado, muerdo de rosca y bailoteo agarrado. Más lo bueno de esto es que la pretoriana guardia de amistades seguía ahí para reemprender la caza, animarte con un ¡esa no vale na ¡ o pagar una litrona pa olvidar el desatino.
Estando en estos pensamientos, vino a mí una vocecilla, primero difusa y después tronante, que me despertó de mi ensoñación de ojos abiertos:
-Niño, paga esto que nos vamos, mi arma.
En fin, menos mal que algunas cosas no cambian nunca.
Atentamente;
El niño Gilena
19 julio 2010
DE LAS ULTIMAS VOLUNTADES
Me imagino, amigo mío, que cuando llegamos a cierta edad, muchos nos planteamos cómo nos gustaría que debería ser nuestro paso al otro barrio, de ese del que nunca se vuelve, por lo que me da que pensar que no se debe estar tan mal.
A mi en particular, me gusta como quieres que sea ese transito, pues está bien planeado y con todo bien asentado. Con todas las instrucciones bien dadas a tu María. Yo, como amigo leal, si a tu viaje asisto como vivo, ya le recordaré a tu santa que las cosas sean como te gustan y si asisto como etéreo espíritu, para acompañarte en el último camino, también me encargaré de recordarle, de alguna manera que se me ocurra, cuales fueron tus voluntades.
Además, si estoy vivo, yo ese día no me lo pierdo, pues ya me gustaría darle un tiento a esa botella de anís “El Coral” y echar unas risas entre copa y copa, sin que falte, como no, un “hay que ve que bueno era, no tenía na suyo”.
Y ni muerto me lo pierdo, pues no estaría mal acompañarte en ese paseo postrero, qué podemos alargar por las calles de nuestro Morón.
Yo, en cambio, quisiera irme con lo mismo que vine, ligero de equipaje, en “pelotita picá” y como “la muerte en cueros”.
Yo no quiero tampoco traje de nogal, ni de pino ni de “na”. Yo quiero la purificación del fuego, que consuma hasta lo más mínimo de mi cuerpo. Eso sí, como liviana ceniza me gustaría descansar en mi pueblo, en mi tierra, donde nací. En algún lugar que esté fresquito y con buena vista de mis calles y barrios. Que aquellos que algún día me quisieron, brinden con lo que más les guste y que no haya lutos ni lamentos, si no alegrías y fandangos.
Así que, amigo mío, te dejo como guardián de mi voluntad postrera, ya sea como vivo o como fría “pantasma” .
A mi en particular, me gusta como quieres que sea ese transito, pues está bien planeado y con todo bien asentado. Con todas las instrucciones bien dadas a tu María. Yo, como amigo leal, si a tu viaje asisto como vivo, ya le recordaré a tu santa que las cosas sean como te gustan y si asisto como etéreo espíritu, para acompañarte en el último camino, también me encargaré de recordarle, de alguna manera que se me ocurra, cuales fueron tus voluntades.
Además, si estoy vivo, yo ese día no me lo pierdo, pues ya me gustaría darle un tiento a esa botella de anís “El Coral” y echar unas risas entre copa y copa, sin que falte, como no, un “hay que ve que bueno era, no tenía na suyo”.
Y ni muerto me lo pierdo, pues no estaría mal acompañarte en ese paseo postrero, qué podemos alargar por las calles de nuestro Morón.
Yo, en cambio, quisiera irme con lo mismo que vine, ligero de equipaje, en “pelotita picá” y como “la muerte en cueros”.
Yo no quiero tampoco traje de nogal, ni de pino ni de “na”. Yo quiero la purificación del fuego, que consuma hasta lo más mínimo de mi cuerpo. Eso sí, como liviana ceniza me gustaría descansar en mi pueblo, en mi tierra, donde nací. En algún lugar que esté fresquito y con buena vista de mis calles y barrios. Que aquellos que algún día me quisieron, brinden con lo que más les guste y que no haya lutos ni lamentos, si no alegrías y fandangos.
Así que, amigo mío, te dejo como guardián de mi voluntad postrera, ya sea como vivo o como fría “pantasma” .
14 julio 2010
ULTIMAS VOLUNTADES
Estimado Pueblo:
Espero que a la llegada de la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En el día de hoy no quiero contarte nada de lo actual o pasado, sino de lo que tendrá que pasar (más tarde que pronto, y Dios lo quiera) ya que en este barrio de Dios nadie se queda "pa" simiente. Me explico:
Conociéndome como ya creo que me conoces y siendo de natural costumbrista, no quiero que mis últimas voluntades sean trucadas en saco roto, por lo que te detallo en estas líneas de la formas y maneras en las que, a ser posible, me gustaría marcar el protocolo del último día en que me diera el sol:
Para empezar me gustaría terminar mis días en mi casa, a ser posible en mi cama, con extremaunción dada por un cura con sotana, óleos y cantos latinaceos. Una vez fumada la última calada de la vida, avisad a una de esas mujeres que en todas calles de pueblo hay y que se tildan de saber amortajar de sevillanas maneras a aquel que esté predispuesto. Para ello, como he repetido en muchas ocasiones a mi querida María, en mi parte del ropero se encuentra mi camisa blanca de algodón Egipcio, mi traje gris marengo de lana, la corbata negra (a ser posible nudo Windsor), el cinturón y los gemelos del mismo color y dentro del zapatero siempre guardo un par de zapatos sin estrenar por eso de que en decúbito supino las suelas no se vean desgastadas. Una vez pintado de esta guisa y, no antes de haber dado un repasito a barba y bigote si los hubiera, pues pelo te aseguro que no, me gustaría enfundarme un buen traje de carpintero a poder ser de nogal (siempre me gustó el olor de esta madera).
En cuanto al velatorio, que por supuesto sería en mi casa, que se preparen grandes cantidades de café de pucherete, una botella de aguardiente (si mi padre me la deja en herencia, la de anís de El Coral) y una botella de Fundador para los mas envalentonados. Ni que decir tiene que se podrá fumar mientras tabaco no falte.
Si hablamos de la misa (porque será misa, nada de responsos de diez minutos), entrada a hombros, salida del mismo modo y misa con lloros y "ays" de tres cuartitos de hora.
En mi penúltima morada que se me aloje con la familia, como tiene que ser, en el sitio que mi abuela Pepa pagó a ditas con su escuálida paguita de las clases pasivas.
Solo pido que en mi lápida, aparte de las plantillas tontonas que tienen los marmolistas, se acuñe una de mis frases favoritas, que siempre he llevado como pendón de nobleza en el escudo heráldico de mi mente:
NESCENCIA NECAT.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que a la llegada de la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
En el día de hoy no quiero contarte nada de lo actual o pasado, sino de lo que tendrá que pasar (más tarde que pronto, y Dios lo quiera) ya que en este barrio de Dios nadie se queda "pa" simiente. Me explico:
Conociéndome como ya creo que me conoces y siendo de natural costumbrista, no quiero que mis últimas voluntades sean trucadas en saco roto, por lo que te detallo en estas líneas de la formas y maneras en las que, a ser posible, me gustaría marcar el protocolo del último día en que me diera el sol:
Para empezar me gustaría terminar mis días en mi casa, a ser posible en mi cama, con extremaunción dada por un cura con sotana, óleos y cantos latinaceos. Una vez fumada la última calada de la vida, avisad a una de esas mujeres que en todas calles de pueblo hay y que se tildan de saber amortajar de sevillanas maneras a aquel que esté predispuesto. Para ello, como he repetido en muchas ocasiones a mi querida María, en mi parte del ropero se encuentra mi camisa blanca de algodón Egipcio, mi traje gris marengo de lana, la corbata negra (a ser posible nudo Windsor), el cinturón y los gemelos del mismo color y dentro del zapatero siempre guardo un par de zapatos sin estrenar por eso de que en decúbito supino las suelas no se vean desgastadas. Una vez pintado de esta guisa y, no antes de haber dado un repasito a barba y bigote si los hubiera, pues pelo te aseguro que no, me gustaría enfundarme un buen traje de carpintero a poder ser de nogal (siempre me gustó el olor de esta madera).
En cuanto al velatorio, que por supuesto sería en mi casa, que se preparen grandes cantidades de café de pucherete, una botella de aguardiente (si mi padre me la deja en herencia, la de anís de El Coral) y una botella de Fundador para los mas envalentonados. Ni que decir tiene que se podrá fumar mientras tabaco no falte.
Si hablamos de la misa (porque será misa, nada de responsos de diez minutos), entrada a hombros, salida del mismo modo y misa con lloros y "ays" de tres cuartitos de hora.
En mi penúltima morada que se me aloje con la familia, como tiene que ser, en el sitio que mi abuela Pepa pagó a ditas con su escuálida paguita de las clases pasivas.
Solo pido que en mi lápida, aparte de las plantillas tontonas que tienen los marmolistas, se acuñe una de mis frases favoritas, que siempre he llevado como pendón de nobleza en el escudo heráldico de mi mente:
NESCENCIA NECAT.
Atentamente;
El niño Gilena
08 julio 2010
LA OTRA ACERA
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Hoy, en lo más tórrido de este veranillo moronés, he tenido que sustituir mi paseo matutino por una sentada de lecturas noticiales en el casinillo del pueblo llano de la Peña Bética. Y he aquí que como noticia destacada por los periódicos de las dos bandas, resaltan los grandes faustos de la semana grande de todo aquel que “cosa pa la calle”, es decir, Día del Orgullo Gay.
Esto me dió a recordar un personaje muy querido aquí en tus calles que no hace mucho nos dejó, y que, aunque viviendo a la vera mía, todos en el barrio se empeñaban en decir que residía en “la acera de enfrente”.
Supongo que ya lo tienes dibujado en tu memoria, ¿no?.
¡Sí, hombre!. Recuérdalo con sus pantaloncitos amarillos de pitillito, su camiseta a rallas de marinero y su eterno contoneo sujetando su inseparable amigo: el paquete de Ducados.
¿Recuerdas con qué jolgorio saludaba a todo muchacho de buen parecer?. ¿Recuerdas cómo disfrutaba de la venida de la base de los soldaditos de azulada figura?. Y sobre todo, ¿recuerdas de aquellas gracias y disparates que soltaba entre botellines de Cruzcampo y algún cubata de añaduría?.
Aun tengo en la memoria cuando dijo con aquel salero y gracia que le caracterizaba:
”Mira niño: Yo no soy gay de esos modernos. Eso es de Despeñaperros “parriba”. Yo soy maricón y a mucha honra”.
Supongo que en el día de hoy estará en la parte rosa del mas allá. Sí, allí donde nace el arco iris, cantando por Marifé y rodeado de toda una coorte de angelotes de tipo nórdico y rubias cabelleras, tirándonos confetis de sonrisas y alegrando con chascarrillos el sarao de su gran día.
IN MEMORIAM DE UNA GRANDISIMA PERSONA.
FERNANDO (Para el que lo quería: La Fernanda)
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Hoy, en lo más tórrido de este veranillo moronés, he tenido que sustituir mi paseo matutino por una sentada de lecturas noticiales en el casinillo del pueblo llano de la Peña Bética. Y he aquí que como noticia destacada por los periódicos de las dos bandas, resaltan los grandes faustos de la semana grande de todo aquel que “cosa pa la calle”, es decir, Día del Orgullo Gay.
Esto me dió a recordar un personaje muy querido aquí en tus calles que no hace mucho nos dejó, y que, aunque viviendo a la vera mía, todos en el barrio se empeñaban en decir que residía en “la acera de enfrente”.
Supongo que ya lo tienes dibujado en tu memoria, ¿no?.
¡Sí, hombre!. Recuérdalo con sus pantaloncitos amarillos de pitillito, su camiseta a rallas de marinero y su eterno contoneo sujetando su inseparable amigo: el paquete de Ducados.
¿Recuerdas con qué jolgorio saludaba a todo muchacho de buen parecer?. ¿Recuerdas cómo disfrutaba de la venida de la base de los soldaditos de azulada figura?. Y sobre todo, ¿recuerdas de aquellas gracias y disparates que soltaba entre botellines de Cruzcampo y algún cubata de añaduría?.
Aun tengo en la memoria cuando dijo con aquel salero y gracia que le caracterizaba:
”Mira niño: Yo no soy gay de esos modernos. Eso es de Despeñaperros “parriba”. Yo soy maricón y a mucha honra”.
Supongo que en el día de hoy estará en la parte rosa del mas allá. Sí, allí donde nace el arco iris, cantando por Marifé y rodeado de toda una coorte de angelotes de tipo nórdico y rubias cabelleras, tirándonos confetis de sonrisas y alegrando con chascarrillos el sarao de su gran día.
IN MEMORIAM DE UNA GRANDISIMA PERSONA.
FERNANDO (Para el que lo quería: La Fernanda)
Atentamente;
El niño Gilena
07 julio 2010
DECIAMOS AYER...
Deciamos ayer...
Así comenzaba, una de sus clases, Fray Luís de León, tras un cautiverio de cinco años y haber tenido abandonada la docencia, en Salamanca, durante todo ese tiempo.
Yo, ni he estado en cautiverio, ni he dejado de ecribir durante tanto tiempo, pero me apetecía volver, a nuestro encuentro virtual con esta frase.
Como de sobra sabe el que me conoce, una obligación mayor me ha tenido de arto entretenido los últimos meses, sin tiempo a sentarme con tranquilidad en nuestra esquina.
Pero ahora vengo, con ganas sobradas a llenar espacios en blanco con nuestras historias. Sin embargo hoy no vengo con recuerdos y añoranzas, pues traigo una historia de presente y futuro.
De presente, porque aquello que me ha tenido entretenido es, ni más ni menos que mi hija, que como flor de primavera, llegó a este mundo el 11 de junio, para alegría de todos y pasión de su padre. También es historia de futuro, pues en ella tengo puesto mis mejores sueños y esperanzas.
Hace ya demasiado tiempo que salí de mi añorada tierra, buscando la fortuna o simplemete la vida que de mi pueblo no supe obtener. Ahora, encontré esa fortuna, por un lado de la mano de la mujer con la que me casé y que ha conseguido aguantarme todo este tiempo, a pesar de mis rarezas y mis días insoportables. Por otro lado mi pequeña flor, Daia, que ha alegrado mi vida como nada antes lo había hecho.
Daia, es nombe de origen bereber que significa "manantial". Y así ha sido ella, como un fresco y rico manantial que reconforta y calma mi sed, creando un hermoso oasis en la arided de la vida.
Doy gracias, por haber encontrado en mi polvoriento camino, esta fuente fresca y clara y a la mujer que hizo posible tal milagro.
Y así me despido por hoy, con un hasta luego, pues vuelvo a recorrer los callejones del recuerdo, para llenar esta pared con mis historias y vivencias, compartidos con los de mi buen amigo, "el Niño Gilena".
01 julio 2010
"ELCORTINGLE"
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Con muchos nombres ha sido bautizado desde el conocimiento que tengo de su existencia: mercadillo, los restos, los retales, el barato, el jueves,... Pero ninguno con tanta gracia plebeya como el de “el cortinglé” para designar lo que la herencia Mora dejó reseñado en nuestra tierra, como el evolucionar del antiguo zoco bereber y las alhóndigas Omeyas.
Esa mezcla de ocio y necesidad de avituallarse hace que la algarabía truene cada mediados de semana en los llanos de la feria, donde cual en la Petra de la ruta de la seda, los más arcaicos vendedores monten cien y un tenderetes de llamativos colores para deleitar a tus parroquianos con lo más selecto de las baratijas de estas tierras.
Aceitunillas con mil aliños, flores de los confines del reino, vasijas que serían la envidia de los alfares de Corinto, acrílicas sedas, no de las tierras de Kublai pero sí hechas por sus descendientes, alquímicas hierbas curalotodo, sandalias arromanadas, cinchas y correajes de las gaditanas tierras de Ubrique, el parto de las huertas de Los Palacios y Chiclana, chacinas coripeñas, mieles de Grazalema, especias de Las Indias, alhuzemas y sahumerios y mil y un cachivaches de dudosa procedencia. Todo ello entre la ancestral práctica del regateo y un "quítame algo y me lo llevo" antes de cerrar la compra.
Una de las virtudes de este baratillo moronés es el vocear la mercadería para que en todo momento el comprador tenga punto y seña de qué, dónde y a cuánto se vende lo que a pulmón hinchado trona el vendedor.
Aunque lo que más me sorprende es el efecto placebo que produce en las gentes de la villa cuando tornando a sus moradas por la anchura de la Calle Utrera, presentan risueñas caras por haber hecho gran y barata compra mientras van cambiando de manos la chivata cargada de viandas, paños o restos.
Atentamente;
El niño Gilena.
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.
Con muchos nombres ha sido bautizado desde el conocimiento que tengo de su existencia: mercadillo, los restos, los retales, el barato, el jueves,... Pero ninguno con tanta gracia plebeya como el de “el cortinglé” para designar lo que la herencia Mora dejó reseñado en nuestra tierra, como el evolucionar del antiguo zoco bereber y las alhóndigas Omeyas.
Esa mezcla de ocio y necesidad de avituallarse hace que la algarabía truene cada mediados de semana en los llanos de la feria, donde cual en la Petra de la ruta de la seda, los más arcaicos vendedores monten cien y un tenderetes de llamativos colores para deleitar a tus parroquianos con lo más selecto de las baratijas de estas tierras.
Aceitunillas con mil aliños, flores de los confines del reino, vasijas que serían la envidia de los alfares de Corinto, acrílicas sedas, no de las tierras de Kublai pero sí hechas por sus descendientes, alquímicas hierbas curalotodo, sandalias arromanadas, cinchas y correajes de las gaditanas tierras de Ubrique, el parto de las huertas de Los Palacios y Chiclana, chacinas coripeñas, mieles de Grazalema, especias de Las Indias, alhuzemas y sahumerios y mil y un cachivaches de dudosa procedencia. Todo ello entre la ancestral práctica del regateo y un "quítame algo y me lo llevo" antes de cerrar la compra.
Una de las virtudes de este baratillo moronés es el vocear la mercadería para que en todo momento el comprador tenga punto y seña de qué, dónde y a cuánto se vende lo que a pulmón hinchado trona el vendedor.
Aunque lo que más me sorprende es el efecto placebo que produce en las gentes de la villa cuando tornando a sus moradas por la anchura de la Calle Utrera, presentan risueñas caras por haber hecho gran y barata compra mientras van cambiando de manos la chivata cargada de viandas, paños o restos.
Atentamente;
El niño Gilena.
INCUNABLES
Estimado Pueblo:
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.
Hoy, necesitado de conocimientos y filosofías ancestrales, he recorrido los cortos pasos que distan desde mi humilde morada a la alejandrina biblioteca viviente que, emplazada en los jardines de La Alameda, siempre se encuentra abierta por temprano que amanezca.
Reposados en sus petriles bancos, mis queridos incunables de carne y hueso dabanme el "buenos días nos de Dios". Correspondiéndoles yo con el mismo saludo, posé mi pausada vista en las cubiertas de estos compendios de sabiduría que, encuadernados con guayaberas grises, celestes y blancas y tocados con gorrillas de mil rayas y sobreros de paja fresca, disponíanse sobre el estante del banco pétreo, prestos a ser desempolvados por la mano de mis preguntas.
Antes de elegir la docta materia con la que hoy sería ilustrado, me dispuse a ojear en sus risueñas portadas el titulo con el que la pluma de la vida había marcado el enunciado del docto vademecun. Encontrando entre los membretes tratados de agricultura, mil técnicas de almazara, el arte del trillo con bestias, compendios de carpintería basta, el milagro de la fragua, cantares de arriero, realización de sillas en pleita, el alfar del lebrijano y mil y un recuerdos de una guerra entre hermanos (libro este que no me gusta abrir mucho se vaya a escapar algún tiro), en fin, decidido qué antiguo legajo sería abierto en este día, calenté las ascuas para que el fuego de la conversación versara por los recuerdos añejos del Morón mas ancestral, del morón de cien cortijos, de más de 20 almazaras, de reatas de muletos preparados para la incansable vuelta trilladora. Habriéronse todos mis libros a la vez por páginas diversas, hablando de jornadas interminables en estaciones veraniegas, de gañanías de olor amargo, de hocinos y soletas, de siegas manuales y portes en carretones.
Embelesado como estaba escuchando el discurrir de esta sapiencia y, entre humos de cigarrillos desemboquillados, dime cuenta de cómo estos ajados libros, salvados muchos de ellos de la inquisitorial quema de la edad, recuperaban brillo, color y gesto, pariendo mil y una anécdotas de juventud, haciendo que los "sacais" de mi imaginación se trasportaran a tiempos de un pueblo remoto blanco y pintoresco, un pueblo donde mis queridos incunables fueron escritos por la cariñosa y, a veces injusta, tinta de la existencia.
PD: Con cariño para mis nuevos viejos amigos, que ilustran con sus recuerdos a este humilde contador de historias.
Atentamente;
El niño Gilena
Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, a Dios gracias.
Hoy, necesitado de conocimientos y filosofías ancestrales, he recorrido los cortos pasos que distan desde mi humilde morada a la alejandrina biblioteca viviente que, emplazada en los jardines de La Alameda, siempre se encuentra abierta por temprano que amanezca.
Reposados en sus petriles bancos, mis queridos incunables de carne y hueso dabanme el "buenos días nos de Dios". Correspondiéndoles yo con el mismo saludo, posé mi pausada vista en las cubiertas de estos compendios de sabiduría que, encuadernados con guayaberas grises, celestes y blancas y tocados con gorrillas de mil rayas y sobreros de paja fresca, disponíanse sobre el estante del banco pétreo, prestos a ser desempolvados por la mano de mis preguntas.
Antes de elegir la docta materia con la que hoy sería ilustrado, me dispuse a ojear en sus risueñas portadas el titulo con el que la pluma de la vida había marcado el enunciado del docto vademecun. Encontrando entre los membretes tratados de agricultura, mil técnicas de almazara, el arte del trillo con bestias, compendios de carpintería basta, el milagro de la fragua, cantares de arriero, realización de sillas en pleita, el alfar del lebrijano y mil y un recuerdos de una guerra entre hermanos (libro este que no me gusta abrir mucho se vaya a escapar algún tiro), en fin, decidido qué antiguo legajo sería abierto en este día, calenté las ascuas para que el fuego de la conversación versara por los recuerdos añejos del Morón mas ancestral, del morón de cien cortijos, de más de 20 almazaras, de reatas de muletos preparados para la incansable vuelta trilladora. Habriéronse todos mis libros a la vez por páginas diversas, hablando de jornadas interminables en estaciones veraniegas, de gañanías de olor amargo, de hocinos y soletas, de siegas manuales y portes en carretones.
Embelesado como estaba escuchando el discurrir de esta sapiencia y, entre humos de cigarrillos desemboquillados, dime cuenta de cómo estos ajados libros, salvados muchos de ellos de la inquisitorial quema de la edad, recuperaban brillo, color y gesto, pariendo mil y una anécdotas de juventud, haciendo que los "sacais" de mi imaginación se trasportaran a tiempos de un pueblo remoto blanco y pintoresco, un pueblo donde mis queridos incunables fueron escritos por la cariñosa y, a veces injusta, tinta de la existencia.
PD: Con cariño para mis nuevos viejos amigos, que ilustran con sus recuerdos a este humilde contador de historias.
Atentamente;
El niño Gilena
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