Me imagino, amigo mío, que cuando llegamos a cierta edad, muchos nos planteamos cómo nos gustaría que debería ser nuestro paso al otro barrio, de ese del que nunca se vuelve, por lo que me da que pensar que no se debe estar tan mal.
A mi en particular, me gusta como quieres que sea ese transito, pues está bien planeado y con todo bien asentado. Con todas las instrucciones bien dadas a tu María. Yo, como amigo leal, si a tu viaje asisto como vivo, ya le recordaré a tu santa que las cosas sean como te gustan y si asisto como etéreo espíritu, para acompañarte en el último camino, también me encargaré de recordarle, de alguna manera que se me ocurra, cuales fueron tus voluntades.
Además, si estoy vivo, yo ese día no me lo pierdo, pues ya me gustaría darle un tiento a esa botella de anís “El Coral” y echar unas risas entre copa y copa, sin que falte, como no, un “hay que ve que bueno era, no tenía na suyo”.
Y ni muerto me lo pierdo, pues no estaría mal acompañarte en ese paseo postrero, qué podemos alargar por las calles de nuestro Morón.
Yo, en cambio, quisiera irme con lo mismo que vine, ligero de equipaje, en “pelotita picá” y como “la muerte en cueros”.
Yo no quiero tampoco traje de nogal, ni de pino ni de “na”. Yo quiero la purificación del fuego, que consuma hasta lo más mínimo de mi cuerpo. Eso sí, como liviana ceniza me gustaría descansar en mi pueblo, en mi tierra, donde nací. En algún lugar que esté fresquito y con buena vista de mis calles y barrios. Que aquellos que algún día me quisieron, brinden con lo que más les guste y que no haya lutos ni lamentos, si no alegrías y fandangos.
Así que, amigo mío, te dejo como guardián de mi voluntad postrera, ya sea como vivo o como fría “pantasma” .
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