Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo
bien, gracias a Dios
Uno de los buenos
recuerdos que tengo de mi anciana infancia es el de los coleccionables de
estampitas. Recuerdo con cuánta ilusión apretabas el duro con el que comprar en
el quiosco el álbum del momento y abrir los sobres hasta ver qué estampitas
eran las que te habían tocado. Luego, nos íbamos al colegio con el taco de los
"repes" cogidos con una gomilla, para cambiarlos en la hora del
recreo o jugárnoslos a los montones en un improvisado casino en algún sardiné a
la sombra. ¡Y no daba coraje ni nada tener cincuenta iguales del mismo y
ninguno de los dos o tres que faltaban para completarlo! La verdad es que nunca
terminamos ninguno, aunque siempre existía la leyenda urbana de que un amigo de
un amigo había comprado un sobrecito en un kiosco del pantano y le había salido
la estampita que a todo el mundo le faltaba, es decir, el Cardeñosa de turno,
la imagen de Bambi, Marco con su madre o Heidi con su abuelo.
Una cosa sí teníamos
clara y es que una vez olvidado el álbum en curso la ilusión volvía rápidamente
con las nuevas estampitas de la serie de moda o la liga que estaba a punto de
comenzar. Siempre me pregunto qué habrá sido de aquellas estampitas, supongo que
desaparecieron en alguna limpieza general a las que mi madre siempre ha sido
una gran aficionada.
En fin, aficiones que
nos iniciaron en el arte del trueque y que hicieron que algunos de nosotros
fuésemos verdaderos crupiers del acerao.
Atentente;
El niño Gilena.
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