Que recuerdos tan agradables me han traído las playitas moroneras. Esta grata nostalgia me ha movido por fin para volver de nuevo a nuestro rincón de encuentro, a nuestra esquina de barra de bar, donde compartimos temas y palabras de nuestro querido pueblo y de nosotros mismos. Aunque ya sabes que mi lejanía no me deja vivir ser observador directo de las cositas de Morón, pero bueno, me apetece seguir dándole a la tecla y contar lo que pueda, seguramente más recuerdos que actualidades.
Pues, como te decía, buenos recuerdos me ha traído tu carta. Recuerdos de veranos, cuando el calor no nos importaba tanto y era el tiempo perfecto para andar de un lado para otro, con “la motillo” por aquí y por allá. Hoy las playitas moroneras, mañana a colarnos en algún cortijo abandonado y en cualquier momento meternos en una cueva o simplemente ir al campo y visitar un ventorrillo.
Pero sin duda alguna, en la época canicular, el mayor disfrute eran charcas, ríos e incluso un pozo, cualquier cosa para refrescar. Tampoco en aquellos días nos importaba tanto, ni el lugar, ni los pertrechos, que ya dices bien, cuando nos tomábamos un par de litronas calientes, bocadillo de Viena tiesa a compartir y hasta por falta de bañador nos metíamos al agua en pelotas o en calzoncillos blancos. Aquellos días en los que todo compartíamos de buen grado, comida, bebida y hasta sueños e ilusiones, pues nunca faltaba echar un rato sentados en la orilla, conversando de nuestras cosas y divagando de este o aquel tema, que siempre encontrábamos historias que contar, esas mismas historias que aún hoy nos siguen gustando.
Cuando vengas de vacaciones nos pegamos un escaqueo por el charcal o pozo salao, Fran. Te voy a retratar para la posteridad tiznado de blanco o corriendo delante de una vaquilla brava, de las de verdad, no esas pequeñajas que se ven en los san fermines
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