29 junio 2017

UN NOMBRE EN UN LIBRO



Cavilaciones en mi azotea.

 Guardo con gran cariño un viejo libro de piratas, qué una vecina me regaló por mi primera comunión. Es un precioso ejemplar de “La isla del tesoro” de Robert Louis Stevenson, de la editorial AFHA. Es una edición en versión comic con maravillosos dibujos en acuarela y plumilla. Está algo ajado, sin lomo y con la tapa pegada con cello que le puse allá por los 80, pero tiene un gran encanto y es para mí un tesoro inigualable pues es como conservar un retazo de aquel niño que fui.
Ahora se lo suelo enseñar a mi hijo, qué como no sabe leer, le gusta ver los dibujos con tanto colorido y cien veces lo he repaso con él. Muchas veces le he contado quien era joven Jim Hawkings, qué se hizo amigo de un pirata cojo y con loro, John Silver el largo en un increíble viaje en busca del tesoro del capitán Flint. Sin olvidar a tantos personajes que viven esta gran aventura.
No hace mucho, una noche antes de dormir, cuando revivíamos el viaje a la isla del tesoro, mi pequeño se fijó que en la primera  página del libro, aquella en la que se presenta el título en letras góticas, había algo escrito con caligrafía escolar y bolígrafo de color verde, casi desaparecido por el paso de los años.
-¿Qué pone aquí “aita”?, me preguntó curioso.
-Ahí está escrito el nombre del niño al que perteneció este libro.
-¿Y cómo se llamaba?, volvió a preguntar.
Yo leí despacio y separando las silabas, Francisco Javier Reina Salas. En seguida se puso a reír mientras decía, -anda se llamaba como tú.
-Sí, se llamaba igual.
-¿Y dónde está?
Mientras reía, le dije que no lo sabía, aunque lo que quise decirle es que aquel niño se fue para no volver jamás. Se perdió en algún recodo del camino, en alguna isla de piratas y tesoros soñados.