05 septiembre 2010

QUIEN TE HA VISTO Y QUIEN TE VE

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Los comentarios matutinos más escuchados en estos días en colmados y tabernas versan sobre la muy utilizada frase de: ”lo mala que está la cosa”, entiéndase por “cosa” el bienestar económico laboral que corre por las venas de los parroquianos. En fin, escuchando estos comentarios vinieron a mi memoria las charlas mantenidas con mi amigo Currillo Sierra, en esos días de vino y rosas donde el gran misterio se resumía ”endonde escarba la gente”.

Observamos con curiosidad que las puertas de las obras en construcción parecían el parque móvil de un ministerio, pues no había yesista que se preciase que no contara con un BMW o un Audi para acudir a su digna labor.

Jamás las muñecas de los asalariados se habían visto colmadas con la exactitud y la elegancia de los maestros relojeros suizos en esos tiempos donde el monte sí era todo orégano.

Los más recónditos lugares eran visitados en veraneos interminables por turistas encatetizados, eso sí con una lustrosa pulserita que daba derecho a colmar las ansias del hartazgo en el yantar o el beber sin mesura ni límite.

Las sastrerías hacían su agosto, pues hasta el uniforme de un cisquero necesitaba la vitola del lagartito francés para hacer referencia del sobrante de salario con el que estaba remunerado.

Recuerdo la anécdota de un conocido que, con gran pomposidad, decíamos de no encender el anafe de junio a septiembre por preferir gozar de los fogones de tabernas, colmados y demás casas de comidas, ya que parecía que los dineros quemaban en sus bolsillos.

Y qué decir de las colas en notarios y registradores, que todo el que se preciase de poder pedir prestado andaba comprando fincas ganaderiles, casas solariegas o pisitos con porche y playa a menos de un tiro de piedra.

Pero claro, ocurrió lo que tenía que ocurrir, se hundió la armada invencible del ladrillo, se quemó el orégano del monte y a la viña se le puso un vallado, con lo que arrastró coche, casa, tapas veraniegas y pulseritas de todo pelo, así que muchos de los antes mentados se volvieron pedigüeños y medradores del único banco que da prestamos a fondo perdido y solo pide réditos de corazón: el antiguo monte de piedad de la casa paterna, donde y como reza el antiguo dicho, nunca un plato de “comía” te ha de faltar.

Atentamente;

El niño Gilena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario