06 agosto 2011

LA FLOR DEL POZO LOCO

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Las historias siempre van unidas a las personas y, hoy, releyendo las crónicas que mi amigo Luis cuelga con voracidad en su rincón, he recordado a una de esas niñas de mucho carmín y poco abrigo que se ganaban los cuartos en "casa La Pepa" por aquellos andurriales del Pozo Loco.

Con el nombre de Rosa le echaron las aguas hace más de setenta años. El nombre era lo que menos importaba, todo dependía de los duros con los que la bautizaran esa tarde. Ya fuera por fuerza de hambres o gusto por plata fácil, gañanes y señoritos le ayudaron a licenciarse en las artes de la vida y a ir amargando lentamente el azúcar de su juventud. Entre copas de anís del Coral y liadillos de picadura, fueron quedándose atrás los felices tiempos de los agromanes que le sirvieron de poco, pues aunque el anzuelo lanzaría a mas de uno, quedose compuesta y sin marido que la quitara de la profesión mas antigua del mundo.

Hoy, la he vuelto a ver en su sesoria baja de la calle Hornos, con la sola compañía de un perrillo mil-razas con el mismo genio que la dueña, mirando desde el dintel de la puerta y quemando con su mirada a todo el que le sostiene la vista más de lo debido, rescoldo este de la herencia que se trajo de la mancebía, que escriben en su rostro cien sarmientos de arrugas y un pelo color ceniza, estampa marchita de la que fue "la flor del Pozo Loco".

Atentamente;

El niño Gilena

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