14 julio 2017

Un moronero en Cuba



Cavilaciones en mi azotea.

Andaba yo escuchando algunas canciones del gran “andalú” que fue Carlos Cano y decía éste que la Habana es como Cádiz y que Cádiz es como la Habana y entonces pensaba yo, que si Cuba y Andalucía se parecen tanto, qué bonita tiene que ser Cuba. Y así, dejando volar mis cavilaciones por el país caribeño, me fui de un sitio a otro y como no podía ser de otra forma, terminé mi viaje imaginario en Morón, en Morón de Cuba claro. 
Y en seguida me vino a la mente mi tío, “Teréñe”, el primer moronero en Cuba. Y digo el primero, porque fue él con su empeño y tesón el que hizo que los de aquí nos acordásemos de los de allí, de los moroneros del otro lado del charco y el que consiguió que nos hiciéramos hermanos, aunque ya lo fuéramos desde antaño. Él fue el primero que hizo su petate y se fue “pá” Cuba, con un mensaje debajo del brazo en el que decía que los moroneros de Andalucía querían abrazar a sus hermanos del Caribe.
Se fue con una idea, con un sueño de hermanamiento y socialización, en una época en la que esas cosas no se estilaban, más o menos como ahora, en la que sólo nos miramos al ombligo y tenemos menos visión que un murciélago sin orejas.
Mi tío, con toda la excentricidad del genio que era, supo ver más allá que el resto de sus conciudadanos y por eso se marchó a la Cuba de Fidel, cuando aquí todavía nos limpiábamos las salpicaduras de la dictadura, para respirar otros aires menos infectados y para aclamar que hay cosas más importantes que la rutina cotidiana,
que hay otros mundos deseosos de estrechar nuestra mano y que nos hacemos mejores en la medida en que somos capaces de hacer la vida mejor para todos y en la medida en la que exprimimos todo el jugo de la vida.
Por eso, en estos días en que somos tan egoístas y no entendemos el mundo más allá de la puerta de nuestra casa, me acuerdo de mi tío, el primer moronero en Cuba, Antonio Teréñez Orellana.

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