24 mayo 2010

"MAYEANDO"

Estimado Pueblo:


Espero que al recibir la presente te encuentres bien, yo bien, gracias a Dios

En mi paseo matutino de este sábado, ya con calzoncitas veraniegas y polito de lo mismo, he echado a andar la vista, por distraerme, a los balcones de las calles por donde discurrían mis pasos. Y, claro está, al haberse cumplimentado la magistral fórmula de un marzo ventoso y un abril lluvioso, no quedaba más que venir que un mayo florido y hermoso, por pomposo que suene. Y sí, en el mes de María, como dice la tradición, se asoman a las rúas cabezonas malvas de tornasolados colores, pizpiretos claveles de ensangrentados pétalos y esbeltas y coquetas azucenas para formar la escogida bandera multicolor de ese balcón moronés.

Con esa colorida imagen en mi retina, seguí mi discurrir pueblerino hasta que, frente a una antigua casita de puertas abiertas sujetadas con una china de río, se entreveía lo que la vitalidad del sol, agua y viento y el cariño de su propietaria habían formado en el patio. Cual corazón de verdor palpitante, las pelistras, los helechos, los ficus o las polletonas se habían adueñado de tan singular corralito.

No cansado de este primaveral y botánico paseo, dirigí mis andares al jardín de Los Palomitos, donde en mi sentada obligada en sus pétreos bancos observé el parto producido por su amarillenta tierra alverada, adelfas blancas y rojas cuajadas de grandes flores, pacíficos reventones, moreras endulzadas de granates frutos, palmeras arengadas por datileros pesos y todo ello amenizado por el canto de gorriones, golondrinas y algún jilguero escapado de las jaulas del lugar.

Antes de retirarme a la ineludible hora del almuerzo, no quise hacer el feo de pasar por el jardín de La Carrera y diome la sorpresa que, aunque sabiéndole enfermo por falta de médico y medicinas, también quiso éste aportar con su verdor y su arrullo de palomos buchones esa nota melodiosa a esta melodía primaveral de mayo.

En fin, empachado buenamente de colores, flores y trinos de este quinto mes pueblerino, me senté en mi cocina, al lado de la alhacena, a tomarme un vaso de vino y unas aceitunillas pasas mientras la reina de mi casa cortaba una matita de yerbabuena de una latilla vieja de aceite para poner su parte de primavera en el puchero de ese día.

Atentamente;

El niño Gilena

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