22 enero 2012

De cuando no había carril bici


Ya sé, que en en Morón, lo del carril bici es bastante nuevo y cualquiera diría, pues vaya este, si eso es de hace dos días. Pero con este título lo que quiero recordar es aquella época de mi infancia moronera en la que todos los niños y yo mismo, andábamos de aquí para allá con nuestras bicis, sin llevar rumbo fijo, pedaleándo por calles, barrios y campos, jugando a cualquier cosa sobre los ciclos o simplemente dando vueltas, soñando que ibas en una moto o a lomos de un caballo y eras Curro Jiménez o el Llanero Solitario.
La primera bici que entró en casa fue una de aquellas BH plegables de paseo, que primero fue de mis hermanas y luego pasó a ser heredada por mi. Recuerdo cómo aprendí a montar en aquel artilugio, primero con dos ruedas "shicas" y luego mi padre le quitó una y así hasta que ya no necesité ninguna, excepto las necesarias claro.
Como yo me crié en la Alameda, en los pisos de "Fahardo", tuve la ocasión de disfrutar de mi bici a diario, tanto por aceras y calles, como por caminos entre olivares y campos de pipitas. Cuantas veces recorrí el camino de la Alcoba hasta la vía del tren, esperando ver la máquina pasar, arrastrando los vagones cargados de piedras. Bajar por aquel carril que iba paralelo a la carretera del cementerio y luego se perdía entre olivos en busca de la Arcilla. Aventuras inolvidables con los amigos del barrio, cada uno en su ciclo, entre terronales y rastrojeras buscando horizontes, que aunque hoy parecen estar ahí al lado, a nosotros se nos antojaba lejanos y sin explorar.
Me viene a la memoria el año en que a mis amigos del bloque, "el Enriquito" y "al Juaquín", los hermanos Salas, los Reyes Magos les trajeron una bicicleta, una Mottoreta. Que bonita era, de color rojo, con ruedas gordas y asiento de moto. Como envidiaba aquella bici nueva y claro está, por mucho que les pedía una vueltecita, no había manera de catarla. Bueno yo seguía con mi BH plegable hasta que con el tiempo, a mi también me trajeron una bicicross. Sin embargo en los anales de mi memoria, guardo con especial cariño la bici de paseo, aquella que parecía estar pinchada la mayor parte del tiempo, obligándome a ir "an c'a Menacho" a comprar parches o cuando se podía, cámara nueva. Siempre queriendo ponerle unos banderines en la rueda delantera o unos mangos de escai con flecos, pero la economía no estaba para tonterías.
Con en el tiempo fue quedando relegada y olvidada en algún rincón, hasta que un día fue, sin duda, dirigida a la chatarra o cargada en el carro "del Campito", para no volver a saber de ella jamás, llendo a parar al mismo sitio donde fueron aquellas tardes de juegos y bicleta.

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