06 enero 2012

PATRIMONIO DE LA SUCIEDAD

Estimado pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Esta mañana tempranera de Reyes, estando en la hora en la que casi con seguridad sus majestades todavía no habrían terminado su bondadoso trabajo, andábame yo con mi sombra dando un paseo vespertino por la aorta de la villa cuando, no yendo más allá de los escaparates de "los Antoñitos", dime cuenta que, aunque de la misma guisa que siempre, iba yo más lastrado de la cuenta. Reparé entonces, mirando hacia las bajeras, que toda suerte de mierdeces se habían adherido a mis zapatos, dándole a mi caminar más aire de buzo malagueño que de caminante aburrido. Comencé a quitarme los susodillos escombrajos entre los que se hallaban treintaiseis caramelos, medio paquete de pipas, tres chapas de coca-cola y un Bisonte a medio fumar.

Aliviado de la guarrísima carga y marcando la verea por la cuesta "la luz" por evitar tremendo río de mierda, púseme a discurrir lo que en tertulia de taberna comentome un amigo para mejora y señal de este tu pueblo. Y es que discurrió esa buena cabeza el colocar en las entradas a esta noble villa cartelitos señaleros donde alegara el patrimonio humanístico de ser ciudad de la cal y el cante, cosa esta muy alabada y digna de elogio. Más se me vino también en esos pensamientos colocar en dicho cartel, aunque sea en segunda fila, lo de "CIUDAD PATRIMONIO DE LA SUCIEDAD" y no solo por la anécdota de este día, no, solo hace falta darse un garbeillo por calles, plazas y callejones para ver que harían las delicias de cien piaras de cochinos, o ver la dejadez de nuestros más parques que jardines para vislumbrar la pobreza en limpieza y ornamentos o, mejor aun, démonos un paseo por ese Morón señalado como ruta monumental para ver las escombreras del castillo, la peste a orines de las Siete Revueltas, las papeleras inexistentes junto a San Miguel o las ruinas de la cilla de Los Canónigos.

Si pasamos por veredas y cordeles no faltará para alegrar la vista algún frigorífico en desuso o una lavadora desvencijada, todo ello rodeado de infinidad de puchileras a medio construir con menos papeles que el boquete de una bicha.

¿Qué ha quedado de esos tiempos en los que se barrían y baldeaban las calles mientras las vecinas comentaban cuál sería el guiso con el que se almorzaría su prole?.

Por todo ello, propongo que Morón sea honrado con el derecho a ser "Ciudad Patrimonio de la Suciedad".

Atentamente;

El Niño Gilena

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