21 noviembre 2010

LA NOVENA MARAVILLA

Estimado Pueblo:

Espero que al recibir la presente te encuentres bien. Yo bien, gracias a Dios.

Supongo que te habrás enterao por los papeles o por el parte, pero si no te lo digo yo a boca llena: el flamenco es patrimonio de la humanidad. Y supongo que este traje nuevo con el que los siete sabios de Grecia han tenido por bien regalarnos tendrá alguna puntaita o un botoncito que esté dedicao a este rinconcillo, pues no han faltao por aquí desde que yo me acuerde, o desde que recuerden mis mayores, contribuyentes para engordar este arte popular, compañero de penas y de alegrías, de amores y desamores, de homenajes o venganzas.

Qué te voy a contar a tí, que por tus calles han derramao duende y pellizco desde Silverio al Pinto, desde Diego a Fernadillo, desde Joselero a Naranjo. Cuántas anécdotas podrías contarme tu a mí de aquellas noches de los llorones de las fiestas en casa Pepe o en la casa del Polvorón. Tú, que has sido espectador de lujo en las lunas de agosto de aquellos gazpachos antiguos, majaos en lebrillete y con agua de pozo fresca al compás de los Mairena, de Fernanda y de Bernarda, de Meneses y Camarón. Tú, que entiendes mejor que nadie que el flamenco es el único arte que se escucha con el corazón, se mira con el alma y se siente con las entrañas.

Pero en fin, tengo que dejarte, voy a asomarme a los jardines de Los Palomitos para dar la noticia al busto de un gran hombre que, aunque no tuvo aquí su cuna, supo como nadie llevar en la bandera de su guitarra el compás de este pueblo y para que allá donde se encuentre acaricie como nadie esos seis ríos de plata con cuerpo de mujer y comience la fiesta en reconocimiento a todos aquellos que desde este rincón de Andalucía arrimaron su compás para que este día llegase.

Atentamente;

El niño Gilena

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